Siempre se decía que Pontevedra era una ciudad conservadora. Y quizás sea cierto. O quizás no. Durante décadas la derecha (o centro derecha) tenía a orillas del Lérez un importante granero de votos. En 1999, cuando el BNG, con el apoyo del PSOE, logró auparse a la Alcaldía, un dirigente empresarial local decía que "quizás a Pontevedra le hace falta una pasadita por la izquierda", admitiendo implícitamente que el dominio del otro bando necesitaba un relevo. Pero esa "pasadita" fue creciendo en estas casi dos décadas, y no solo porque Miguel Fernández Lores haya mantenido, con más o menos apoyos, el bastón de mando municipal, sino porque el PP, encarnación de aquel antiguo conservadurismo pontevedrés, muestra síntomas de debilidad, en especial en los últimos cuatro años. En 2011 alcanzó uno de sus "techos históricos" en la ciudad, con 22.000 votos y el 47% de las papeletas. Eras unas elecciones generales, en las que el pontevedrés Mariano Rajoy llegaba a La Moncloa. Cuestión de liderazgo, si bien entonces el PP tenía el viento a favor.

Pero aquella euforia comenzó a diluirse hasta la debacle de las municipales de mayo pasado, apenas tres años después. Con poco más de un 27% de los votos (10.725) en las municipales los populares sufrían el peor resultado de su historia en la ciudad y prosiguen con su travesía del desierto, que comenzó en 1999. Pudo haber encontrado la ansiada tierra prometida en las municipales de 2011, cuando el entonces candidato a la Alcaldía, Telmo Martín no logró el cargo por un puñado de votos. Cuestión de liderazgo. Con un cabeza cartel sólido el PP demuestra su poderío electoral. El problema es acertar con la cara adecuada. Jacobo Moreira, su portavoz actual, podría llegar a ser un buen candidato con el tiempo, pero ya está lastrado por los nefastos resultados de hace siete meses.

No nos engañemos, el BNG en Pontevedra no existe como tal. Es el partido de Lores. Y la prueba es la evolución del voto nacionalista en estos años. De otro modo no se explica que el actual alcalde obtuviera hace apenas siete meses 17.000 votos, el 43% de todos los emitidos, y la coalición de Nós, con el propio Lores en la lista al Congreso, aunque de simbólico número 7, se quedara en una opción residual, con apenas 3.200 votos, el 6,5% del total, superado incluso por Ciudadanos.

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El mismo problema que al PP le ocurre al PSOE, y quizás agravado. Los populares tienen un líder sólido en la Xunta, al menos de momento, y gracias a Alberto Núñez Feijóo las citas autonómicas son un bálsamo para el PP local, que desde 2009 nunca bajó del 38% de los votos. En cambio el PSOE no da acertado con la tecla. Roberto Taboada, Teresa Casal, Antón Louro y Agustín Fernández han sido sus "caras visibles" en estas dos décadas y mientras no encuentren al candidato idóneo no abandonarán su actual papel secundario en la ciudad.

El efecto de la Marea

Los pontevedreses, como todos los votantes, saben lo que se juegan en cada cita electoral y no es lo mismo acudir a las urnas para elegir al presidente del Gobierno que al alcalde. O al titular de la Xunta. Es en estas citas ajenas al Concello donde se puede acudir al "conservadurismo" pontevedrés, ya que el PP suele reunir al menos tantos votos como los que suman conjuntamente socialistas y nacionalistas. Pero eso era antes de que llegaran las Mareas. Con las grandes oscilaciones que se observan año tras año cada vez que tenemos que elegir la papeleta, la gran incógnita es determinar el papel que desempeñarán en el futuro inmediato los partidos emergentes, en especial Marea-Podemos, el gran protagonista en Pontevedra y Galicia del pasado 20-N. La euforia se ha instalado en sus filas ya que sus 13.213 votos de hace una semana sitúan a esta coalición en el segundo lugar en el municipio, con casi el 27% del electorado. La cuestión es determinar si esa avalancha obedece al factor Luís Rei, portavoz municipal desde mayo, al histórico Xosé Manuel Beiras, al efecto de todas las mareas en Galicia, o a Pablo Iglesias, líder de Podemos en España. Y es que, al fin y al cabo, es una cuestión de liderazgo.

Cuando Lores tuvo enfrente a candidatos de perfil bajo su liderazgo municipal no estuvo en peligro. Pero sí se tambaleó, casi hasta estamparse contra el suelo, cuando en 2007 compitió con un líder sólido, el popular Telmo Martín. El nacionalista se salvó por los pelos y gracias al PSOE revalidó el bastón de mando. Otra de las incógnitas pendientes es despejar el futuro de Lores. ¿Hasta cuando encabezará al BNG local? Al final del mandato, en 2019, cumplirá 20 años en el puesto y 32 en el Concello. En el hipotético caso de que repita entonces, habrá que ver con qué se enfrenta. Si decide renunciar, todo apunta a que el Bloque se despedirá de la única ciudad en la que gobierna, la "aldea gala de Lorix" de la que siempre presumen, admitiendo que en el resto de Galicia su papel es residual, por no decir inexistente a juzgar por lo ocurrido en 20-D.

Con el BNG agotando su andadura, y el PSOE y el PP en horas bajas en la ciudad (pese a que el domingo pasado ocultaron en parte sus posibles signos de debilidad) muchos ojos miran hacia la formación que lidera en Pontevedra Luís Rei y, en menor medida, a Ciudadanos, con María Rey al frente. Estas dos opciones acumulan ya tres elecciones en la ciudad, desde las europeas de 2014, si bien entonces no existían las Mareas, pero sí concurrió Podemos, lo que permite hacer una comparación.

En aquella cita al Parlamento Europeo, los partidos morado y naranja lograron en la ciudad el 12,75% de los votos. En las municipales de mayo, ya con Marea como nombre oficial, Rei y Rey se hicieron con algo menos del 14% y lograron tres concejales. Pero el gran vuelco llegó hace una semana. En Marea y C´s recibieron el 37,5% de las papeletas (más de 18.500 votos entre ambos), si bien el grueso de esos apoyos fue al partido morado, con unos candidatos apenas conocidos por el gran público. No hay extrapolación posible, pero en un ejercicio de imaginación, esta balance ofrecería una corporación muy distinta a la actual. Habrá que ver cómo evoluciona la situación política en el municipio pero lo que sí está claro es que el BNG se enfrenta a varios problemas: su papel residual en Galicia, la falta de un relevo para Lores, que no acaba de potenciar a un "delfín", y la previsible pujanza de Marea, que tiene claro contra quien tiene que luchar y a quien tiene que desgastar. Además, los nacionalistas no pueden presumir de una ventaja que aún conservan el PP y del PSOE: las siglas aún arrastran unos votos fijos que garantizan algo más que la mera supervivencia.