La marginación emplea hoy nuevos lenguajes”, explica el antropólogo Manuel Delgado, “nuevos lenguajes que con frecuencia son cualquier cosa menos lo que parecen ser. Le pongo un ejemplo: en la ciudad de donde vengo, Barcelona, la inmigración es especialmente importante y de pronto se ha generado una especie de pseudodiscurso que bajo la apariencia de ser antirracista y basarse en principios abstractos como la tolerancia, la comprensión entre culturas, etc, en la práctica son los discursos bajo los que se amparan las nuevas formas de exclusión”.

-¿Qué es el multiculturalismo?

--No lo sé, es una buena pregunta, usted igual lo sabe.

-¿Qué queremos decir cuando decimos interculturalidad?

-Ni idea.

-¿Una ciudad como Nueva York es multicultural o es una suma de hispanos por un lado (y en algunos trabajos) de hindúes, chinos...?

-Es que, mire, para saber qué es el multiculturalismo, la idea de que la gente es diversa, no tengo por qué hacer ninguna cosa especial, salgo a la calle y ya lo veo, es evidente, pero eso es algo que ya sabíamos o al menos algunos ya lo sabíamos. ¿Y qué? ¿Qué problema hay?

-¿Qué le parece cuando se dice que debemos ser una sociedad plural, diversa, multiétnica..?

-Todas las sociedades, todas las sociedades occidentales contemporáneas y seguramente en todos los tiempos han sido complejas, han sido complejas porque han estado compuestas por gentes que piensan, hablan y sienten de forma diferente, no veo en qué medida eso conforma una novedad. La pregunta es ¿dónde está el problema? Hasta qué punto el hecho de que las personas sean diferentes debería plantearse, como se plantea hoy por hoy, como una fuente de ansiedad o de inquietud, un motivo de alarma que obliga a políticas especiales. ¿Qué se esconde detrás de eso? Porque el hecho de que la gente sea distinta es consustancial a cualquier forma de vida compleja, nuestras sociedades urbanas han estado siempre conformadas por gente que venía de todos los sitios, cuando menos desde que hay ciudades éstas se han conformado de la heterogeneidad, han vivido de ella, lo que debemos plantearnos ahora es qué es lo que justifica que ahora eso devenga en motivo de alarma que tanto nos tiene que preocupar. La pregunta continua siendo: sí, bueno, las sociedades son heterogéneas ¿y qué?

-Se la traslado: ¿Y qué?

-Es que tampoco tengo respuesta para eso, a menos claro que se nos quiera hacer que en efecto el hecho de que las sociedades sean heterogéneas supone un problema ante el cual tenemos que armarnos.

-¿Y entonces qué hay tras toda esa retórica del multiculturalismo, la interculturalidad, la tolerancia?

-Lo que con frecuencia se esconde tras ese lenguaje es que no se deja de soslayar realidades mucho más obvias pero que nadie se atreve a plantear, entre ellas la de la simple y burda y explotación humana, se plantea como un problema de diferencia cultural lo que es un problema de desigualdad social y ahí está lo que justamente debe de ser enunciado. Vengo de un lugar, Cataluña, donde el Forum de las Culturas de 2004 supuso la apoteosis justamente de la conversión del discurso antirracista en un mero espectáculo y, créame, hoy por hoy quienes firman las órdenes de exclusión, quienes estimulan leyes de extranjería destinadas justamente a impedir el acceso al país de ciertas personas o a expulsarlas de él, son los que pública y privadamente se proclaman antirracistas, hoy por hoy el problema no está en el racismo, el problema está en el antirracismo, o cuando menos en ese antirracismo trivializado y convertido en show, es justamente el que permite hoy por hoy cultivar el virtuosismo del ciudadanismo y otras altas cualidades humanas tras las que se esconde la burda hipocresía.

-Después de todo no somos racistas, somos los clasistas de siempre...

-¿Pero es que se requiere un esfuerzo intelectual especial para darse cuenta de que lo que estamos siendo testigos de que la noción de cultura es la que está supliendo la noción de clase? Es así de sencillo y de burdo, pero cuesta plantearlo tan duramente porque hay un colosal dispositivo que se empeña justamente en hacernos creer desde el plano educativo en que el problema está en la cultura y que el antídoto que nos permite mantener a raya el racismo son los buenos sentimientos, la apertura al otro, cualquier cosa menos lo que de verdad lleve a superar al menos en parte esos conflictos, que son mayores cotas de justicia social y equidad, pero eso nadie se lo plantea.