En la mañana del 12 de abril de 2015, Mónica F. F. logró reunir las últimas fuerzas que le quedaban para recorrer los 30 metros que separan el lugar en el que su expareja la había dejado tirada en el interior de su coche y la puerta de Urgencias del hospital Povisa. Llegó con la hoja de un cuchillo atravesándole el cuello, un arma que su expareja le había clavado momentos antes en el sótano del edificio en el que ella vive en el centro de Vigo y que sobresalía un centímetro por el lado opuesto del cuello por el que había penetrado el filo.

En Povisa la conocían bien, no en vano era enfermera desde hacía años en el hospital.También el presunto agresor era trabajador del centro, en donde realizaba labores de celador. Ayer, los propios forenses que declararon en el juicio por el intento de asesinato de Mónica reconocieron que es "casi inexplicable" que las heridas que sufrió esta mujer de manos de su agresor no le hubieran causado la muerte. Ella, en su declaración, no se olvidó de sus compañeros de hospital que la atendieron. "Gracias a ellos estoy aquí", afirmó, puesto que hicieron todo lo posible y más para salvarle la vida. Su compañeros y la pericia de la propia Mónica como enfermera que, pese a la situación de horror que estaba viviendo, tuvo los arrestos para percatarse de que la sangre que manaba de su cuello tenía un color que le indicaba que procedía de una arteria y que tenía que mantener presionado el cuchillo para evitar morir desangrada. Todo ello entre las amenazas, los golpes e insultos de su agresor, Juan Carlos Fariñas, según ella misma relató ayer a las magistradas de la Sección Cuarta de la Audiencia de Pontevedra, especializada en Violencia sobre la Mujer.

Acuerdo previo fallido

El juicio comenzó ayer en la ciudad del Lérez y lo hizo con cierto retraso. Y es que las partes habían logrado alcanzar un acuerdo mediante el cual el acusado iba a reconocer los hechos tal cual se recogen en el escrito de acusación de la Fiscalía: un intento de asesinato machista en el que Mónica no tenía escapatoria y sobrevivió de puro milagro. Este reconocimiento de los hechos habría permitido al acusado reducir en dos años la pena inicial de 15 que solicitan las acusaciones. Y con este plan comenzó la vista oral. El interrogatorio comenzó con un reconocimiento por parte de Juan Carlos Fariñas de que él era el autor de los hechos. No obstante, a continuación, negó que fuera con la cabeza y la cara tapada, además de no recordar la gran mayoría de los detalles de aquella agresión. "Sé que fui a hablar con ella, discutimos, hubo un forcejeo, me abalancé sobre ella y no recuerdo nada más", dijo el procesado. Añadió que solo recuerda que en un momento dado se encontró con su exnovia "tirada en el suelo, sangrando y con un cuchillo clavado en el cuello". Asegura que acto seguido le dijo que estuviera "tranquila", que la llevaba al hospital y que se iba a salvar. E insistió en que no la dejó abandonada a su suerte en el vehículo, sino que fue ella la que salió del coche y corrió hacia el hospital pese a la gravedad de las heridas que tenía. "Tuve que ser yo el que lo hizo (la agresión), dado que allí no había nadie más, pero no recuerdo la forma o la manera" en la que sucedió. El fiscal insistió y el acusado llegó a reconocer que fue él, pero insistía en que no sabía cómo sucedió. El acusado respondió a única pregunta más de la defensa en la que reconoció que "soy culpable de los hechos", pero su negativa a reconocer cómo se produjo la agresión hizo que el acuerdo previo saltase por los aires y obligó a la Fiscalía y a la acusación particular a pedir un receso para reorganizar todo el juicio. Una prueba testifical entre la que se encuentra la declaración de la víctima, que compareció por videoconferencia. A día de hoy todavía sufre graves secuelas y las lesiones han provocado su incapacidad permanente. Con una gran entereza, narró con detalle aquel terrible episodio. Explicó como sobre las siete de la mañana abrió el portal de su edificio para dirigirse a su trabajo y que, de repente, una persona vestida de negro y con la cabeza y la cara tapada ("solo se le veían los ojos") le propinó un puñetazo a bocajarro que la tiró al suelo. Afirma que se la llevó hacia el tiro de las escaleras y que allí le propinó una primera cuchillada dirigida al corazón que "paró en una costilla" (no había visto que portara un arma hasta ese momento y yahabía reconocido a su expareja por la voz). A golpes la llevó al ascensor, en donde descendieron hasta el piso menos dos. Sangrando, afirma que "me arrastró del pelo, me golpeó contra una pared, me dio patadas...", y una vez en el sótano la tiró en el suelo de espaldas, se colocó encima suya inmovilizándola y le clavó el cuchillo en el cuello, mientras le espetó la misma frase que repiten una y otra vez los asesinos machistas: "si no eres para mí, no eres para nadie".

"Él se reía"

Según la versión de la víctima, el cuchillo se rompió, quedando la hoja atravesando el cuello de la mujer. Así, con la hoja del cuchillo atravesándole el cuello de lado a lado y desangrándose, la víctima asegura que el acusado se apoyó de espaldas a la pared, "tranquilo", observándola y diciéndole "muérete, hija de puta, estoy esperando a que te mueras". Fue entonces cuando reconoce que "le empecé a rogar, a suplicar que no me dejase morir, le decía que me casaría con él" y que él se "reía". "Estuvimos unos diez minutos así", explicó. Añadió que él no accedía a llevarla al hospital porque le decía que "lo iba a denunciar, pero yo le respondí que no, que diría que el autor fue cualquier otra persona de la calle" y cree que fue con esta promesa como lo convenció para que la trasladase al centro sanitario.". "No me pude defender en ningún momento", añadió.

Ya en el coche con su agresor al volante perdió la consciencia por momentos: "Sinceramente, pensé que me iba a dejar tirada en cualquier sitio". Cuando llegaron al hospital asegura que él se bajó y que la dejó en el coche, a unos 35 metros del centro, y que a duras penas pudollegar a la puerta del hospital. Sabía que había perdido mucha sangre por lo que "lo primero que les dije fue mi grupo sanguíneo para una transfusión" y después, de inmediato, les dijo que había sido su exnovio: "Pensé que me iba a morir y para que, por lo menos, pudieran detenerlo".

Quince años de cárcel

La Fiscalía de Pontevedra mantiene su petición de 15 años de prisión (14 años y 11 meses) por un asesinato en grado de tentativa y no se descarta que incluso pudiera endurecer su petición a tenor de la prueba practicada. Aunque para ello habrá que esperar a la jornada de mañana, cuando se reanudará el juicio.