La gastronomía marroquí se une a los platos típicos de Entroido de la cocina gallega en el CPI de O Toural. En este centro estudian más de 350 alumnos, de los que 40 son de procedencia o familia del país magrebí. Una realidad palpable desde hace ya varios lustros, cuando una comunidad del norte africano eligió Paredes para asentarse dentro de las Rías Baixas. La llegada de los primeros estudiantes que llegaron al municipio, con escasos conocimientos acerca del gallego y el castellano, se resolvió con éxito. Por eso ahora desde el recinto educativo ni siquiera hablan en términos como adaptación o integración. No hace falta y eso resulta evidente en pequeños detalles como el concurso de postres que el colegio organiza con motivo del Carnaval.

Las filloas y las orejas compartían espacio ayer con "sellou" o "maacrum" en el aula habilitada para la exposición de estos postres. El centro, en el que se imparte desde Educación Infantil hasta Secundaria, convoca desde hace más de 20 años un certamen en el que se invita a los alumnos y a sus familial a elaborar un dulce. La idea partió como una iniciativa para reunir diferentes postres gallegos habituales en el Entroido y la propuesta incorporó nuevos colores y sabores que la introducción de recetas marroquíes. "No falta ninguno, todas las familias de origen magrebí siempre participan", apuntaban ayer desde el equipo directivo del centro. Todo pese a que en su país de procedencia los festejos del carnaval no están arraigados.

El éxito de la propuesta va a más y ya son necesarias todas las mesas de una clase para exponer las propuestas culinarias. En esta última ocasión fueron cerca de 200 los postres que se lograron reunir. De ellos, cerca de una cuarta parte evidencian su procedencia de la cultura gastronómica del norte africano. Sésamo, canela, dátiles o miel son algunos de los ingredientes que con los que se elaboran estos postres.

Los estudiantes de O Toural pudieron comprobar ayer diferencias y similitudes entre las recetas gallegas y marroquíes. No solo con la vista, sino también con el gusto. Y es que después de que clase por clase los alumnos observasen la presentación de esos cerca de dos centenares de platos, al término de la jornada llegó la hora de saborearlos. El jurado, que conformó un grupo del personal del centro, premió un postre por cada uno de los cursos que se imparten en este recinto.

A la hora de elegir a los mejores el tribunal no solo tuvo que tener en cuenta el sabor. También el cuidado en la presentación. Un aspecto, este último, en el que también se esforzaron a fondo los participantes: desde ideas sobrias y con diseño semejante al de cocina de autor a otras más imaginativas como un pulpo formado con filloas o incluso una tarta con forma de Bob Esponja.