La pontevedresa Rosa Louro es intérprete de lengua de signos, un trabajo que realiza desde hace diez años en aulas educativas de centros públicos. Actualmente lo lleva a cabo en el CEIP Marcos da Portela, de Monte Porreiro, como apoyo a una alumna con discapacidad auditiva.

-Tras una década puede valorar si la necesidad de intérpretes de lengua de signos ha ido en aumento...

-Pues sí, porque nuestro puesto es itinerante por la provincia, así que cuando se termina la necesidad en un centro te reubican en otro. De hecho, el número de intérpretes que trabajaban en Galicia antes se ha incrementado bastante respecto a los que trabajan ahora. El conocimiento del recurso hace que otros centros lo soliciten, y también porque es compatible con otros recursos, como un profesor de audición y lenguaje, otro de apoyo...

-¿Cuál es su función exactamente?

-Nuestra función es, simple y llanamente, interpretar lo que se dice en el aula, por ello tenemos que estar en todas las asignaturas en las que ese alumno sordo está, para facilitarle el acceso al contenido de esa clase, bien sea lo que el profesor explica o lo que los compañeros preguntan. Nosotros estamos allí para romper esa barrera. o, al revés, para unir. También para comunicar lo que el alumno quiere decir; es bidireccional.

-¿Para todas las edades?

-Actualmente, la Consellería de Educación tiene intérpretes desde el primer curso de Infantil hasta cualquier nivel de Secundaria. En la Universidad se encarga de aportar los intérpretes la Diputación provincial.

-¿Cuántos intérpretes son en Pontevedra?

-Actualmente, en la provincia de Pontevedra somos nueve intérpretes en centros públicos. Hay alumnos que están matriculados en un mismo centro, porque viven en la misma zona o, como ocurre en Vigo, porque son centros de referencia para la lengua de signos, por lo que los padres intentan matricularlos allí por esa adaptación concreta. Todo depende del tipo de discapacidad auditiva. La Consellería es la que valora qué tipo de discapacidad tiene el alumno, si va a acceder a la lengua oral por otros medios...

-¿Qué es lo más difícil de una clase para el intérprete?

-Dependiendo del nivel, te tienes que adaptar mucho o no. No es lo mismo interpretar para niños de cuatro o cinco años que para segundo de Bachillerato. Con los niños pequeños lo más difícil es captar la atención tanto del que tiene la discapacidad como del resto. En cuanto a los niveles superiores, la dificultad es la preparación de las clases, el vocabulario... Para ello contamos siempre con la colaboración del profesorado, que nos adelanta la materia. Esto implica, en ocasiones, pactar signos con el alumno, porque son nuevos para él o aún no están creados.

-¿Y los exámenes?

-Para los intérpretes es una clase más. Solo le interpretas los enunciados, no quiere decir que les estés ayudando más que a otro alumno.

-¿Es real esa integración?

-Sí, sobre todo en centros donde hay más de un alumno. También te sorprende en los centros donde solo hay uno cómo se implican los profesores y se dejan guiar por tu trabajo. Toda la comunidad educativa se esfuerza por que se produzca esa integración. Según mi experiencia, mi valoración es muy positiva.