El incendio sorprendió a varias familias descansando en sus hogares, y fueron ellas las que dieron la voz de alarma ante lo que se les venía encima. Andrea vive enfrente de la casa abandonada, a menos de cinco metros (el callejón es muy estrecho, no permite el paso de un coche). Junto a sus hijos Mariano y Melina, fue la primera en advertir el peligro.

“Después de la tormenta empezamos a ver un humo denso, y de repente salió una llamarada de la ventana. Sin embargo, no nos apercibimos de la verdadera dimensión porque desde casa sólo veíamos la primera planta, no todo lo demás”, explica. “Los cristales reventaron, y cuando abrimos la ventana recibimos un tremendo sofocón de calor”, relata. Ella y su familia viven provisionalmente en un hotel cercano.

José Manuel Cortegoso, que vive puerta con puerta con Andrea, temió seriamente por su integridad y la de los suyos. “Estábamos dentro. Notamos moito calor, e chegamos a pensar que o lume viña para a casa”, relata. “Dixéronme que o luns o derribarán e poderemos volver, pero agora estamos na casa dunha filla, na Banda do Río”, explicó este afectado, que vive en el callejón Teimón junto a su esposa, sus hijos y sus nietos.

Peligro de derrumbe

Otra mujer que vio peligrar la vida de los suyos fue María, que aunque vive unos metros más abajo tenía a su hija en la casa de Andrea en el momento del siniestro. “Vino el cantero por la tarde y me avisó de que salía humo, pero yo no le di importancia porque sabía que la Policía ya había venido a apagarlo. A los dos minutos volvió, y cuando salí ya se veían volar pedazos de madera que caían al suelo ardiendo. Si esto llega a pasar en verano no queda una casa en pie”, señala esta vecina, que tiene un almacén en el lugar y tampoco puede acceder a él por el peligro de derrumbe.

Otros tuvieron mejor suerte y no se apercibieron de lo sucedido. María Jesús, que vive al lado de la casa en cuestión, afirma que se enteró “al día siguiente, cuando fui a tender la ropa y vi todo derretido”.

Argentina, la dueña de otra de las viviendas cercanas, comprobaba ayer el estado de su casa. Todos ellos se congratulan de que no haya pasado a mayores un incendio de unas dimensiones colosales, cuyo resplandor se avistaba a varios kilómetros de distancia.