Entre muros milenarios que van saliendo a la luz poco a poco, Rafael Rodríguez Martínez, arqueólogo de la Diputación, intenta dar respuesta a cientos de preguntas sobre el pasado de uno de los enclaves con más encanto y misterio de la comarca. El castro de A Lanzada está siendo objeto de una nueva campaña de excavaciones y con cada pieza que sale a la luz se presentan nuevas respuestas pero también se plantean muchas preguntas. En busca de una posible villa señorial romana o del desaparecido monasterio de Santa María Lanceata, Rodríguez Martínez descubre que los castrexos son más complicados de lo que parecía.

-Insiste usted en que el de A Lanzada es un castro atípico, ¿por qué razón?

-Es un castro atípico no solo por lo que nos estamos encontrando sino por las excavaciones que ya se hicieron anteriormente en los años sesenta y setenta. Por que es un yacimiento que no tiene defensas. Hay un muro que en las antiguas excavaciones de los años cincuenta, de Filgueira Valverde o Banco Freijeiro, hablaban de que pudiera ser una muralla, pero ahora ya sabemos que es un muro de aterrazamiento, puesto que no es normal una muralla que nos defienda del mar. Lo normal es que estuviera en la parte más accesible del asentamiento, que es tierra adentro y en esa zona hasta el momento no se ha detectado ningún elemento defensivo, ni fosos, ni murallas -ni de tierra ni de piedra-, ninguno de los parámetros para afirmar que A Lanzada es un poblado fortificado. Parece que es más un poblado abierto de carácter comercial.

-¿Y a que cree que se debe eso? ¿a ese carácter comercial?

-Seguramente sí. De hecho estamos viendo en las últimas intervenciones que se están llevando a cabo en Galicia en los últimos 15 o 20 años que la cultura castrexa es mucho más diferente de lo que se pensaba. Distinto a aquello de que son poblados fortificados y se acabó. Son poblados fortificados pero también son puntos de comercio, son pequeños enclaves que funcionan más como fortalezas de control del territorio que como asentamientos habitacionales. Son también grandes almacenes como ocurre en el castro de Neixón, en Boiro, del siglo IV antes de Cristo. Es un poblado fortificado pero sin casas, lo que tiene son grandes silos. Es decir, que es una cultura mucho más compleja y diversa de lo que se pensaba.

-¿Eso no cambia un poco toda esa imagen de una Galicia un poco desconectada de la civilización mediterránea del mundo antiguo? Al final parece que había más contacto con ese mundo...

-Sí. Está claro que desde el siglo IV antes de Cristo y ya hay materiales que nos indican que incluso antes. Pero sí es cierto que a partir del siglo IV antes de Cristo todo el noroeste y sobre todo las Rías Baixas entran en la dinámica comercial del Mediterráneo. Una dinámica que controla primero Cartago y luego hereda Roma. En todos los castros de la costa en los que se está excavando aparecen materiales mediterráneos. Quizá el gran momento de contacto con el mundo mediterráneo -y no tanto con el Mediterráneo sino con Cádiz- es el siglo II antes de Cristo, pero sí que en este momento ya aparecen una gran cantidad de materiales y estructuras raras como las que tenemos aquí en A Lanzada o las del castro del Museo do Mar.

-¿Y aquí en A Lanzada qué es lo que más le ha sorprendido de lo que ha aparecido?

-El campanazo que dio A Lanzada ocurrió en la campaña de 2010 y fue documentar una factoría de salsas. Se pensaba que hasta que llega Roma no hay factorías de salazones, ni salinas, ni nada parecido en el noroeste. Nosotros encontramos una factoría de salsas compleja, datada a finales del siglo III antes de Cristo y hasta el siglo II antes de Cristo. Abandonada totalmente en el siglo I a. de C. y antes de entrar completamente en la dinámica de Roma. Una fábrica que, además, presentaba piletas totalmente distintas a las romanas y con una manera de construir a medio camino entre el mundo galaico y el mediterráneo que nos dice que estamos metidos ya en un circuito comercial importante en el que no es solo que se produzca un intercambio comercial de materiales, sino que también llegan ideas nuevas y formas de hacer las cosas. Esto es lo que nos deja constancia de este comercio brutal y directo que hay. De lo contrario, a un galaico del siglo II a de C. no se le ocurre montar una fábrica de salsas. Además de ser un yacimiento castrexo atípico es un punto donde cristalizan las relaciones entre los individuos del Mediterráneo y el Atlántico a través de esta industria, entre comillas, fabril.

-¿De la actual campaña, la que tienen ahora en marcha, qué es lo que más les ha sorprendido? La presidenta de la Diputación desvelaba el otro día que ya han encontrado más de tres mil piezas, parece que es meter la paleta en un castro y empezar a aparecer restos...

-Los castros son los yacimientos arqueológicos más agradecidos. Sí, estamos ya por las tres mil piezas. Esto promete, dado que en 2010 fueron 11.400 y solo excavamos 600 metros cuadrados. Ahora vamos a excavar 1.800 metros por lo que nos pondremos en muchos miles de piezas y eso asusta porque hay que investigar, analizar e inventariarlo todo. De momento llevamos abierta un poquito más de la mitad de la excavación y lo que tratamos es aclarar un área que fue parcialmente excavada en los setenta. Teóricamente, y nos movemos en el ámbito de las hipótesis, lo que vamos hallando son estructuras romanas, pero no sabemos de cuándo son, ni qué son. Sabemos que hay mucho material depositado en el Museo de Pontevedra que provienen de ahí y ahora tendremos que casar las dos cosas. A día de hoy tenemos una secuencia de muros de la leche, con unas cronologías -que tengamos claro- que van del siglo I al siglo II después de Cristo, algo que nos esperábamos aunque también hay cosas mucho más antiguas que hay que estudiar.