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La Unidad de Drogodependencias atiende desde hace 25 años a 300 heroinómanos de "la movida"

Cerca de 4.000 usuarios fueron tratados en el servicio público desde que comenzó a funcionar en Pontevedra en los noventa -El año pasado cerró con 963 atenciones personalizadas, la mayoría por consumo de drogas ilegales

Carlos Martín, jefe del servicio de drogodependencias. // G. S.

La Unidad Asistencial de Drogodependencias de Pontevedra, UAD, cumple en 2017 sus bodas de plata. Son 25 años durante los cuales han pasado por sus instalaciones cerca de 4.000 personas. No es un número excesivamente elevado si se tiene en cuenta que este servicio aborda adicciones tanto de drogas ilegales como legales, tabaco y alcohol. Sobre todo, destaca el jefe del servicio, el médico Carlos Martín Picola, porque ese período de tiempo incluye los años posteriores a la década de los ochenta, que, con la heroína, se llevó por delante a la generación de "la movida". Muchos de los que cayeron en esas terribles garras continúan yendo por las instalaciones de la Plaza de Valentín García Escudero. Son más de 300, que, con idas y venidas y por temporadas, son tratados con metadona, y que representan el "orgullo" de los trabajadores del centro.

El año 1992 abría sus puertas en la Plaza de Valentín García Escudero, donde todavía permanece a día de hoy, la Unidad Asistencial de Drogodependencias de Pontevedra. Por aquel entonces la zona monumental era frecuentada por personas enganchadas a las drogas, especialmente la heroína. En algunas zonas como O Campillo el trapicheo era constante, por lo que la inauguración del centro en sus inmediaciones tenía como objetivo ayudar a los drogodependientes a salir de esa "cárcel" en la que un día entraron y de la que muchos no fueron capaces de salir. Desde entonces y hasta ahora han pasado por allí, exactamente, 3.956 personas. Muchas de ellas llevan desde el principio visitando las instalaciones, son lo que el jefe del servicio denomina "una población residual de pacientes de los años 90". Aunque superan los tres centenares, no todos han sido constantes en su asistencia a la UAD, ya que en ocasiones han sufrido recaídas. Son tratados con metadona. "El 96 por ciento de la demanda de tratamiento hace veinte años era por heroína", asegura Carlos Martín Picola.

"Cuando me vine a Galicia, antes de llegar a Pontevedra estuve trabajando en A Coruña. Entonces se atendía a un diez por ciento de la población que había que atender, porque lo que teníamos que ofrecer no interesaba a nadie. A partir de la década de los noventa se dispara la demanda asistencial porque se diversifica la oferta", explica. "Antes existía un programa libre de drogas, pero después se impulsaron otros tratamientos con metadona", aclara.

Una de las grandes "revoluciones" en el tratamiento de los consumidores de opiáceos como la heroína fue la comercialización a partir del año 2008 del suboxone. "Supuso una reducción de tratamientos con metadona porque tiene la ventaja de que el paciente no tiene por qué asistir al centro de drogodependencias. "Nos llaman cada tres meses y se lo incluimos en la tarjeta sanitaria. Con ello se libran de la estigmatización que puede suponerles el venir a las instalaciones", considera el médico.

Además, otra de las ventajas del tratamiento es que mientras que la metadona elimina el síndrome de abstinencia no ocurre lo mismo con el deseo de consumir. "Con el suboxone sí se elimina ese deseo. El problema es que muchos no quieren ser tratados con él y otros no fueron capaces", subraya el jefe del servicio de drogodependencias de Pontevedra.

"Hay rumores de que ha aumentado el consumo de heroína, pero aquí no lo hemos constatado. Los observatorios manejan indicadores policiales y judiciales, pero los indicadores asistenciales son indirectos", diferencia.

El año 2016 cerró en la UAD con 963 usuarios. La mayoría de ellos, 777, eran consumidores de drogas ilegales, mientras que los 186 restantes lo eran de alcohol o tabaco. En ese año se detectaron 196 inicios en el consumo de drogas y 138 reinicios.

En las instalaciones trabajan diez personas, entre el médico, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros y administrativos.

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