Seis experiencias con fondo humano contadas por sus protagonistas fueron los ingredientes de "Sente Siria", una acción social colaborativa organizada por el Espacio Arroelo, ayer en la Casa da Luz.

Con el fin de sensibilizar sobre la situación de los refugiados, se crearon varias mesas redondas en las que se abordó la cuestión Siria, la del Tíbet y la de las miles de personas que arriesgan sus vidas para llegar a Europa desde África en una patera, como Emmanuel Kojo. Él fue uno de los que no dudó en compartir su pasado con los participantes en la iniciativa.

"Te lo venden como el futuro. Te subes a una patera después de haber pagado 2.000 euros, pero, en mi caso, estaba convencido de que no íbamos a llegar", asegura.

Emmanuel Kojo lleva diez años viviendo en Galicia. Cuando tenía 20 se fue de Ghana a Gambia. Trabajó como delineante y profesor, hasta que creó su propia empresa de exportación de pescado. El robo de su mercancía le arruinó y obligó a buscarse una vida mejor. Fue entonces cuando se planteó venir a Europa.

"Un día vi a unos chicos que se subían a una patera y pensé que yo podría hacer lo mismo", recuerda.

Junto con otras 122 personas realizó el trayecto hasta las Islas Canarias en una barcaza de 15 metros de eslora, en la que cocinaban con un horno de camping gas y donde moverse era casi imposible.

"A los tres días te empieza a entrar el frío. La ropa no te seca y te duele la piel de la sal", dice sobre el peor viaje de su vida, que duró once largos días.

"No sé ni cómo conseguimos llegar, ya que la barca tenía un GPS pero falló. Logramos acercarnos a territorio español gracias a la experiencia de uno de los ocupantes, que tenía experiencia en la orientación con las estrellas. Finalmente, nos rescató Salvamento Marítimo. Nos quedaba una hora para que se hundiese la patera".

A partir de ahí comenzó otra larga "travesía", la de conseguir los papeles en un país extraño. Tras pasar por Madrid y Burgos llegó a Galicia. En Marín, ayudado por Cáritas y Sor Elvira, consiguió un trabajo y ser acogido por una familia.

"He trabajado como un animal. Ocho horas metido en un frigorífico a 30 grados bajo cero", confiesa. "He tratado con todo tipo de gente: muy buena y muy mala".

Ahora, se prepara para iniciar una nueva etapa, abriendo su propio proyecto empresarial desde Santiago, donde reside actualmente. Se trata de una empresa de reparación de coches a domicilio, que cuenta con el apoyo del Igape, organismo dependiente de la Xunta de Galicia.