Susana González Seoane levantó la persiana de Casa Cortés el 19 de febrero. Tomó la decisión de emprender y montar este bar en la calle Lepanto, en plena zona de vinos del casco histórico. "Puse toda la ilusión y mis ahorros", dice. Pero llegó el confinamiento y lo truncó. Y después la segunda ola.

Tras un verano duro para todo el sector, las restricciones que hoy entran en vigor en todo el municipio de Ourense y Barbadás agravan todavía más la situación. Bares y cafeterías no pueden servir en el interior, reduciendo su actividad a la terraza, si la tienen. Los restaurantes pueden servir en el local, pero en ambos casos, a no más de cinco personas por mesa y siempre y cuando compartan domicilio.

"Es mejor estar cerrados porque no tenemos ninguna venta. Al no poder consumir los no convivientes los cafés que ponemos no dan para el sueldo de un empleado; es nejor retirarse", señala Susana. Hoy mismo entra en un ERTE porque se resiste al cierre definitivo. "Hay que luchar contra el Covid y entendemos que hay que tomar medidas, pero necesitamos que nos ayuden porque somos de los más perjudicados". Esta empresaria sostiene que las nuevas prohibiciones hacen "inviable" el mantenimiento de la hostelería.

También en el casco histórico, el restaurante Sanmiguel, que acumula una tradición de 70 años sirviendo comidas y organizando eventos, ve complicada su situación: "Esto es un confinamiento debajo de la mesa, no nos quieren decir que van a cerrar los bares pero casi nos están obligando a cerrar", apunta el metre, Christian Andara. Nada les impide seguir abiertos "pero no nos dan la oportunidad de tener clientes", añade. El restaurante tiene tres salones y un aforo de 100 personas pero ayer solo se cubrió una mesa con dos personas a la hora de comer.

"El equipo de salón lo componemos dos personas y en días cotidianos es más que suficiente, pero ahora hemos tenido que hacer una reducción de jornada y ya no necesitamos a los extras porque no se pueden organizar bodas ni eventos; estamos dejando a gente sin trabajo", lamenta.

Este profesional destaca que el restaurante ha sido "muy respetuoso" con las medidas de higiénico-sanitarias y de seguridad que se han ido implantado desde el inicio de la desescalada. Pero la prohibición de no convivientes, dice, "nos deja un poco a la deriva porque no sabemos como garantizar eso sin cruzar la línea de pasar por policías".

Pide apoyo a la clientela, que ahora son las familias y compañeros de piso. "Se nota que la gente tiene miedo, y esta situación de zozobra hace que la gente piense que es irresponsable salir, pero no lo es si se cumplen las medidas". De lo contrario, lamenta el metre, "nos veremos obligados a cerrar".