Aunque jubilada, sus clientes le siguen pidiendo sus arroces, especialmente con bogavante, porque en palabras de sus clientes, nadie lo hace como ella... y eso no es poco en Poio, donde hay cocineros con estrella Michelín. Más que por sus platos, Susa Rial será homenajeada por ser una "luchadora incansable", tras una vida en la que tuvo que hacerse un hueco en dos áreas tan reservadas a los hombres como la venta puerta a puerta o la hostelería.

-¿Qué sintió cuando le comunicaron que sería una de las homenajeadas por el Día da Muller en Poio?

-Al principio pensé que me daba algo... después ya pude reaccionar. Es como algo de vértigo.

-Destacan que fue elegida por ser una mujer que se tuvo que hacer a sí misma y por su carácter emprendedor. ¿Se ve identificada con esta descripción suya?

-Sí me veo. Tocó luchar mucho para llegar hasta donde estamos. Al principio empecé a vender por las casas. Recorriendo las zonas de Cambados, O Grove o Sanxenxo ví bares y casas antiguas que restauraban para poner un negocio y me dije que podría hacer yo lo mismo. Lo hablé con mi hijo pequeño y salió adelante, aquí estamos.

-¿Cómo llegó a vendedora ambulante?

-Me hacía falta. No había otros medios. Tuve que ir vendiendo a 'puerta fría' por necesidad. Pero lo mejor fue la gente, me recibió muy bien. Guardo muchos recuerdos y amistades hasta el punto que me invitaban a las comuniones y las comidas por las fiestas patronales. Me invitaba e iba porque no quería quedar mal con nadie porque siempre se portaron conmigo muy bien.

-Empezó en los años ochenta

-Sí, más o menos. Mi abuelo me regaló un coche, un Dyane 6 de segunda mano por 100.000 pesetas. Ya podía ir por sitios lejos. Este coche me dio la vida, cuando no podía más por los arreglos me compré un R4. Vendí tupperwares, baterías de cocina, cortinas, joyas... Me llamaban El Corte Inglés, pero yendo casa por casa. Todo lo que me pedían. Pude ayudar a cubrir las necesidades en los sitios a los que es más difícil que llegasen cosas como la termomix o las aspiradoras en la época.

-¿Y por qué fue reacia a vender en Poio a pesar de ser de aquí?

-También tenía algunos clientes aquí, pero me acababa de separar, me hacían preguntas y no tenía la libertad para entrar.

-Aparte de las dificultades iniciales, ¿tuvo más trabas en su trabajo por ser mujer?

-Al principio tenía un poco de miedo por ser vendedora ambulante porque piensas que no te van a tratar bien, pero después la gente reaccionaba bien y te abría las puertas. Me fue muy bien, tengo muchos conocidos de vender y aun hoy en día, después de dejarlo nos llamamos, estamos en contacto.

-¿Cómo fue su paso a la hostelería?

-Siempre me gustó cocinar. Empecé haciendo cochinillo que venía de Salamanca, empanadas... de todo. Ahora jubilada, solo el arroz con bogavante, con vieira, con carabineiro, eso lo hago yo porque después de tantos años los clientes me lo siguen pidiendo.

-¿Cual es la receta que le da a la juventud, y en especial a las mujeres, para que tengan el éxito que obtuvo usted en sus empresas?

-Hay que tener en cuenta que cuando empecé en 1995 era poca cosa y ahora tenemos mucho. Al principio fue un bar y ahora se pasó a restaurante. A las nuevas generaciones les diría que buscasen trabajo, que aprovechen los medios. Mucha gente hizo ya lo que hizo yo. Hay que animarse y llevarlo con normalidad.