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El meollo

El magnolio

El magnolio

El meollo de la cuestión está en adivinar si el magnolio de la Casa del Arco seguiría hoy vivo después del paso del último temporal Félix, caso de que el servicio municipal de Parques y Jardines no hubiera intervenido finalmente "de oficio", con un tratamiento de urgencia para evitar su posible desplome y cualquier otro daño colateral.

Tras una semana de múltiples labores de poda, reforzamiento y consolidación del árbol más característico del centro urbano de esta ciudad, el ingeniero municipal Manuel Fontán ha dado por finalizados sus perentorios trabajos. De evitar una desgracia no deseada se trataba especialmente por una caída accidental sobre cualquier viandante confiado.

Pasado el peligro inminente, ahora el Ayuntamiento ha devuelto su responsabilidad plena en el cuidado y la atención del singular magnolio a la familia propietaria del descuidado caserón, que tanta historia atesora entre sus cuatro paredes, que en realidad son algunas más.

El alcalde Lores o el concejal de la cosa deberían contar a todos los pontevedreses con carácter ejemplarizante en cuanto va a salirle esta bromita pesada a la familia Muruais por incumplir las ordenanzas vigentes. O sea, explicar cuanto va a tener que abonar por esos trabajos inaplazables, que debería haber acometido de motu propio hace tiempo, sin tener en vilo a nadie.

La peligrosidad del magnolio de la Casa del Arco era un secreto a voces. Bastaba con echar un vistazo hacia su imponente copa para percatarse del riesgo consiguiente. Sus ramas sobresalían del propio jardín elevado sobre las calles adyacentes, al tiempo que constituían un foco de insalubridad como refugio de un auténtico ejército de estorninos dispuestos a soltar sus asquerosos excrementos a diestro y siniestro.

Algunas veces, los árboles se desploman y no solo mueren, sino que también matan. Tales accidentes están a la orden del día. Hay que felicitarse, por tanto, de que pese a una actuación tardía, el magnolio que seguramente plantó algún Muruais en el jardín de su casa hace cien años o incluso más tiempo, siga en pie sin llevarse a nadie por delante. Larga vida al magnolio en cuestión, pero con el cuidado debido.

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