"Solo Rivas Fontán. Memorias de un político lejos del rebaño" es el título del primer libro del periodista y escritor Adrián Rodríguez, lucense de nacimiento y pontevedrés de adopción. La publicación, que hace un repaso a la trayectoria del primer alcalde de la democracia en Pontevedra en una crónica llena de historias, recuerdos y anécdotas, será presentada el lunes 23 de mayo en un acto público en el Teatro Principal.

-¿Qué les lleva a embarcarse en una aventura como esta? ¿De quién fue la idea?

-Adrián Rodríguez: Fue idea mía porque cuando estaba trabajando en prensa siempre intentábamos darle un enfoque local a noticias importantes que tenían lugar a nivel nacional. Procurábamos hablar con gente de Pontevedra que hubiese tenido relación con esos hechos o los hubiese vivido. Me di cuenta de que las mejores historias siempre las contaba José Rivas Fontán y se me ocurrió que se podían recopilar en un libro. Al final, se convirtió en algo mayor y lo que iba para seis meses terminó en dos años. Se lo propuse a Rivas tomando un café y aceptó, a la primera, además.

-¿En qué momento una persona está preparada para que se escriban sus memorias?

-José Rivas Fontán: Justifico este momento en la canción que más me gusta del mundo, la de "My way" ("A mi manera"), de Frank Sinatra. Estas memorias se las debo mucho a mi hija Patricia, porque cuando en el año 2004 me hicieron la faena política de dejarme descolgado, Rajoy faltar a su palabra y yo intentar hablar con él desde América y no ser capaz, ella me decía que tenía que recomponer mis memorias y tratar de reflejarlas en un libro para que cada cosa quedase en su sitio y la gente supiese lo que había pasado.

-Curiosamente, ahora las escribe un pontevedrés de adopción, alguien que no vivió "la época Rivas Fontán"...

-A.R: Para Rivas Fontán fue un punto a favor. Me lo dijo el primer día.

-R.F: Yo estaba mucho en Madrid y no conocía a Adrián, pero conozco los pálpitos sociales y periodísticos de los pontevedreses. Yo observaba que los periodistas que venían de fuera eran mucho más objetivos en mi vida política que los de aquí de toda la vida. Aquella fue una época en la que sentí más apoyo fuera que aquí, en Pontevedra. Una de las primeras preguntas que le hice a Adrián fue de dónde era. Cuando me dijo que de Ribadeo, pensé que era un punto importante a su favor.

-Son más de 50 horas de entrevistas. ¿Cómo se consigue un ritmo tan ágil?

-A.R: No solo son esas 50 horas. Esa es la base. A partir de ahí surgió una relación estrecha. Tomando un simple café surgían historias que no me había contado y que me obligaban a reescribir algunas partes. Lo que tuve claro desde el principio es que no quería el típico libro de memorias. También quise que se apartase del canon habitual. Hay muchas historias que se han quedado fuera.

-R.F: Lo ha escrito con un rigor asombroso. Hay una visión que es la mía, pero también un contraste de datos, de documentos, de sentencias, de procesamientos... La fidelidad es a mi memoria y a los datos que Adrián fue capaz de buscar y encontrar.

-Hay temas que se echan en falta en el libro, como Ence o la rivalidad con Vigo por la capitalidad.

-R.F: A Adrián yo le dije la verdad sobre Ence. Cuando llegué al Ayuntamiento, el aspecto de Ence era muchísimo peor de lo que lo es ahora. Me asesoré con un abogado sobre determinados temas como Ence o la plaza de toros. Ence era una empresa estatal y su director vino a verme. Me habló de los proyectos que tenían y yo le hablé de la contaminación. Los asesores me dicen que está sin legalizar y que hay que abordar ese problema en el Plan General. En él se recoge que existe una industria asentada en una zona del municipio y que nosotros no podemos erradicarla porque hay una concesión que hay que respetar. Lo que es socialmente deseable, no es económicamente posible. Se decidió mejorar la situación y evitar la contaminación, el daño estético...

-¿Nunca se habló por aquel entonces de un traslado?

-R.F: Nunca. Se sabía que hasta 2018 la fábrica era un muermo que tenía que estar ahí. Cuando me dicen, con el tiempo, que yo defendí la fábrica, yo respondo que no tuve otro camino.

-¿Se arrepiente?

-R.F: Hoy sigo convencido de que la fábrica no debe estar ahí a partir de 2018 porque ahora es propiedad de una empresa privada que la ha comprado sabiendo que en ese año tenía que desaparecer. El precio no es el mismo que si la concesión hubiera sido hasta el año 2060. Yo creo que la prórroga no la podía hacer un Gobierno en funciones ni un presidente que sea de Pontevedra, porque él conoce como yo los malos olores de la fábrica. Esa prórroga, por las circunstancias económicas actuales, se podía haber hecho por cuatro o cinco años, pero no condenar a los nietos de mis nietos a ver ocupada una zona marítima.

-¿Qué se ha guardado Rivas Fontán que no se haya publicado en este libro?

-A.R: Yo estaba convencido de que, tras esa relación de confianza generada en esas horas de entrevista, me iba a meter una tijera muy grande en el primer borrador que le mostré. Pero no fue así, salvo algún matiz muy pequeño, algún taco o algún insulto. Rivas Fontán tiene una ventaja muy grande: fue alcalde con tres partidos diferentes, dos de ellos no existen y del tercero se fue dando un portazo. La desventaja es que no hay nadie que le reivindique en Pontevedra, pero la ventaja para la elaboración del libro es que le ha dado una libertad para hablar tremenda. No tiene ataduras con nadie.

-Guarda 146 tomos de facturas, documentos... No todos los alcaldes hacen eso. ¿Precavido?

-R.F: La política es un mundo donde se utilizan las peores mañas. Fui guardando todas las facturas de mi casa. Eso me salvó durante el proceso judicial con Luciano Varela.

-Un tema que ocupa varios capítulos del libro. ¿Fue muy duro recordarlo?

-A.R: Estábamos en su casa y empezamos a buscar alguna documentación en su despacho y vi una carpeta gruesa que ponía "Luciano Varela". Rivas me dijo: "Recordar ciertas cosas me revuelve el estómago". Yo le dije: "Pepe, ganaste". Él respondió: "Gané los cojones". Él dice que fue como una especie de catarsis.

-R.F: Sí. Yo a Adrián lo acepté con cierta desconfianza, como se hace con cualquier periodista, y acabé confiando plenamente en él. Es algo que se gana con el tiempo. Me sirvió para vaciar un mundo que tenía dentro y que yo ya no podía reproducir ni siquiera con mi familia, porque era contar siempre lo mismo. Pero me daba mucha rabia que esa historia pasase de boca en boca sin que hubiese referencias escritas y documentadas.

-A.R: Sí le causó dolor porque Rivas ve cómo había sido su carrera hasta ese momento, meteórica. Había posibilidades, y de repente se da de bruces con él. Le dará rabia y yo lo entiendo, es humano.

-R.F: Yo tenía un concepto de la Justicia. En el año 1979 yo estaba convencido de que el Poder Judicial iba a ser el árbitro. Lo que me encontré en Pontevedra es que el árbitro se va con el equipo contrario. A mí se me derrumbó el mundo. Me quedé absolutamente asombrado. Yo no estaba enfrentado con la Justicia, que tenía en un altísimo valor, sino con un juez.

-Según el libro, hubo otras personas que no le pusieron las cosas muy fáciles: César Portela, Eladio Portela, César Mosquera...

-A.R: Una característica de Rivas Fontán como alcalde es la de ejecutivo. Era una persona que no era nada diletante, no dejaba que los problemas se resolviesen solos, y eso te crea enemigos. Hay gente que al leer el libro se va a sentir molesta.

-R.F: Yo sé que gobernar es decidir. Cuando te sientan frente a una máquina administrativa que cada día tiene que resolver los problemas de los vecinos no te queda más remedio que decidir.

-¿Cuál fue el capítulo que más le sorprendió a Adrián Rodríguez?

-A.R: Yo soy un apasionado de la historia y del 23-F. Ese capítulo tiene escenas sorprendentes y llamativas. También me gusta mucho la parte del ocaso. Las historias bonitas son siempre fáciles de contar, pero la parte en la que se le engaña dos veces seguidas para presidente de la Diputación en 2003 y en las listas al Congreso en 2004 me interesaba mucho. Quería conocer su rabia por haber sido engañado, descubrir esa parte interna.

-Muchos pontevedreses se sentirán parte del libro. Hablo por ejemplo del encierro de trabajadores de la empresa Raymundo Vázquez en el consistorio. ¿Cree que lo gestionó bien?

-R.F: Yo no podía hacer otra cosa. Estás en el Ayuntamiento con unos recursos mínimos que apenas dan para pagar a los funcionarios. La empresa tenía mucho más poder económico que el Ayuntamiento. El ingeniero municipal era yerno de Raymundo Vázquez. Él me decía que la familia estaba arruinada, que lo había perdido todo. ¿Qué podría hacer hoy Lores? Nada. Pararlos, frenarlos una y otra vez, recibirlos... En esa invasión del Ayuntamiento yo disponía de información de la Policía secreta, que me dijo que había un agitador, Serantes, conocido por ser un profesional de la revolución en Ferrol.

-Se recuerda el incendio en el Teatro Principal de 1980. Ahora al leerlo se encuentran ciertas similitudes con el de A Ferrería de hace unos meses.

-A.R: Sí. De hecho, al día siguiente llamé a Rivas y le dije que me había acordado mucho de él. Era un incendio en la zona vieja, existía el riesgo de que se extendiese y también hubo una discusión sobre los medios. Toda la gente viendo el infierno en directo...

-R.F: La del Teatro fue la crónica de una muerte anunciada. Durante los bailes del Casino se hacía un piso de madera sobre las butacas y caían colillas. No sé cómo no ardió antes. El teatro estaba sentenciado. Estaba arruinado, había pulgas...

-La experiencia de Rivas Fontán con el Casino no fue muy buena.

-R.F: Yo fui al baile invitado, por el presidente, pero no llevé smoking. Me insultaron porque iba de chaqueta y corbata. ¡Pero es que yo no era socio!

-Y polémico también ha sido el Monumento al Soldado...

-A.R: Es uno de los temas que más me ha preguntado la gente si había incluido en el libro, ya que uno de los soldados del conjunto escultórico tiene el rostro muy parecido al de Rivas. Fue cosa del autor, Vilar Lamelas.

-R.F: Le llegué a decir que le pusiese una barba o un bigote. ¡Algo!