No deja de ser paradójico. Pontevedra, la ciudad con la población más joven de Galicia (su media de edad se sitúa en 42,2 año) y que registra un crecimiento vegetativo positivo ininterrumpido desde el 2001 es también la ciudad en la que sus niños tienen la esperanza media más alta al nacer. Un pontevedrés que venga hoy al mundo en la urbe que revalida año tras años el calificativo de oasis demográfico gallego llegará, en términos generales, a octogenario. Su esperanza de vida será, de acuerdo con los datos recabados por el IGE, de 80,6 años si el nacido es un varón y de 86,3 si se trata de una niña.

En el caso de los varones, Pontevedra es junto con Vigo (con 80,1 años de media) la única capital de la comunidad autónoma que le otorga una expectativa de ochenta años. Las otras cinco están por debajo de este listón: entre los 78 años que cumplirán de media los pequeños nacidos en Ourense a los 79,3 que alcanzarán los de Lugo y Santiago. En medio se queda A Coruña con una esperanza de vida al nacer de 78,9 años.

En el caso de las mujeres el listón más alto se sitúa en Lugo con un horizonte vital de partida de 87 años, seguida de Pontevedra y Vigo con 86,3 años. Serán, a priori, las niñas nacidas en Santiago, Ourense y A Coruña las que tendrán las expectativas más bajas y aún así, en todos los casos, están entre los 85 y 85,7 años.

La diferente longevidad de mujeres y varones, cifrada en seis años en Pontevedra al igual que en la media del Estado, queda en mayor evidencia si se aumenta la edad del referente a la hora de establecer la esperanza de vida lo que se explica por los cambios sociales y laborales de las últimas décadas. Así un pontevedrés de 65 años tendrá teóricamente por delante una media de 19,3 años de vida frente a los 23,5 que tendrá una pontevedresa. En el caso de que hayan superado los 80 años, las expectativas vitales se sitúan en 11,3 años si hablamos de una mujer y de 9,6 si lo hacemos de un hombre.