La galería Sargadelos será escenario hoy a partir de las 20.30 horas de la presentación del número 16 de la revista Cedofeita. Será una nueva oportunidad de aproximarse desde distintas ópticas a la historia de la ciudad, la arquitectura de distintos espacios, los juegos populares... Y también a un hecho que solo recuerdan los pontevedreses de mayor edad, pero que marcó a una generación.

Se trata de la "tormenta perfecta" que hace 80 años, tras unos días de calor asfixiante, descargó en la ciudad en la tarde del 15 de septiembre. Benigno García Casalderrey, autor del artículo en el que se rememora la catástrofe meteorológica, explica que "ya eran las cinco y media cuando rayos, truenos, viento y granizo parecían estar en una desaforada competición. Árboles, tejados, vidrieras, chimeneas y todo aquello que osara ofrecer resistencia pasaba a ser el bocado más apetecido por aquel monstruo devastador".

Los testigos aseguraban que la oscuridad llegó a ser tal "que desde una acera era imposible ver la de enfrente".

Como resultado, se inundaron en O Burgo las inmediaciones del puente y en la plaza de Valentín García Escudero, relata Benigno García, el agua llega a alcanzar un metro. "Las calles semejaron por un tiempo ríos".

Casi ningún tejado de la ciudad salió indemne y "tal era la cantidad de cascotes originados por los restos de tejas y vidrios que casi era imposible transitar".

En el Hospital Provincial "no quedó ni un solo cristal de la galería, en el Asilo se derrumbó la chimenea, en el cárcel cayó la techumbre de una de las salas", añade el autor, que va detallando otros daños, por ejemplo se inundó completamente la planta superior del Museo Arqueológico Provincial y el tendido eléctrico quedó destrozado.

"Ante tal situación", explica Benigno García, cuyo artículo se basa en los recuerdos familiares, las informaciones recibidas de los mayores y las noticias de los periódicos de la época, "las autoridades locales para evitar desgracias personales tomaron la sabia decisión de cortar el servicio eléctrico".

También se suspendió el tránsito de los tranvías y se restringió el paso de vehículos y de personas por las calles.

Y sin en la ciudad los daños fueron cuantiosisímos, en el rural la tormenta fue sencillamente devastadora. Benigno García incide en que se debe tener en cuenta "la época del año, septiembre, inicio de las cosechas: el vino, el maíz, los dos pilares fundamentales de la economía del rural, por aquel entonces muy precaria, echados a perder".

"Lamentable era ayer el aspecto de la ciudad, pero fue en los viñedos, en los maizales, en las huertas próximas donde la devastación llegó a su máximo", relataba la prensa de la época, "el admirable campo lerezano... lo dejó el temporal como paraje en el que se acaba de librar una espantosa batalla".

El cronista también se preguntaba por los efectos en las muy pobres economías de las familias del rural: "¿Cómo será ahora el invierno falto de esos ingresos que representaban las espigas y los racimos destruidos en unos pocos minutos por la furia combinada del agua, el viento, el granizo y el rayo?".

Al hacer balance de los destrozos, Benigno García explica que fueron Lérez, Cerponzóns y Alba las parroquias más afectadas y en ellas se situó el epicentro del "ciclón", como le llamaron entonces. "No quiere decir esto", añade el autor, "que las demás no padeciesen daños, pues importantes también fueron en Tomeza, Salcedo, Marcón y Mourente".

El ingeniero jefe de la Sección de Agronomía que acompañó al gobernador civil en su visita para cuantificar los daños, cifró los desperfectos en 2 millones de las antiguas pesetas. Benigno García relata al detalle las idas, venidas y promesas de indemnizaciones por parte de las autoridades. Él cree que nunca llegó el dinero.