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Otra vez aislados en el Ourense vaciado

Las restricciones impiden la interacción social en la ciudad, Barbadás, Verín, O Barco y toda la comarca de O Carballiño - En Liñariños, Boborás, lo asumen con responsabilidad

Graciela y Maruja guardan las distancias en el peto de ánimas de Liñariños, Boborás. // Carlos Peteiro

En muchos pueblos de la provincia, los pocos vecinos que hay son como de la familia. Cada uno en su casa pero casi convivientes. Sentados en un banco, un peto de ánimas o una marquesina charlan de lo que sea, comentan como les va a los hijos y a los nietos y hasta se bajan la calceta o el ganchillo. Pero desde ayer, en muchas de las aldeas del Ourense despoblado esta interacción social, que es la salsa de la vida en el rural, ya no está permitida.

Las nuevas restricciones aplicadas por la Xunta para frenar la propagación del coronavirus en las zonas con mayor incidencia afectan a 54 municipios de la provincia y de manera especial a toda la comarca de O Carballiño, donde al igual que en Ourense, Barbadás, Verín y O Barco, están prohibidas las reuniones de personas que no sean convivientes.

La orden de la Consellería de Sanidade que establece esta y otras restricciones en la provincia se publicó el miércoles en el DOG y entró en vigor a las 0.00 horas de ayer. El texto recoge que la incidencia del Covid-19 en la comarca carballiñesa triplica a la del conjunto de Galicia y que en el concello de O Carballiño la supera en cuatro veces. En los últimos días se ha constatado un incremento de los casos y del porcentaje de PCR positivas, por lo que el brote es de "alto riesgo". La situación en la cabecera de comarca, señala Sanidade, "repercute en los restantes concellos", y la solución inmediata pasa por aumentar la restricción de los contactos familiares y sociales en todo el territorio. La decisión afecta a Beariz, Boborás, O Carballiño, O Irixo, Maside, Piñor, Punxín, San Amaro y San Cristovo de Cea.

La medida será revisada semanalmente por el comité clínico, por lo que no es un adiós, sino un hasta luego a la partida en el bar y a las tertulias en la plaza.

"¿Pero puedo ir a O Carballiño a comprar?", pregunta Angelita, de 53 años, y vecina de Liñariños, un pueblo de Boborás en el que residen de forma habitual una decena de vecinos. Aliviada al saber que la movilidad en la comarca no se ha visto afectada, pregunta si, como siempre que va a la villa del Arenteiro, podrá reunirse para tomar un café con su amiga. Este encuentro le da la vida, dice, pero no, no se puede. Acepta con la misma resignación con la que desde hace meses asumió que la pandemia no era una broma. "Al principio me lo tomé a cachondeo pero ahora veo que es algo muy serio", dice.

Angelita tiene miedo al contagio y es de las que prefiere quedarse en casa. En Liñariños la vida social se concentra en el peto de ánimas pero no es un lugar que ella frecuente. Prefiere ir a casa de su prima, que sabe hacer calceta y ganchillar. "Le pregunto si va bien o mal y a lo mejor nos da la noche. Tengo que ir porque si no me aburro", dice. Las nuevas restricciones se lo impiden pero aclara: "Nos quedamos en la calle, debajo de la terraza, yo en una punta y ella en la otra, aunque me riñe porque así no puede indicarme los puntos".

La restricción social no rompe la rutina de Silvia Sousa, que no sale mucho de casa, solo para ir a O Carballiño. Pero su suegra, Maruja, es de las que se reúne en el peto de ánimas. "Ya le dije que no puede ir porque cuando van se sientan pegados y eso no puede ser". Ayer, cumpliendo con la norma, Maruja solo se acercó al peto para la fotografía y guardando ampliamente la distancia con otra vecina, Graciela, que salió de su casa para la instantánea.

Esta vecina señala que el problema está en O Carballiño, pero no les queda más remedio que ir. "Mi hijo trabaja allí pero no va más que al trabajo, al súper, y de vuelta a casa. Yo no salgo, tengo mis perros y los paseo por la mañana y por la noche y si me cruzo con alguien le doy los buenos días pero con distancia".

La alcaldesa de Boborás, Patricia Torres, ve necesario disponer de los datos por concellos que la Xunta empezará a facilitar porque, de esta manera, dice, "podemos vigilar que se cumplan las cuarentenas". Las restricciones pueden parecer desproporcionadas en pueblos con vecinos contados en los que no hay contagios pero, afirma la alcaldesa, "hay mucha relación con O Carballiño", y la clave es colaborar para frenar la propagación.

"Está bien limitar la interacción social porque se están detectando muchos contagios en las reuniones familiares y celebraciones, en las que se relaja el uso de la mascarilla y la distancia". Torres pide un esfuerzo a sus vecinos y recuerda que es algo temporal: "El sacrificio merece la pena, nos jugamos mucho", apunta, sobre todo en el rural, donde la población es mayor y más vulnerable al Covid-19. "Sería gravísimo volver a confinarnos", avisa.

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