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Jaime Martínez: "La Cebola de Ouro es de todos los turistas y trabajadores que han pasado por aquí"

"El turismo de hoy en día es más itinerante, la gente prefiere quedarse menos días y viajar a más lugares"

Jaime Martínez posa junto a la fachada del Hotel La Terraza, que regentó durante 50 años. // Gustavo Santos

El Hotel La Terraza cumple cien años, y como tributo a tanto tiempo de servicio será uno de los homenajeados el próximo viernes con la entrega de la Cebola de Ouro. Aunque será Iria Martínez, la actual directora del establecimiento, quien recoja el galardón, fue su tío Jaime, ahora retirado, quien mantuvo el rumbo de este hotel durante los últimos 50 años.

-¿Qué supone este reconocimiento y a quién se lo dedican?

-Es una satisfacción, pero siempre digo que yo pasaba por aquí coincidiendo con los 100 años. Esto es de todos los que lo hicieron posible: en primer lugar, de los fundadores y de las personas que lo fueron levantando, entre los que recuerdo incluso a algunos hombres que construyeron los edificios de los años 50. Después, cómo no, de los clientes y de todas las personas que han trabajado aquí, algo fundamental en un negocio de servicios: los recursos humanos. Y por último, de Sanxenxo y su gente.

-¿Cómo y cuándo dio comienzo esta andadura empresarial?

-El hotel fue fundado en 1915, aunque en principio era la clásica tienda universal que había en todos los pueblos. Entonces se pusieron unas habitaciones para atender a los primeros bañistas que venían por aquí. Sanxenxo nació un poco a la sombra de A Toxa porque la referencia por entonces era su balneario. Pero al pasar por aquí, la gente se encontró con la playa de Silgar, que reunía una serie de condiciones de accesibilidad de las que por entonces disfrutaban muy pocos arenales, y así se fue convirtiendo en una de las playas de bandera del país.

-¿Cuál ha sido la evolución del hotel a lo largo de estos cien años?

-Evolucionó al ritmo de Sanxenxo, tal y como fue creciendo el lugar. Se fueron añadiendo más habitaciones, en su día se montó un cine y durante los años 20 era el lugar de referencia en la zona para celebrar bailes y fiestas.

-Durante la Guerra Civil incluso hospedaron a turistas que luego fueron muy generosos con su hospitalidad, ¿no es cierto?

-Sí. El estallido de la guerra, en julio de 1936, cogió en el hotel a dos familias que pasaron aquí esos años, y como ellas otras familias que se quedaron en casitas por aquí. Después, lo cierto es que fueron generosos con la hospitalidad del hotel y con Sanxenxo, porque una de esas familias, la de San Miguel, fue determinante en la obra de levantamiento del muro de la playa de Silgar, que se realizó en los años 50.

-¿Ha variado también el tipo de turistas y turismo que frecuenta Sanxenxo?

-Sí, ha variado mucho. A principios de los años 60, el 90% de los turistas eran franceses, algo que prácticamente ha desaparecido. Después, el turismo ha ido acortando las distancias. Antes eran veraneantes y ahora mismo lo que alojamos son turistas, gente que prefiere coger más vacaciones de menos días. Es un tipo de turismo más itinerante, debido a que se abarataron los medios de transporte, más accesibles para cualquier ciudadano, y las vías de comunicación han mejorado muchísimo. Ahora la gente prefiere quedarse menos días y viajar a más lugares.

-También habrá comprobado el paso del tiempo y el crecimiento del pueblo hasta consolidarse como punto turístico de referencia.

-Sí, desde luego. Simplemente una anécdota como ejemplo. Yo vivo buena parte del año en Vigo, una ciudad que tiene 91 hoteles, mientras que Sanxenxo tiene 216. Creo que da una referencia a efectos de esta idea de centro vacacional. Es decir, es evidente que Sanxenxo concentra toda su vida en el verano y su principal actividad económica es el turismo.

-¿Cómo es el trato con los clientes? El suyo ha tenido que convencerles para seguir dando servicio después de tanto tiempo.

-Sí, eso espero (sonríe). Supongo que se habituaron a nuestra forma de ser y de trabajar, y si han seguido viniendo querrá decir algo, ya que hospedamos a familias de dos y tres generaciones. Siempre hemos intentado hacer las cosas de una forma agradable para que la gente estuviese contenta. Pero lo fundamental es que esto ha sido un esfuerzo colectivo, ni de una, ni de dos, sino de muchas personas que nos han permitido llegar hasta aquí.

-¿Le falta algo a Sanxenxo a nivel de turismo? ¿Alguna iniciativa cultural o de otro tipo para el resto del año?

-Evidentemente, cuantas más atracciones pueda haber para atraer turismo mucho mejor. Pero hay que ser realistas. Galicia es lo que es, tenemos un verde y eso tiene un precio, unas condiciones climatológicas que limitan mucho la estacionalidad. El problema de este pueblo es que ha crecido sin control y existe una gran carencia de infraestructuras, algo esencial para una zona turística, y donde se deberían respetar y proteger los medios naturales. La infraestructura básica de Sanxenxo data de los años 50 y ahora nos haría falta más paseo, claro, pero eso ya es imposible y tenemos que adaptarnos.

-Alguna anécdota especial de sus años al frente del negocio?

-Muchas, tantas como pueda haber tras 52 años. Sí puedo decir que en ese tiempo, durante los meses de julio y agosto solo dormí dos veces fuera del hotel: una noche porque sufrí un cólico y me ingresaron y otra en 1989, cuando que pasé seis días en París con motivo del bicentenario de la Revolución francesa. En estas cinco últimas décadas no me quedé fuera ninguna noche más. Y no era por trabajo, sino porque sentía que tenía que estar aquí, que tenía que estar en casa.

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