No le gustan las cuotas, las acepta como mal menor pero insiste en que “deberíamos de poder seleccionar a cualquier profesional o cargo en función de su valía y su capacidad, independientemente de si en una plantilla son 80 hombres o 80 mujeres”. María Isabel Otero Lines recibirá mañana el Premio á Muller Traballadora que concede UGT en reconocimiento a medio siglo de lucha por los derechos de los trabajadores.

—Se cumplen 49 años del inicio de su carrera laboral. ¿Qué es lo que más recordará de estas casi cinco décadas?

—Muchos cambios, ha habido una evolución tan grande que no tiene nada que ver el trabajo hoy en una empresa con lo que era, en el caso de la oficia especialmente porque la informática ha supuesto que todo es nuevo y en 49 años he visto incorporar los teléfonos, muchas máquinas, todo era muy diferente y noto un cambio brutal.

—¿Cómo era el mercado laboral al que usted se incorporó?

—Empecé con 16 años, siempre me gustó lo de las oficinas, ya de niña, y en una época en la que la mujer casi no estaba incorporada al trabajo. Yo empecé como se iniciaba uno antes en la empresa, en la centralita y en la caja y siempre digo que me hice en esa empresa. En mi época, cuando era joven, en la mayoría de las casas sólo estudiaban los hombres salvo que los padres tuviesen más visión de futuro, y las mujeres estábamos para casarse o sus labores, que se llamaba. Eso me pasó a mi, estudié una cultura general y después enfoqué mi vida hacia el mundo del trabajo porque lo de las labores (risas) no me gustaba mucho. Me encontré con un jefe que siempre tuvo una confianza muy grande en las mujeres como trabajadoras, eso lo tengo que resaltar porque en nuestra época el que un hombre tuviese muchas mujeres trabajando, confiase en ellas y les encargase puestos de responsabilidad significa que es un pionero, aparte por supuesto de un señor.

—Frente al espacio laboral que conoció, ¿qué diferencias observa en la empresa actual?

—Aunque aquello era muy difícil, la dificultad es otra: hoy lo duro es que una persona tiene una carrera y aún así lo tiene muy difícil para empezar a trabajar, el problema de la gente joven es una desgracia.

—Señala que tan importante es que una trabajadora crea en ella misma como que crean en general en ellas los responsables de las empresas...

—Claro, por eso destaco el caso de mi jefe: por mucho que hagas tu si no encuentras una persona que también crea en eso la lucha es mucho más dura, por supuesto.

—Los convocantes del Premio á Muller Traballadora destacan que usted ha sido trabajadora, sindicalista, mujer y madre de tres hijos en un momento en el que simultanear esas facetas era insólito.

—Lo era, en mi empresas fuimos siempre muchas mujeres y más o menos todas igual, por ejemplo yo orientada a la vida sindical pero en general sí que fue difícil porque era conjugar la vida familiar, tres niños pequeños en un espacio corto de tiempo, el trabajo, el sindicato porque era al principio de la democracia cuando teníamos la oficina en Marín dos compañeros y yo y empezamos a trabajar muchísimo por el sindicato, y después tuve la suerte de tener un marido que me apoyó mucho y jamás me puso pegas en mi carrera, como digo yo hice la carrera la empresa, poco a poco empecé como auxiliar y hoy tengo un puesto importante, pero me hice ahí la carrera porque hubo gente que nos apoyaba y nos daba los medios, entre ellos un empresario que fue un visionario del futuro. Para que se haga una idea: el segundo móvil en España lo tuvo él.

—Con casi medio siglo de carrera laboral a sus espaldas ¿qué mensaje da a las jóvenes en la víspera del 8 de Marzo?

—Tengo varios mensajes a partir de lo que viví: el primero es que todos los días te tienes que levantar, llenarte de optimismo, de ganas y querer comerte el mundo. El segundo mensaje es el más importante: sobre todo cumplir, cumplir con la obligación que tienes asignada. Así es que el mensaje es ser consecuente con lo que tienes, cumplir y trabajar, eso es lo primero. Hoy es cierto es que es muy difícil dar este mensaje a quien no encuentra donde trabajar pero hay otra mucha gente que sí y a ellas les digo que la ilusión, la fuerza y las ganas es importantísimo. Además hay que pensar que hay muchas mujeres en puestos importantes, que tenemos una visión mejor que los hombres, creo yo, con respecto al trabajo y también mejores notas, por ejemplo en el acceso a la universidad, tenemos mejor capacidad de trabajo y organización, hay que confiar en ello. Y por encima de todo les doy un mensaje: hay que trabajar, sobre todo eso, y después exigir.