Hace aproximadamente un año que el comité de personal de la Escuela de Capataces alertaba (no era la primera vez que lo hacía) del mal estado en el que se encontraba el Pazo de Lourizán, en estado semirruinoso y cada vez con síntomas más evidentes de deterioro que requerían una actuación inmediata. Las duras y tristes imágenes avivaron entonces un debate político en torno al pazo que, pese a provocar ríos de tinta, un año después sigue sin cuajar en una solución definitiva para el edificio por parte de la Xunta de Galicia, actual cesionaria o inquilina del edificio. O al menos una solución que convenza a la Diputación, dueña del inmueble, a quien no le vale la propuesta de que sea una empresa privada, Ence, la encargada de invertir en un tesoro público a cambio de establecer después allí un centro de investigación forestal.

Sea como fuere, el pazo sigue muriéndose y los daños se agravan. Los últimos informes remitidos a la Xunta parte de la Diputación para exigirles que arreglen el pazo son demoledores: La seguridad estructural no está garantizada en diversas zonas el edificio, hay galerías apuntaladas, fracturas en varios dinteles, humedades muy patentes, zonas invadidas por la vegetación y e áreas del noble edificio colonizadas por algas, mohos e líquenes. Parte de la cubierta del ala sur comenzó a hundirse y se teme de que un incendio pueda acabar en cuestión de horas con el palacio, dado que existen "riscos importantes no tocante á seguridade eléctrica con perigo de curto circuítos". Las carpinterías exteriores e interiores están muy dañadas y por no hablar del riesgo que se corre ante una posible ocupación, robos o actos vandálicos por falta de vigilancia.

El deterioro es evidente cuando el visitante se acerca a echar un vistazo al edificio del ministro Montero Ríos. Dista mucho de aquel palacio de corte imperial que recibía a los representantes del gobierno de Estados Unidos para negociar la cesión a los americanos de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam tras el final de la España colonial en 1898. Desde fuera se aprecia el evidente estado de deterioro del pazo en su interior. Un vistazo a través de las ventanas permite ver desconchados, apuntalamientos y humedades. Esto lo más de cerca que el visitante podrá ver el majestuoso interior del emblemático pazo ya que, según el personal del centro forestal, el edificio ha sido cerrado a las visitas debido al peligro por desprendimientos y el estado del inmueble.