El confinamiento, el cierre de fronteras y la paralización del ocio nocturno -hasta su reanudación, con su particular desescalada, desde este 1 de julio- hicieron todavía más evidente lo silenciada que está la realidad de la prostitución, íntimamente relacionada con el contexto de pobreza en origen de las mujeres y, no en pocas ocasiones, con una situación de explotación sexual. "Debemos seguir concienciando de que son seres humanos, no una mercancía", recalca Pilar Manso, la fiscal delegada en la provincia de Ourense contra la trata, responsable del área de Extranjería.

Con los clubs cerrados durante tres meses y medio, hasta su reapertura a partir de este pasado miércoles 1 de julio, y con las limitaciones de movimiento durante las semanas más restrictivas del estado de alarma, que las invisibilizaron y dificultaron incluso la actividad en los pisos, muchas de estas mujeres padecieron una situación de extrema vulnerabilidad, hasta el punto de necesitar ayuda para las necesidades más básicas, como comer.

Cáritas Ourense sostiene desde 1999 el proyecto Alumar, una iniciativa cuyo objetivo es orientar y asistir a prostitutas. Desde que comenzó la crisis sanitaria, las mujeres que mantienen este programa de la ONG de la Iglesia han hecho seguimiento telefónico y prestado apoyo a medio centenar de mujeres. A "unas cuatro o cinco" incluso les procuraron un lugar en el que vivir, cuenta Carmen Alonso, responsable del programa de la mujer en Cáritas. Varias sufrieron "situaciones de máxima precariedad, con absoluta necesidad material de alimentación porque se veían sin ingresos de ningún tipo. En algunos locales no pudieron seguir viviendo y fue preciso gestionar habitaciones. En el ámbito de la prostitución no estábamos acostumbrados a hacer un acompañamiento a ese nivel tan básico, era más una intervención social de siguiente nivel. Hemos tenido que hacer cobertura de alimentación y medicación, para que les llegara, además de un acompañamiento por teléfono, disponibles ante cualquier inquietud".

Muchas pasaron el confinamiento recluidas en sus viviendas, en los locales o alojadas por conocidos. Se cree que con la desescalada y el levantamiento de prohibiciones aumentó la actividad desplazándose a los pisos. En los próximos días, las técnicas retomarán las visitas a clubs, donde podrán conocer de primera mano las experiencias de la vuelta a la actividad así como las que vivieron en el confinamiento. "A lo largo de julio podremos tener un pequeño en su realidad como para no solo imaginarla sino conocerla de primera mano. Hemos cuidado mucho las comunicaciones con las mujeres, pero eso no quita que haya podido haber algunas situaciones que no conozcamos".

Sabrán, por ejemplo, si la demanda de sexo cae y cómo se concilia la vuelta a la actividad con las medidas sanitarias ante la amenaza del coronavirus y el peligro de rebrotes. "Siempre han sido ellas las que más han puesto en juego su salud. Son las primeras en padecer cualquier riesgo, y el del coronavirus es uno más", recuerda esta experta. "Qué va a suceder en este nuevo contexto aún lo desconocemos porque no se ha dado nunca, no sabemos cuál va a ser la reacción de los propios clientes. Puede ser que haya gente que pase olímpicamente de todo, como los que siguen haciendo botellón, o que tenga miedo y no se despegue de la mascarilla".

La fiscal Pilar Manso ha solicitado informes a las entidades sociales para conocer el alcance del confinamiento en la actividad de la prostitución y la vida de estas mujeres. La jurista teme que la crisis y la pérdida de empleos y oportunidades fuercen a determinadas personas a ejercer. "Hay mucha gente que tenía una fuente de ingresos en negro y que se quedó sin trabajo. Y hay que recordar que la trata y la prostitución aumentan en las clases desfavorecidas". Las captaciones de víctimas de trata se centran en países con pobreza o violencia. Con el cierre de fronteras ese flujo se detuvo, "pero tal vez la trata pueda producirse con las víctimas que ya están aquí", indice la fiscal.

Estudio de la Fiscalía

La Fiscalía General del Estado coordinó el estudio de la incidencia de la crisis del Covid-19 en la trata de seres humanos. Según explica la delegada del ministerio público en Ourense, los informes revelaron tres tipos fundamentales de situaciones vividas por las víctimas. "Por un lado, las mujeres que se quedaron sin ningún tipo de recursos, en la calle, abandonadas a su suerte. Por otro, las que se quedaron en clubs cuyos dueños no sufragaron la luz y el agua. También hay un porcentaje que estaban siendo explotadas para saldar deudas y a las que los clientes recabaron a través de las redes sociales. Los ingresos en la mayoría de los casos son en negro y, al no existir, se quedaron sin nada. Menos mal que colaboraron y ayudaron las ONG", dice Manso.

Carmen Alonso hace una analogía sobre el efecto del confinamiento en la prostitución ilegal. "Con el cierre de fronteras hubo una parte del delito de trata que quedó contenido, de manera que aunque las mujeres estuvieran captadas no podían trasladarlas y eso influyó en la parálisis de la parte instrumentalista del delito. Como la caída de los accidentes de tráfico durante el confinamiento, no significa que la trata no vuelva con la apertura de las fronteras con buena parte de países".

Alonso recuerda que "la prostitución es una actividad de supervivencia. La pobreza o la violencia del país de origen son las realidades de la que se nutre la trata, con deudas que generan la explotación sexual. Y cuando no es una víctima de trata es una persona que no ha encontrado otra manera de sobrevivir, de salir adelante". Cáritas también teme que con una grave crisis social y laboral por delante, haya mujeres que "se vean abocadas" a ejercer. Y pide concienciación social: "En España hay una alta demanda sexual, es lugar de tránsito y destino, sin importar que las mujeres proceden de países pobres. Nadie se levanta una mañana diciendo que quiere prostituirse".