El esperanto vivió una época dorada en Pontevedra a lo largo de una década, entre mediados de los años 50 y 60. Con su entusiasmo contagioso, un solo hombre logró implicar a media ciudad en el estudio de esta lengua auxiliar internacional. Antonio Alonso Núñez todavía hoy vive para contarlo, aunque ya retirado de toda actividad pública.

La efervescencia sociocultural que rodeó primero el nacimiento del Cine-Club y después la fundación del Ateneo, jugó a favor de tan novedosa causa. Ateneísta y cinéfilo de pro, Alonso Núñez encontró entre los socios de ambas entidades un magnífico caldo de cultivo.

Sin duda, el atractivo de una lengua sencilla y práctica, a compartir por los ciudadanos de todo el mundo, resultó muy fuerte entre personas con inquietudes. Pero también esa apuesta franca por una convivencia universal más genuina y estrecha caló hondo entre los padres de familia más religiosos. La revista local SPES de Acción Católica hizo su contribución, puesto que presentó al esperanto entre los pontevedreses como "un precioso instrumento de cultura y paz".

Alonso Núñez trabajaba por la mañana como funcionario en la Delegación de Estadística y por la tarde impartía una pasantía de bachillerato en el edificio de oficinas de Michelena 1, amén de ejercer como buen padre de familia numerosa. A pesar de tantas ocupaciones, siempre encontraba tiempo para divulgar el esperanto y cualquier oportunidad le parecía buena para ganar un adepto a su noble causa.

Precisamente en su propia familia experimentó las bondades del lenguaje ideado por el doctor Zamenhof. A sus hijos pequeños Alonso Núñez les hablaba en esperanto desde su nacimiento, mientras que su mujer lo hacía en castellano. Ambos comprobaron que la fluidez de los niños en la primera lengua era muy superior a la segunda antes de empezar su escolarización.

Bien a través de escritos o bien por medio de conferencias se convirtió en un referente en Galicia de la Federación Esperantista Española. Así tuvo la oportunidad de anunciar en el bisemanario Litoral la buena nueva del rango adquirido por la Universala Esperanto-Asocio como sociedad consultiva de la Unesco en 1955.

El esperanto ya había superado definitivamente los recelos levantados en los primeros años del franquismo por unas supuestas ideas revolucionarias, y muchas familias pontevedresas creyeron a pies juntillas que podría convertirse en el idioma del futuro.

Entonces el francés estaba en esta ciudad más arraigado que el inglés en el bachillerato, y aquellos padres enviaron a sus hijos a clases de esperanto con la mayor naturalidad. El Casino Mercantil e Industrial acogió la impartición de cursos y cursillos en sus magnificas instalaciones entre las calles Michelena y Fernández Villaverde (donde hoy se ubica el Banco Santander).

Habitualmente los cursillos de iniciación para chavales se prolongaban durante veinte días, una hora diaria. El "Esperanto por Infanoj", de Gladstone Solomon, era el librito de cabecera, que solo tenía 68 páginas. Luego se impartían otros cursos más intensivos que se prolongaban duraban dos meses.

El momento álgido del esperanto en Pontevedra llegó con la celebración del 21 Hispania Kongreso Esperanto en 1960 que reunió en la ciudad a 300 esperantistas españoles y extranjeros entre los días 20 y 24 de julio. Aquella celebración supuso todo un reconocimiento a la ciudad por la gran acogida dispensada a este idioma de vocación universal.

El alcalde Filgueira Valverde sorprendió a los congresistas con una salutación en esperanto. A Fernández Lores le habría chiflado hacer lo propio. Luego les obsequió con un "cóctel esperanto" que colmó sus expectativas, preparado especialmente para la ocasión por Martín, el legendario barman del Liceo Casino. El congreso estaba servido.