Pontevedra tiene una gran carencia de plazas de aparcamiento gratuito en el centro urbano. Los conductores que se mueven a diario se arman de paciencia para encontrar un lugar donde estacionar, y este problema ha generado un pequeño negocio que provoca molestias habituales a muchos vecinos. Un grupo de personas, en su mayoría desempleados, se han hecho fuertes en el entorno de la Plaza de Galicia y en la Plaza de Barcelos, donde practican la extorsión a sus anchas. Dedican su tiempo a "ayudar" a estacionar en esos lugares (casi nunca es necesaria esa colaboración) a cambio de una contraprestación económica impuesta por ellos mismos, sin ningún respaldo legal. Los conductores se ven en la obligación de pagar por este peculiar servicio bajo coacción. Los usuarios que deciden no pagar pueden encontrarse desperfectos en el coche a su regreso, y por eso muchos prefieren perder su derecho a estacionar en un lugar público y buscar un emplazamiento alternativo.

En los últimos días se han efectuado denuncias por supuestos rayazos en vehículos en la zona de la Plaza de Galicia. Los "gorrillas" desmienten que sea cosa suya. "Yo me entero del compañero que hace eso y le meto dos ostias", explica un "gorrilla" en Campolongo. "Eso no se puede hacer. Yo le digo a la gente que no tienen obligación ninguna. Es por darnos una ayuda y bastante es", apunta el joven. Sin embargo, el individuo dice que estas prácticas son habituales en la zona.

"Aquí hay muchos mangantes. No tiene justificación ninguna. Hay gente que mete el coche, no necesita ayuda tuya y te da igual", reconoce, al tiempo que subraya que muchos de ellos no hacen daño a nadie. "Estamos cuatro o cinco aquí de risas, aparcas cuatro coches y te fumas un porro, pero sin hacer daño a nadie", se defiende.

El "gorrilla bueno"

En la otra parte del barrio nos encontramos a un hombre que dice trabajar para la Xunta y que no quiere saber nada de las prácticas de sus compañeros.

"Esto es privado. Yo trabajo en la Xunta y a mí me dejan todas las llaves. Yo tengo un compañero, estoy hasta las doce. Después viene él y me voy a Redondela a mi casa, y no quiero saber nada más", afirma.

Sin embargo, asume que las peleas y los disturbios son normales. "Esta gente son bestias, son drogadictos y nunca se sabe. Quieren coger dinero rápido para correr para arriba, al Vao, y eso es lo que hay. Mi compañero vive aquí al lado, y el otro día le rompieron la ventana, le robaron el cassette, la chaqueta, el gorro y las gafas. Los de la zona de ahí son conflictivos, yo no quiero saber nada de ellos", concluye.