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Monumento a los Héroes de Pontesampaio

Intenta reconstruir los últimos momentos de la batalla

Monumento a los Héroes de Pontesampaio, en la Alameda de Pontevedra. // Rafa Vázquez

En 1908, ante la proximidad del centenario de un hecho tan relevante, surge la idea en Pontesampaio y Arcade de erigir un monumento en el lugar donde se desarrolló la batalla. Acuerdan, para ello, pedir la colaboración del pueblo, de las instituciones y personalidades. Sin embargo, Eduardo Vincenti, que en esas fechas era presidente del Centro Gallego de Madrid, influyó a través de este para que el monumento fuese erigido en Pontevedra, alegando que en la batalla también participaron vecinos de otros pueblos de la provincia. Los ánimos se exaltaron con esta propuesta y la comisión promonumento dimitió, aprovechando la ocasión el Centro Gallego para hacerse cargo definitivamente del proyecto.

El escultor elegido para realizar la obra fue el ovetense Julio González Pola asiduo participante en las exposiciones nacionales, como era frecuente en los artistas de la época, y en las que logró varias medallas. Es autor de varios monumentos conmemorativos y funerarios, destacando también en el apartado de las artes menores.

Escenografía

El monumento intenta reconstruir los últimos momentos de la batalla para la que el escultor crea una escenografía y una iconografía adecuadas. Así de una base escalonada arrancan dos cuerpos rectangulares que llevan en su frente los escudos en bronce de las cuatro provincias gallegas y en el centro la inscripción pétrea de la fecha de la batalla. Sobres estos cuerpos y con un fondo rocoso como escenario aparece una figura femenina, símbolo de la patria gallega, que invita a la lucha mientras sostiene un gran escudo de España. Como fondo a lo descrito se yergue el pilar de un puente derruído, aludiendo al de Pontesampaio, volado por los gallegos en 1809. Este, además del simbolismo sirve de pedestal a un abigarrado grupo de heróicos guerrilleros del que sobresale la figura del teniente Morillo que con el sable en alto incita a la lucha. Tras él la bandera se mantiene en alto a pesar de las difíciles circunstancias.

El resto del grupo, en el que falta una figura que el escultor no pudo colocar por no tener espacio, se esfuerza por defender su posición en torno al cañón a pesar de su precario armamento. Codo con codo el campesino, el estudiante y el soldado lucha sin conmoverse por el compañero herido. No hay lugar a dudas que es un momento difícil y dramático el elegido por el artista para llevar al bronce. Es una gran obra y será la última de su estilo que derroche tanto bronce y tanto detallismo en la narración. El profesor Portela Sandoval lo considera uno de los monumentos más afortunados de la época tanto por su esquema compositivo como por la fiel reproducción del acontecimiento a inmortalizar.

Aunque el primer centenario se cumplió en 1909 y las inscripciones aluden a esta misma fecha, el monumento se inaugura en 1911 con gran parafernalia. El día elegido, el 27 de agosto,, comenzará con una diana por varias bandas de música, luego seguirá la procesión cívica con los niños de las escuelas, diputados, representante del ayuntamiento y otras instituciones.

El acto fue presidido por el representante del Gobierno y presidente del Senado Montero Ríos que descubrió el monumento después de asistir a una misa de campaña. Hubo varios discursos y se depositaron ramos de flores. Por la noche concluyó el acto con el toque de retreta.

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