Felipe Balboa Fernández (Ourense, 49 años) es aficionado al bricolaje pero ese tipo de tarea doméstica, que en ocasiones requiere equilibrios y posturas difíciles, todavía le cuesta. Este pasado domingo se cumplieron dos meses desde que salió de la UCI tras pasar 42 días en una situación grave, aquejado de dos neumonías, una tras otra, la primera a consecuencia de la Covid-19 y la segunda por una infección bacteriana de neumococo. El 11 de mayo, después de 6 jornadas en planta, dejó el hospital y volvió a su casa del barrio ourensano de A Carballeira. Dos meses después del alta, este profesor de Lengua, sindicalista de UGT en la Federación de empleados de servicios públicos (Fesp), casado y con dos hijas, ha ido mejorando pero su recuperación aún no es plena, lo que da una medida del alcance y los efectos duraderos del coronavirus.

"Salí del hospital dando cuatro pasos y ahora ando entre 35 y 45 minutos a diario. Me canso tras caminar pero aguanto porque son los deberes que me puso el médico. Todavía me encuentro al 60 o 70%, con respecto a antes", asegura. "El problema es sobre todo físico, porque perdí masa muscular. Me cuesta forzar alguna postura, como por ejemplo ponerme de puntillas para llegar a algo". Son las consecuencias de tanto tiempo encamado y de muchas jornadas con intubación y respiración mecánica. Trabaja en recuperar el tono con ejercicio progresivo y constante y yendo al fisioterapeuta, por su cuenta. "Rápido no es", avisa.

"Cuando salí del hospital, un médico conocido me dijo que la recuperación llevaría entre seis meses y un año, y entonces me pareció algo alarmista y me lo tomé un poco a coña. Pero ya llevo dos meses. En lo grueso he mejorado pero faltan los detallitos".

Tras volver a su domicilio, estuvo a seguimiento pos-Covid. Se medía a diario la tensión, la saturación de oxígeno y la temperatura, y comunicaba los resultados por teléfono. La sanidad estudia el alcance de las secuelas con pruebas tras el alta. Felipe acudió a una revisión neumológica al cabo de un mes de su salida, y pasó una espirometría y una radiografía. "Parece ser que no debería tener ninguna secuela grave, más allá de haber superado dos neumonías seguidas", destaca.

También acudió al médico rehabilitador, en el hospital público de Piñor, donde se sometió a una prueba de esfuerzo -dando vueltas durante seis minutos en torno a unas sillas-, que no detectó problemas cardíacos pero sí la necesidad de ir recuperando masa muscular. En septiembre tiene una nueva consulta de rehabilitación.

Ayer mismo le hicieron una resonancia en el hospital privado Cosaga, al que fue derivado por el Sergas. Felipe no era capaz al principio de mover los dedos de los pies en la pierna derecha, y ahora todos menos uno. "Quieren descartar que sea un problema de columna". A final de mes pasará un nuevo control de neumología, con radiografía, espirometría y consulta.

Permanece la huella de la enfermedad en su voz, algo ajada, si bien cada vez menos. "De noche duermo mejor pero me cuesta enganchar el sueño. Peso no he ganado mucho, pero con respecto a cuando estaba ingresado ya he subido 5 kilos. Recuperé el apetito y también el olfato". En cuanto al estado anímico, aunque la progresión física ayuda, "unos días son mejores que otros". Las noticias sobre la Covid -reconoce- "todavía me producen cierta ansiedad y, cuando camino, procuro ir por donde no hay mucha gente".

Ante rebrotes como el que sufre A Mariña, "que me preocupan pero por desgracia no me causan sorpresa", desde su experiencia llama a la responsabilidad individual. "El otro día fui al Paseo para ver el ambiente electoral y no me quedaron muchas ganas de volver. Compruebo que mucha gente cree que la nueva normalidad es volver a hace seis meses, y para nada. Cuanto antes nos concienciemos de que hay nuevos hábitos, normas y preocupaciones, mejor será para todos . El virus no se ha ido y el peligro sigue ahí. La gente no debe bajar la guardia".

La enfermedad, dura, ha introducido cambios en su perspectiva. "Me tomo la vida con otra tranquilidad, no tan pendiente del reloj como antes".