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María del Carmen Otero Valenzuela: "Quise ir a Perú porque sabía que ellos me iban a dar algo que yo necesitaba y no tenía"

La pontevedresa lideró en los años setenta una iniciativa que llevó agua a más de 40.000 habitantes en un pueblo de Arequipa

María del Carmen Otero Valenzuela, en su casa familiar en la localidad pontevedresa de Bandeira. // FdV

María del Carmen Otero Valenzuela (Pontevedra, 1947) supo cuando todavía era una niña que tenía vocación religiosa. Lleva más de cuatro décadas en Perú, donde se puso al frente de una iniciativa que permitió la puesta en marcha de un sistema de agua corriente para más de 40.000 habitantes. "La clave fue ir venciendo juntos todas las dificultades", asegura una mujer que ha dedicado toda su vida a la Educación en el país andino y que se ha dado un descanso en las últimas semanas en su lugar de origen, Pontevedra.

-¿Desde cuándo es religiosa de Santa Dorotea?

-Llevo 44 años en Perú, pero soy religiosa desde hace 50. Empecé con 18 años. No fue una decisión de las hermanas y menos de mis padres, que no querían. Fue una decisión totalmente mía, libre. Yo fui la que lo pidió. Puedo decir que a los once años ya tenía vocación. La frase de mi padre fue: "Tú no estás ni para casarte ni para salir de casa".

-En plena Dictadura...

-Claro, pero a nosotros no nos importaba nada Franco, no teníamos nada que ver. Mis padres consideraban que no estaba madura para ello, pero yo dije que sí.

-¿Cuál fue su primera etapa?

-La del noviciado, en Tui. Estuve de novicia dos años y medio. Después tuve que estudiar Magisterio y fui a un colegio en el Pazo de Gallegos, en Ordes, A Coruña. Por aquel entonces todavía no era profesora, pero apoyaba.

-¿Y las misiones?

-Fue un deseo cumplido de vivir la vida religiosa fuera de las grandes comunidades con muchas hermanas. Yo quería comunidades pequeñas y ágiles, donde pudiera hacer misión. Yo quería acción y reflexión. Allí todo es reflexión. Nuestra vida tiene sentido cuando somos capaces de profundizar en lo que hacemos y en lo que vivimos. Cuando tú eres superficial es que has perdido la referencia. Yo también quería ir a Perú porque sabía que ellos me iban a dar algo que yo necesitaba y no tenía. La vida de aquella gente me hizo feliz. Llegué en 1972 a un pueblo joven, Miguel Grau, en Arequipa, que no tenía agua y nosotras, como grupo, nos propusimos que tuviesen acceso a ella. Eran unos 40.000 habitantes.

-¿Lo consiguieron?

-Conseguimos agua, conseguimos un colegio, al que por aquel entonces ya asistían unos mil alumnos, y aprendimos a ser pueblo. A liberarnos. Para mí supuso vivir una vida más comprometida. En ese momento comenzaba la teología de la liberación, tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín.

-¿Se siente satisfecha con el recorrido realizado?

-Totalmente. Por haberme comprometido con la gente y por haber hecho cosas.

-¿Cuáles fueron las principales dificultades? ¿Había terratenientes?

-No. Eran dirigentes, que se vendían a los bancos. Los bancos nos ofrecían los tubos para canalizar el agua si le dábamos, por ejemplo, 14 millones por familia. Tuvimos suerte porque uno de los vecinos de nuestro grupo era entubador, trabajaba en una empresa del agua. Él me decía lo que costaba. Lo que hicimos fue picar nuestra propia tierra y compramos los tubos por nuestra cuenta. Nuestra propuesta resultó ser de cuatro millones por familia. Fue muy bonito hacerse pueblo, porque una cosa es ser vecinos y otra ser pueblo. La clave fue ir venciendo juntos todas las dificultades.

-¿Quién le ayudó en todas esas gestiones? Siendo mujer lo tendría muy difícil?

-Lo bueno es que era mujer, sí, pero muy fuerte. Tenía tanta fuerza? y tenía a la comunidad que me ayudaba en la parte económica. Me ayudaba una hermana a hacer cuentas. Éramos 25 socios y cada uno tenía su libreta de ahorro y metía cada semana una cantidad. Cuando tuvimos para comprar los tubos del agua, los demás se rieron de nosotros. Yo les dije que si nos confundíamos no siguiesen nuestro camino.

-¿Cuánto tiempo tardaron en conseguir materializar este proyecto?

-La concienciación pudo durar un año. La ejecución de las obras se realizó en dos años. El día en que llegaron los tubos, no había hombres porque se encontraban trabajando, éramos solo mujeres y niños.

-Ahora ya está en otra población?

-Ya llevamos unos doce años en Cerro Colorado, también en Arequipa. También comenzamos poniendo en marcha un colegio con muchas dificultades. Nuestra labor, en cualquier caso es la Educación, la sistemática y asistemática. La cuestión del agua en Miguel Grau fue el apoyo a la liberación del pueblo. Suenan muy grandes estas palabras, pero realmente fue sanar a los niños, acabar con los problemas intestinales...

-Porque su verdadera profesión es la Educación.

-Comencé como profesora de niños y después se presentó la necesidad de que fuese profesora de Secundaria. Cuando me fui a la sierra, el ministerio me dio, después de mucho esfuerzo, una plaza de especialista de educación religiosa, que consistía en el apoyo a los profesores para controlar que se daban las clases de este tipo.

-¿De qué se siente más orgullosa en todo este camino?

-De ser de Jesús totalmente.

-¿Qué significa esto?

-¿Sabes cuando crees en el amor y lo entregas todo, y no te reservas nada?

-¿El amor al prójimo?

-No me gusta decirlo así, porque es una frase muy hecha. Es el amor al otro. Yo quise vivir en una comunidad ágil, en la que descubriésemos el discernimiento. Por medio de la oración liberarte de tu yo, quedarte en nada para recibir lo que los demás dicen y ponerte en situación de querer saber cuál será la voluntad de Dios. Para discernir hace falta tener fe.

-¿Tuvo alguna vez una crisis de fe?

-Le tengo dicho a Jesús muchas veces: "¿Por qué haces así las cosas?".

-Su origen era de una buena familia. Pudo haber tenido una vida más cómoda. ¿Nunca echó de menos esas comodidades?

-Pasé carencias voluntariamente. A veces nos daba la risa porque no teníamos pan, pero siempre tenemos mucho más que los que tenemos al lado.

-En vez de ser religiosa pudo elegir hacer voluntariado con una ONG?

-Lo mío con Jesús es todo. No es por un tiempo.

-Ahora falta vocación. ¿Cuándo fue la última vez que recibieron a una española?

-Desde los años setenta no hemos recibido a ninguna. Las jóvenes que hay son de Latinoamérica. Tenemos un noviciado muy bueno.

-¿Le da pena que no haya más jóvenes que elijan esa opción?

-Sí, porque piensas que igual se debe a que tú no has trabajado bastante. La Iglesia está pasando un trance muy difícil y un cambio total.

-El actual Papa es más cercano?

-Sí, lo es, pero la gente pide que haga muchas cosas. Pero las hará. Hay cosas que está haciendo con mucha fuerza y mucha violencia. ¡Ha puesto a cardenales en la calle!

-¿Alguna vez le dio pena el no haber formado una familia y tener hijos?

-Siempre me han gustado los niños. Mi familia es muy grande y muy unida, pero allí tengo otra familia.

-¿Qué hubiera cambiado de su vida?

-A veces creo que tendría que haber sido más seria en los estudios, más reflexiva, pero mi temperamento no es de reflexionar mucho, soy muy impulsiva, muy espontánea. Todo eso tuve que trabajarlo mucho. Si quería sacar a una mujer profunda, tenía que reflexionar. Si quiero ser de ley, tengo que ver dónde me confundo y qué tengo que modificar.

-¿Qué le diría a alguien que dude sobre iniciarse en la vida religiosa?

-A una joven que esté con inquietudes de ser religiosa, le diría que haga el favor de meterse dentro de sí, de preguntarse qué quiere de su vida. La respuesta la va a tener dentro.

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