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Jesús Valiño: "Esta profesión es como una droga, y eso que yo quería ser cualquier cosa, pero sastre nunca"

"Empecé regalándole un traje a El Cordobés, que le quedó perfecto y se hizo cliente mío"

Jesús Valiño: "Esta profesión es como una droga, y eso que yo quería ser cualquier cosa, pero sastre nunca"

No todos pueden presumir de oficio: se paga en años robados a uno mismo, disgustos, trucos... Los días de los sastres son "así como me ve, con el dedal, cortando, mire...¿le gusta la tela? Es ligera verdad, anda sáquese la bufanda y pruebe"...La periodista hace de mala percha en el taller de Jesús Valiño, referencia en el armario de los caballeros mejor vestidos de Pontevedra. "Esta profesión es como una droga", explica con pasión, "le quieres tanto porque te ha costado mucho aprender, muchas horas de clases, muchos esfuerzos ?"

-Y eso que no tenía usted vocación

-Ninguna, lo mío fue impulsado por mi madre, que me dijo que quería un oficio para mi que fuese abrigadiño (sonríe); entonces no había posibilidades de estudiar y me metió de sastre, pero yo no quería, no, no, hoy para mi esta profesión es una droga pero antes quería ser cualquier cosa, comerciante, médico, pero sastre nunca, aunque después a la fuerza, como todo, te van poniendo pruebas, vas haciendo, haciendo, te va gustando y a continuación entras de lleno, pero me gustó.

-Fue importante en su biografía el contacto con la industria textil catalana?

-Es que después vino la mili, estuve en Barcelona, y fíjese que pagaba con horas de trabajo, me granjeé la amistad de los jefes de la Marina y tenía muy pocas horas de servicio, así que me iba a un sastre para que me enseñase lo que me faltaba del oficio, el corte, y trabajaba gratis todo el día para que me enseñasen solo dos horas de corte por la noche. Y de ahí surgió el amor a la sastrería y a la profesión.

-Lo suyo son las contradicciones, porque afirma que tampoco quería ejercer en Pontevedra.

-Tampoco (sonríe), no quería quedarme en Pontevedra, pero la morriña, mi madre, mi familia, hicieron que me quedase aquí, pero reconozco que siempre me tiró más Barcelona por el ambiente que se respiraba entonces, con mucha influencia de Francia, un ambiente muy dinámico de los sastres en donde venía un cliente a las 12 y a la una menos cuarto ya se estaba probando un traje.

-¿Se considera heredero de la tradición francesa de la sastrería?

-Más bien de la de Cataluña, de la francesa por el dinamismo de la profesión, aún hoy aquí me enorgullezco de que un cliente viene a probar un traje a las 11 y al cabo de una hora se lo estoy probando.

-¿Cómo se hace un traje?

-¡Uy! Es muy complicado, mucho, la profesión es complicada, tienes que tener gusto para hacerlo, querer a la profesión, cultivar el don de gentes, ser un poco psicólogo, yo incluso fui a clases de psicoestética para asesorar a mis clientes, porque yo si entra un cliente por la puerta se si le voy a vender, también se lo que necesita y eso es importante a la hora de aconsejar, hay que ser muy responsable, nunca engañar al cliente sino tratar de que vuelva y de que sea más que cliente, amigo, y así poco a poco.

-Tiene usted clientes de décadas

-Pues si, cuando empecé era un crío, tenía 23 años, aún no.

-¿Es verdad que los clientes le llegaban con las telas?

-Si, yo no tenía telas, me llegaban con un paquetito, yo me había establecido en el edificio del Carabela, en la segunda planta, me llegaba la gente con las telas a mi habitacioncita, que era lo que tenía, una habitación con un probadorcito y esa plancha que ve usted ahí, me llegaba la gente con los paquetiños para hacer el traje y preguntaban por el sastre, se sorprendían por mi juventud y me advertían de que la tela les había costado mucho dinero. Ese segundo piso me dio la vida, la gente no se daba la vuelta (risas) y después gracias a dios se corrió la voz de que lo hacía bien.

-¿Cómo continuó su actividad comercial?

-Después pasé a las galerías Oliva, allí escogí una tienda un poco más amplia, con más espacio, para que darle un mejor servicio a los clientes, me pareció que necesitaba un sitio más acorde, y después tuve también la suerte de que me tocó enfrente el fallecido Amador Larriba, que tenía una agencia de publicidad.

-Porque usted fue un pionero del marqueting en un momento en el que muy pocos empresarios confiaban en la publicidad

-Yo casi todo lo que ganaba, le digo la verdad, lo metía en publicidad, en la prensa, en la radio, en el campo de fútbol. Me decía a mi mismo que eso repercutiría en el cajón, porque para salir adelante en esta ciudad es muy complicado, ¡uy! Y además cuando empecé había un montón de sastres y de hecho yo llegué a tener un montón de personal, llegué a dar horas de prueba y llegué a estar saturado de la confección. También tuve la suerte entonces de vestir al Pontevedra C. F. del Hai que roelo, lo vestí durante varios años.

-Pero antes puso en marcha su propio sistema publicitario con los toreros de la época...

-Como no tenía cuartos para hacer publicidad al principio empecé regalándole un traje a El Cordobés, a Juan Manuel Benítez le regalé el primer traje, ni se lo probé, se lo mandé y le quedó perfecto, así que los otros se los vendí; con tal motivo también hice trajes para Ángel Teruel, los Dominguín, a los principales toreros de la época que venían por aquí. Y El Cordobés se hizo cliente mío.

-En esa década, los sesenta, fue el sastre de Torrente Ballester

-¿Don Gonzalo? Don Gonzalo se sentaba aquí y era muy ameno, muy agradable, vino aquí recomendado por un amigo suyo, el señor Manuel, Manuel...

-Manuel Domínguez, catedrático de Literatura del instituto Valle Inclán

-Si, si, ¿pero cómo lo sabía usted?

-Fui su alumna

-Ah, ah (risas) pues sí, por don Manuel Domínguez, que me preguntó porque un amigo suyo necesitaba algo para un premio, me dijo tienes ahí un abrigo que te sobre, que tenía un amigo que venía de Madrid y no tenía abrigo, así que le dejé un abrigo a Don Gonzalo para no se a dónde tenía que ir, un compromiso, le dije llévese este abrigo y luego lo cogí de cliente claro, si, le hice muchos, muchos trajes.

-¿Era un hombre elegante?

-¡Uy,! si, mucho, le gustaba vestir muy bien, a pesar de su... Bernarda, su esposa, dijo que nunca había vestido tan elegante (sonríe) hasta que yo lo vestí, le hacía trajes tanto de franela como de alpaca. También hice trajes para Luis del Olmo, Jordi Pujol, para muchos.

-Su sastrería, a pesar de la crisis de la artesanía, sigue teniendo un nicho de mercado.

-No me puedo quejar gracias a Dios (risas), pero por desgracia no hay profesionales, estamos quedando muy pocos, es una gran pena que no haya relevo, me sorprende porque en otros sitios fuera de España está muy ponderada nuestra profesión y aquí tal vez no han cuidado las escuelas de artes y oficios que había entonces, tampoco han sabido estimular a los jóvenes a aprender nuestro oficio, porque es un oficio, lo nuestro es muy laboral. Mire, ando aquí con mi dedal, este dedo hay que atarlo por aquí para que coja fuerza para coser con rapidez, nosotros no cosemos así como las mujeres, cosemos de lado, picar cuellos, hilvanar unas liguetas, hacer un trabajo flexible, no aquel rudimentario de entonces, y eso se aprende yendo a clases, a encuentros, a conferencias, y en el taller, experimentando con colegas de otros sitios, investigando.

-¿Le costó entrar en el Club de Sastres?

-Mire, es esto que tengo aquí (señala la acreditación del club que destaca en una de las paredes), de aquí somos 30 en toda España, por desgracia alguno ya no está, pues una de esas estrellas que figura en el escudo soy yo. A mi me admitieron en el año 1992, pero efectivamente pretendí ingresar antes pero me dijeron que era muy joven, que tenía que esperar. Y si, hubo algún compañero de Vigo que me puso alguna zancadilla.

-¿Cómo es la votación?

-Sólo de los mejores sastres, si sale una bola negra, y no sabes de donde puede salir, estas fuera, no te admiten. Y... Ejem... Todavía seguimos con esa normativa. Y ahí estamos sastres de toda España, que participamos en congresos mundiales, por ejemplo fíjese participé ya en la época de Franco y Rusia no podía participar, era un certamen mundial que se celebraba en Madrid y en el que estaban Japón, China.

-¿Qué país tiene una gran sastrería?

-Italia, Italia, Inglaterra, en aquel entonces Argentina tenía una gran sastrería heredada de los sastre de la postguerra, que se habían ido para allá, de Galicia había muchos establecidos en Buenos Aires; en México también hay buenos pero para mi los punteros son Italia, Argentina y Francia.

-¿Son los caballeros de Pontevedra elegantes?

-En Pontevedra se viste bien, se viste bien, y es muy exquisita a la hora de elegir sus cosas. Diga usted que las cosas vinieron a peor y ya no se hace ropa de esa calidad, a mi me vienen con trajes de hace 30 años, me explican que les queda muy bien, que le quiere muchísimo, si me puedes arreglar tal cual, y se ve que son buenas telas, utilicé siempre buenas telas y buena mano de obra, tanto que les dejo el traje nuevo, nuevo claro, pero en Pontevedra se exige mucha calidad, tengo ido a comprar con colegas de otros sitios y decirles la verdad, que esto para mi Pontevedra no sirve, porque es de las ciudades que se viste bien, pero ahora por desgracia quedamos pocos sastres, muy poquitos.

-¿También atiende a señoras?

-Algún traje de chaqueta, algún abrigo, pero lo primero para mi es la sastrería de caballero, para que vea mi técnica de cortar, le voy a enseñar un abrigo hecho de una pieza sola, este, mire, no lleva costuras, ni una, solo está unido por aquí y como sienta (se prueba el abrigo), como sienta, no pesa, es una maravilla.

-¿Es muy caro vestirse así?

-No, si se tiene en cuenta la relación calidad precio no, este abrigo por ejemplo colegas del Club de Sastres que trabajan en Madrid o Bilbao o en Barcelona me dicen que cobran más que yo aquí por estas prendas, aunque también la mano de obra y el poder adquisitivo es diferente, claro.

-¿Muchos pontevedreses siguen recurriendo con frecuencia a la sastrería?

-Si, quizás alguna gente piensa que hacerse un traje a medida es algo muy rudimentario o lento, no, yo le hago las pruebas ahora y a la hora y media se lo estoy probando, en pocos días puede tener un trabajo de altísima calidad que en realidad no es caro si se compara con una firma portera del prêt a porter, nosotros somos más económicos que un Hermés o un Armani y no van hechos como los nuestros, porque lo hecho artesanalmente es otra cosa y ahí pagas la etiqueta, la firma, pero el traje lo deshaces y deja mucho que desear, lo nuestro es hecho a medida, todo artesanalmente, ese traje no se deforma, va a la tintorería y siempre queda perfecto.

-Tiene una báscula sobre el mostrador...

-Llegamos al extremo de pesar los abrigos, mire (cuelga el abrigo sin costuras), ahí lo tiene, no llega a un kilo, mire: 800 gramos; y todo lo que hago es exclusivo, no hay otro, quien se lleve este abrigo no encontrará otro igual, claro, esto se va adquiriendo con el tiempo, esto no es flor de un día.

-Es oficio

-Es oficio, es oficio.

-Tanto que sus clientes no le dejan jubilarse

-(risas) No, no me dejan no, hay clientes que me piden que siga, que qué van a hacer si no puedo vestirlos, pero mire por los años que tengo voy a tener que ir haciéndolo. A Dios gracias porque me ha dado una salud bastante aceptable y ánimos para seguir tengo, así que de momento no tengo pensado retirarme, pero llegará un día en el que tendré que decidirlo, porque si no en casi mi familia todos me dicen Jesús ya está bien, Papá ya está bien...Pero ya le decía que no es fácil dejarlo, esta profesión es como una droga porque la has pagado con trabajo duro y esfuerzos. ¿La compensación? El nombre que te han dado los clientes, que, bueno, está ahí.

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