El jurado, por unanimidad, declaró culpable de homicidio a Antonio Frutos Ayala, procesado por el crimen del congelador de Ponteareas. Al jurado popular le bastaron cuatro horas para deliberar, responder a las preguntas del tribunal y redactar un veredicto, en el que declaró culpable de homicidio a Frutos Ayala y de encubrimiento a su amigo David Pumares Abal.

A pesar de la rotundidad del veredicto, la abogada de Frutos Ayala hizo un último intento para que su defendido saliese por la puerta la Audiencia de Pontevedra caminando libremente. La letrada alegó que en las conclusiones del jurado no se aseveraba que existiese una intención premeditada de matar a la víctima, por lo tanto el procesado sería culpable de un homicidio imprudente, castigado con cuatro años de cárcel, y dado que Frutos Ayala ya ha pasado dos años en prisión, aplicándole los beneficios penitenciarios debería -según la letrada- salir en libertad hoy mismo. Un razonamiento que sorprendió a todas las partes y que al momento zanjó la presidenta del tribunal desmontando el argumento. La jueza recordó a la letrada que la existencia de dolo directo o eventual son disquisiciones jurídicas en las que el jurado no entra, que con esta nueva consideración no se introduce ninguna consecuencia jurídica distinta a las que ya se habían admitido por las partes, y que éstas no pueden incorporar en el momento del veredicto ningún elemento que no se tuviera en consideración antes.

De este modo, y tras la sorpresa producida por las nuevas conclusiones de la defensa, el caso quedó visto para sentencia, con un pronunciamiento de culpabilidad unánime de todos los integrantes del jurado. Se piden 12 años y medio para el culpable de homicidio y seis meses para el encubridor.

Su portavoz explicó que consideran probado que Antonio Frutos Ayala y la víctima, José Jesús Isasi González, regresaron juntos al domicilio del primero aquella fatídica noche de marzo de 2014, que allí se produjo una discusión tras la que el autor confeso del crimen propinó "repetidos golpes" en la cabeza a la víctima con un objeto contundente y que posteriormente guardó su cadáver en un arcón congelador.