Salvo excepciones, todo lo que hay de bello en nosotros pasará. No obstante, algunos de nuestros escenarios nos sobrevivirán, como lo hicieron antes con nuestros antepasados. Es el caso de uno de los rincones más fotografiados y recorridos de la ciudad de Pontevedra, el entorno de la Plaza de España donde se asienta el monumento a los héroes de Pontesampaio.

Fue inaugurado en julio de 1911 (el próximo año cumplirá su primer siglo) y desde entonces ha sido testigo de guerras, cambios de gobierno, manifestaciones y del devenir ciudadano, que a principios del siglo XX convirtió a la Alameda en espacio para juegos y romances.

Coincidiendo con el bicentenario de la batalla de Pontesampaio (hoy se cumplen exactamente dos siglos de la retirada del ejército francés), el ex parlamentario Roberto Taboada Rivadulla y Arturo Hermida Sanmartín presentaron ayer "O monumento ós heroes de Pontesampaio" , un libro que reúne fotografías de diferentes autores y de noticias de actualidad.

Roberto Taboada explica que "se trata de que reflexionemos sobre la evolución histórica de la ciudad, el monumento y el contorno urbano en el que se asienta hace tanto tiempo".

Este periplo arranca dos años antes de la inauguración, cuando tras la iniciativa popular y del Centro Galego de Madrid para recordar a los héroes, la corporación nombra una comisión con atribuciones especiales sobre el monumento. El Ministerio de Instrucción pública concede en 1910 una subvención de 25.000 pesetas para la obra, que en esos momentos ya estaba en ejecución.

El autor fue Julio González Pola, medalla de Primera Clase con el también escultor Juan Uslé en 1908, un creador asturiano cuya obra está poco estudiada y que para muchos dejó en Pontevedra su mejor trabajo y de hecho la corporación pidió para él la Cruz de Alfonso XII.

Montero Ríos, González Besada y Vincenti (encargado de descubrir el monumento) figuran entre los invitados de excepción a la inauguración, a la que también asistió el nieto del general Morillo.

El conjunto mide en total 8 por 4 metros, incluye tres inscripciones (la más famosa, en la parte posterior del pilar: "A los héroes de Puentesanpaio acaudillados por Morillo") y presenta a un grupo de labradores, estudiantes y soldados sujetando la bandera. Al frente, una aldeana animando a la lucha.

El monumento se colocó en el lugar donde había un pequeño estanque, frente a la Casa Consistorial y en las inmediaciones de las ruinas de Santo Domingo, un entorno que ha variado sensiblemente a lo largo del último siglo si bien conservó su carácter de espacio ajardinado.

Hubo decisiones afortunadas, como el cada vez mayor cuidado en la conservación de las ruinas de Santo Domingo (que en las imágenes de principios del siglo XX aparecen enormemente deterioradas e invadidas por elementos vegetales) y otras que fueron sencillamente ocurrencias, como la adoptada en la pasada década de los ochenta al rodear al monumento de una fuente de dudoso gusto.

También figuran en el libro presentado ayer fotos curiosas como las del parque de Las Palmeras en la década de los veinte, cuando los árboles que dan nombre a los jardines eran todavía ejemplares jóvenes.

El instituto Valle-Inclán, las actuales Subdelegación y Diputación o el antiguo cuartel de San Fernando y hoy facultad de Bellas Artes son otros de los edificios que protagonizan este repaso en imágenes por una parte tan simbólica de la historia de la ciudad.