Dolores Peón tiene 73 años y vive sola en Acevedo. Tiene varias propiedades, todas heredadas de su madre, pero ahora la mayoría de ellas han resultado afectadas por el fuego. "Empezoume a cheirar a queimado e avisei á miña irmá, que vive en Poio, aínda que dende alí aínda lle levou un tempo chegar ata aquí", asegura entre las cenizas que rodan su casa.

La mujer tuvo que ser desalojada ya que su vivienda se encuentra en el preciso lugar donde el fuego hizo más daño en la parroquia de Pontesampaio. Sus problemas de salud, entre ellos un soplo al corazón, según confiesa, preocuparon a los servicios de extinción, que la dejaron con sus sobrinos.

A escasos metros de su casa se encuentra otra abandonada y un alpendre. Todos ellos ardieron y, de hecho, ayer todavía era peligroso entrar en su interior, debido a que caían partes del tejado y vigas tras el paso del fuego, que solo dejó en pie la piedra.

A Dolores Peón también se le quemaron un terreno lleno de cañas y otros terrenos, como un corral. Afortunadamente, ahora ya no tiene animales.

"Cobro unha pensión moi pequena, de pouco máis de 400 euros, así que vivo modestamente, porque me chega para vivir de milagro", se lamenta.

Todas estas propiedades eran de su madre y, previamente, de sus abuelos. "Estou soa, e non teño marido nin fillos, así que todo isto é o que me queda. E mirade agora como está".

Mirando a su alrededor, la anciana hace su propio balance y, señalando al monte, asevera: "Isto pódese declarar zona catastrófica". Y es que ella no puede evitar recordar la oleada de incendios de 2006, que asoló a toda Galicia y que también afectó a Pontesampaio. "Por aquel entón, a min non me deron nin un céntimo", se queja.

"Eu sei que esta casa é grande e que precisa de moitas reparacións. Agora aínda máis. Pero eu non teño posibles para arreglar", confiesa.