Víctor Ramírez Iglesias era agente comercial en Extremadura. Tenía un empleo de los considerados "normales" pero "me separé, cogí una depresión" y la vida le dio un giro de 180 grados. "Me vine a Galicia, ya que tengo familia en Samieira, y busqué otro trabajo, pero no lo encontré". Hace ocho años conoció a un aparcacoches que trabajaba en una parcela de Alcalde Hevia. Le sorprendió la confianza que tenían los conductores en él hasta el punto de dejarle las llaves de su vehículo. Buscaba alguien responsable para poder hacer turnos y "así empezamos...", recuerda.

Víctor Ramírez y su compañero son la otra cara de los "gorrillas". A él esta expresión no le gusta, aunque reconoce que así denomina el común de los mortales a otras muchas personas que se dedican a mostrar los huecos libres de aparcamiento. También sabe que a veces la gente tiene resquemor a dejar el coche sin dar una propina en otras zonas de la ciudad y que esta actividad en muchas ocasiones se asocia "con vicios malos y raros". "Pero nosotros nada más lejos de la realidad", dice. Y es que Víctor, junto con su compañero, funcionan como una verdadera empresa.

Para empezar, en su parcela no hay huecos, sino un espacio que gestionar: "aquí la gente no viene a aparcar bien el coche, lo deja en doble fila para ir un momento a arreglar sus cosas, nos da las llaves o las deja en el contacto para que nosotros podamos moverlo de un lado a otro y que el resto pueda salir", explica. Luego, "si quieren, nos dan un donativo". Ambos están tan organizados que incluso llegan a hacer turnos de mañana y tarde.

Víctor explica que los conductores "confían en nosotros plenamente". Pero, ¿cómo se logra esta confianza teniendo en cuenta el resquemor que existe hacia el resto de los llamados "gorrillas"? Él responde que "a base de años". "Son quince los que llevamos aquí". Poco a poco los conductores no sólo se fían de ambos, sino que incluso "nos han cogido cariño". Cuenta que en Navidad hasta les cae algún que otro aguinaldo: "La gente está contenta con nosotros, creo que incluso nos quieren, en Navidad hasta nos han traído regalos, algún sobre...", explica.

Ambos trabajan sólo en la pequeña parcela que está ubicada delante de la sede de Vivenda, al lado de la clínica del doctor Torrado en Alcalde Hevia. A lo largo de la mañana van llegando diversos conductores que dejan sus coches en manos de Víctor y se despreocupan. "Aquí no sólo nos dejan las llaves, a veces queda el móvil dentro, la cartera, el bolso, la típica calderilla junto al cambio de marchas, pero ahí no se puede tocar nada, ni falta nunca nada porque sino nos la jugamos nosotros también", dice. Algún otro "gorrilla" intentó colarse en la parcela de estos dos aparcacoches, pero pronto "salió por piernas" tras comprobar que los conductores con ellos no tenían la misma confianza.