Llega un día en la vida de una persona mayor que comienza a tener pequeños olvidos. Pero esos despistes, a los que no se les da importancia, aumentan en intensidad y se convierten en algo frecuente hasta provocar la desubicación física y temporal. Se da cuenta, de repente, de que se ha hecho de noche. Con el tiempo, tiene dificultades para vestirse y prescinde de su cuidado personal. Ellas dejan de ir a la peluquería o de maquillarse, ellos, de afeitarse. Están aquejados de la enfermedad de alzhéimer, cuyo día mundial se celebró ayer, 21 de septiembre.

En el área poblacional de Pontevedra hay unos 4.500 afectados por demencia y cada año se registran 700 nuevos casos. Más de la mitad, cerca de un 60 por ciento, tienen alzhéimer. Son datos proporcionados por el Servizo de Neuroloxía del Complexo Hospitalario de Pontevedra (CHOP). Manuel Seijo, el jefe de servicio, asegura que "la causa número uno de las enfermedades neurodegenerativas es el alzhéimer y también lo es de los tipos de demencia en personas mayores". "En Pontevedra no hay ni mayor ni menor prevalencia de la enfermedad de alzhéimer que en otras áreas del mundo occidental", puntualiza.

El perfil del paciente con esta dolencia es una persona que ha desarrollado una vida intelectual normal y que, a partir de los 65 años, comienza con problemas de memoria, de olvidos. "Al principio estos olvidos son muy subjetivos, los nota él o los nota la familia. Después van aumentando hasta afectar notablemente a su vida, porque se desorientan", explica Seijo, que afirma que la alarma en la familia debe saltar cuando los despistes leves son persistentes.

La primera parada debe ser siempre el médico de cabecera, "porque con frecuencia hay problemas que justifican olvidos, como una anemia, una diabetes no diagnosticada, una glucemia elevada, una insuficiencia renal o una hipertensión arterial no controlada". Tras un chequeo general, se debe acudir al neurólogo.

Según Manuel Seijo, el especialista debe tener una entrevista con el enfermo, que realizará unas pruebas cognitivas rápidas "que sirven para cribar pacientes y explorar diversos campos de memoria, lenguaje, atención, orientación?".

A día de hoy no se saben las causas que provocan el alzhéimer. "Se conoce mucho sobre los genes que actúan y sobre la vía patogénica de la enfermedad, pero queda mucho por descubrir", aclara el especialista.

En algunos casos, que suponen menos del 5 por ciento de los pacientes con alzhéimer, los genes implicados se heredan de una forma autonómico dominante, es decir, que se transmiten de generación en generación. "La mitad de los hijos de los afectos heredan la mutación y expresan la enfermedad", asevera Seijo. En estos casos, la enfermedad se manifiesta pronto, incluso antes de los 40 años.

Sobre si hay posibilidad de confundir estos síntomas con el estrés propio del trabajo, el neurólogo lo tiene claro: "es una enfermedad que cuando aparece, aparece. En esto se nota fenomenal, sobre todo en las personas que trabajan en profesiones cualificadas, con estudios, porque declinan intelectualmente de una forma clarísima".

Otra de las malas noticias respecto a la enfermedad es que, hoy por hoy, no tiene cura. "Lo que sí tenemos son tratamientos que palían los síntomas: mejoran la memoria, la cognición?", asevera Seijo.

Sin embargo, el especialista, quiere destacar que "también hay noticias positivas": "La incidencia del alzhéimer está bajando, curiosamente, porque también lo han hecho los factores de riesgo vascular, que tienen un papel importantísimo, como la obesidad, el colesterol, la diabetes?".

En esta línea, recalca que la actividad intelectual, "como la lectura, jugar a las cartas, hablar con la gente, implicarse en actividades?", también ha impactado de forma positiva en ese descenso en el número de aquejados por la enfermedad. "Impactan tanto como la propia medicación sintomática".

La esperanza de vida de una persona con la enfermedad depende del momento en que haya sido diagnosticada. Manuel Seijo asevera que desde que se detectan el primer dato de la dolencia hasta que se desarrolla, pueden pasar 15 años. "Si la enfermedad empieza pronto, a los 60 años, por ejemplo, la evolución es más larga. Si empieza tarde, a los 90 años, la persona puede fallecer a los dos o tres".

El Servizo de Neuroloxía del CHOP, en colaboración con la Facultade de Ciencias da Educación e do Deporte de la Universidade de Vigo, estudia el impacto del ejercicio físico y aeróbico sobre personas que manifiestan algún tipo de demencia. "Es un estudio bastante amplio realizado sobre mayores, ingresados en centros geriátricos", concluye Manuel Seijo.