Tras un soplo la Guardia Cívica que encabezaba Víctor Lis visitó el 12 de diciembre de 1936 una casa de Salcedo. En un galpón anexo se ocultaban dos republicanos, Manuel Méndez Montes y José Manuel Gómez Corbacho y los represores, además de matar a los huidos, detuvieron a los propietarios de la casa (Consuelo y su hermano Ramón, que eran hermanos de Manuela Acuña, la mujer de Manuel Méndez) y a Elvira, la mujer de Gómez Corbacho.

Los tres fueron fusilados a los pocos días, Ramón y Consuelo el 14 de diciembre y Elvira el 19, después de que un médico certificase que no estaba embarazada, la razón que había aludido para intentar aplazar su muerte.

Consuelo Acuña, que en el momento de su muerte tenía 60 años, y Elvira Lodeiro, de 28, fueron ayer las protagonistas del encuentro celebrado en la Casa das Campás y en el que la periodista Monste Fajardo habló de ambas asesinadas y de cómo sobrevivieron sus huérfanos.

La conferencia se enmarcó en el programa "A Memoria das Mulleres", cuyo objetivo es investigar las historias de trabajadoras, pioneras o represaliadas. "En los últimos meses", indican sus responsables, hubo dos hallazgos importantes, pues se localizaron las familias de las dos únicas mujeres fusiladas en Pontevedra, Consuelo Acuña y Elvira Lodeiro. Las familias relataron las biografías de estas mujeres y recordaron la onda expansiva que dejó el terror".

Elvira Lodeiro y José Manuel Gómez Corbacho, al que los represores tenían especial interés en capturar dada su relevancia en el movimiento obrero capitalino, dejan dos huérfanas, Pilar, ya fallecida, y Manolita, que actualmente reside en Vigo. La primera se crió en Argentina con su tía y la segunda vivió con la familia de Mauro Caballero, dueño de una imprenta y de una funeraria y que tuvo que ocultarse durante meses en un hueco de la cocina de su casa para salvar la vida.

Las dos hermanas jamás se volvieron a ver tras el fusilamiento de su madre, que si bien la versión oficial dice que no estaba embarazada, otras fuentes aseguran que la hicieron abortar para poder matarla en Monte Porreiro.

Por su parte, Consuelo Acuña dejó un huérfano, un adolescente que tuvo de soltera y que padecía una discapacidad. Fue criado por su tía, Manuela Acuña, que en ese mismo triste suceso perdió a su marido y a sus dos hermanos.

"A Memoria das Mulleres" también ha posibilitado el rescate en los últimos meses de otras historias como la de Olivia Tomé "a Rangha", integrante, añaden de las mismas fuentes, "de una familia muy represaliada y que fue rapada por los cívicos", o de las viudas de los fusilados el 12 de noviembre.

Entre ellas se encontraba Matilde, viuda del médico Amancio Caamaño. Tras ser expropiado el sanatorio de su marido, que además era el hogar familiar, se trasladó a Santiago y se vio obligada a transformar su casa compostelana en una pensión para poder salir adelante.