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El mar trae la extra de Navidad

La llegada de las fiestas dispara los precios y con ellos, los beneficios de los empleados relacionados con el sector de los productos del mar

Proceso de selección y pesado de la almeja. // Gustavo Santos

La llegada de la Navidad repunta el sector de la pesca y el marisqueo. Trabajadores del mar y consumidores ponen estos días sus ojos en la Ría de Pontevedra, vivero de productos de consumo generalizados en la mayoría de las familias durante estas fechas y gran impulsora de la economía de su entorno gracias a la dependencia que muchas familias de la capital, Poio o Marín tienen del mar.

Después de un año con varios períodos de paro obligado por las mareas rojas, el sector del mar ve la luz ante la llegada de las fiestas. La demanda crece y, por tanto, la oferta también debe hacerlo. Los mariscadores de las cofradías de San Telmo, Lourizán y Raxó han visto aumentadas sus límites de recogida habituales. En estas fechas, los trabajadores del rastrillo a pie que acuden cada mañana a las playas de Lourido, Combarro o Marín cuentan con un máximo de 15 kilogramos de almeja japónica o bien, 12 de japónica combinada con uno de fina. "La mayoría apuesta por ir exclusivamente a por la japónica, porque hay mucha más", explica Ángela García Torres, la presidenta de la Agrupación da Pé de San Telmo de Pontevedra.

Son las 10:30 horas de la mañana y la lluvia y el sol se entremezclan a orillas de la ría dando lugar a un arcoiris: "Es un trabajo muy duro, pero la meteorología nos está acompañando todo este año. También las toxinas, que han desaparecido en diciembre por suerte. Es nuestra temporada alta y tenemos que aprovechar".

Los primeros trabajadores cruzan la carretera que separa la playa de Lourido del local donde los mariscadores de las cofradías acuden para pesar sus capturas de almeja. Algunos, los más jóvenes, sufren para llevar cargados la media de 14 kilogramos que cada uno de los 220 trabajadores consigue cada jornada. En total, unos 3.000 kilos diarios. Otros, los mayores, reparten el transporte de la captura entre dos personas y avanzan a los pocos.

Es un trabajo de madrugones, impermeables, botas altas, rastrillo y mucha paciencia. Un oficio que no da tregua al físico, pero que, al menos en estas fechas, se lleva con más optimismo porque las ganancias repuntan en el gremio. "Calculamos un incremento de en torno a unos 300 euros más en relación a la media habitual mensual", expone García Torres, que asegura que ese aumento de las ganancias demuestra que el marisco de la Ría de Pontevedra es "de muy buena calidad". "Ence por fin está haciendo su trabajo. Pasa muchos controles. Aquí en Poio el problema es la ausencia de la depuradora. Llevamos años igual. Eso sí nos perjudica", analiza la presidenta de la agrupación antes de trasladarse al control de tamaño y pesado.

Precisamente ése es el momento de mayor felicidad de la jornada para los mariscadores, que acuden a corrobar sus capturas y obtienen el recibo que les permite cobrar cada viernes, el último día de su semana. Los mariscadores y mariscadoras abandonan su lugar de trabajo con el cansancio reflejado en el rostro, pero la satisfacción por haber rematado el trabajo. Llama la atención que, cada día más, crece el número de hombres que trabajan en las cofradías. "Creo que ahora mismo somos casi el mismo número de hombres que de mujeres", confiesa un joven, que asegura que entendió que el oficio del mar era "una buena oportunidad para tener un sueldo, teniendo en cuenta el poco trabajo que hay actualmente en otros sectores".

Tras el paso del molusco por las máquinas que los distribuyen en función de su tamaño, las personas encargadas del control los mueven a los sacos y comienzan a cargarlos en los furgones encargados de su traslado a la lonja. Ése es el segundo paso de la cadena, en el que comienzan a entrar en juego representantes y comisionistas.

La lonja de Campelo acoge cada tarde varias remesas de productos del mar. Primero, el marisco, que a estas alturas del año está basado en los diferentes tipos de almeja. Además, este mes ha habido algo de berberecho, centolla, navaja o bogavante que ha sido recogido a lo largo del mes. Luego, llega el turno para los pescados, con menos presencia a tenor de las cantidades que marca el registro de la lonja en lo que va de diciembre.La raya y la maragota son las grandes protagonistas en este sentido y ofrecen más alternativas a los compradores, aunque apenas varían su precio, al no ser productos cuyo consumo crezca exponencialmente en Navidad.

Unos precios "muy altos"

Tras visualizar el género, la lonja se convierte en el particular Wall Street de Poio. Compradores al por mayor, representantes de depuradoras o firmas comerciales, empresarios hosteleros e incluso vendedores individuales se entremezclan. Los teléfonos comienzan a echar chispas tras las primeras pujas. Son consultas rápidas en unas fechas en las que sacar el género al mejor precio es imprescindible, porque aunque la oferta haya aumentado, la demanda es voraz.

"Los precios están muy altos para faltar todavía más de una semana para Nochebuena. Normalmente, no suelen subir hasta los días previos, porque estos mariscos no se suelen comprar para congelar", comentan los compradores. Los primeros lotes de almeja fina apenas bajan de 50 euros. Al margen de quienes recogen la materia prima, ellos también sacan tajada en estas fechas. Bien sea como transportistas de frescos a las depuradoras, ya que cobran una comisión de en torno a 30 céntimos por kilo sobre el precio, o bien como empresarios de fábricas conserveras, grandes superficies o pequeños establecimientos. "El que compra, tiene que pagar además un 12% de IVA al mariscador o marinero que vende y, además, una cota a la lonja", exponen los habituales que se dan cita.

La subasta es un momento de recelo y regateo. Varios paran la puja y analizan minuciosamente el género antes de llevárselo. No valen errores ni excesos de confianza.Cuando los compradores consiguen lo que iban buscando, cargan las cajas y las trasladan. Los puntos de destino son diversos. Desde las cámaras frigoríficas de los mercados, pasando por los almacenes de las grandes superficies comerciales, hasta las empresas depuradoras o conserveras.

Al día siguiente, llega la hora de poner el género a disposición del consumidor. Los mercados de abastos, antaño grandes centros neurálgicos del producto marítimo, han perdido peso en relación a otras superficies. Así lo aseguran las vendedoras del Mercado de Abastos de Pontevedra. Aunque el emplazamiento sigue siendo una referencia a la hora de medir el precio de los productos del mar y el avance de las compras por parte de los consumidores de cara a las comidas de Navidad.Las vendedoras reconocen que los precios de los productos demandados durante las fiestas "ya están empezando a subir".

Así como el pescado como el rodaballo o el lenguado, propios de la época, "todavía no tienen un coste altísimo", el marisco sí está incrementando su valor. "Es lógico. Si se compra más caro en la lonja, hay que venderlo más caro en la plaza", señala una de las mujeres que tiene un puesto en el Mercado de Abastos de Pontevedra. La almeja japonesa ronda ya los 15 euros el kilogramo, mientras que la babosa supera los 25 en algunos puestos. Mientras, los 1.000 gramos de centollo macho cuestan 30 euros, al igual que la nécora, y las hembras, 40. Por su parte, el camarón, producto estrella, alcanza ya los 55 euros. Mientras, en otros centros de Arousa como O Grove o Ribeira, las cifras eran más elevadas, aunque con el camarón también como el marisco protagonista por su elevado precio, junto al percebe.

Pese a ello, los pequeños vendedores aseguran "no ganar, ni mucho menos, tanto como otros trabajadores del mar" en estas épocas. "Cada kilo de producto que vendemos nos genera uno o dos euros de beneficio", teniendo en cuenta todo lo que hay que pagar el puesto, el IVA o la Seguridad Social. Es el eslabón más débil de un sector que, pese a ello, mira las Navidades con optimismo.

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