Silvia Martínez se despertó un día sin saber que su casa sería su única realidad de pasado, presente y futuro. De primeras, impensable. El coronavirus entró el cuerpo de la ourensana en silencio y sin fecha de salida. "Llevo desde el día 15 de marzo con síntomas", aclara la ourensana. Siete días después le hicieron la prueba y confirmó sus sospechas: "Me sentía realmente cansada y con fiebre, alrededor de 37,5 cuando yo suelo tenerla baja. Fui a la recogida de pruebas que instalaron y, de verdad, creo que ese día fue el que peor me sentí. Cogí el coche y me hicieron la prueba rápida. Al día siguiente me realizaron otra prueba de garganta a mí y a mi familia".

Su caso no es ajeno a una pandemia que llegó para quedarse, para convivir con todos. En su casa, con su marido y dos menores, hubo tres positivos. La primera semana fue la peor: "Tenía febrícula, cansancio y aunque los médicos me decían que no era un síntoma claro de coronavirus, yo tuve diarrea. Ellos decían que no, pero yo estaba segura de que era por eso. Estuve cuatro días realmente mal, no tienes ganas de hacer nada y estás en cama. Aunque realmente la situación es difícil en esos momentos ya que mis hijos están pendientes de mí y necesitan cercanía y atención".

Tras la detección se añaden nuevas pautas a su rutina. "Me despertaba y me miraba la fiebre, tanto la mía como la de los pequeños para controlarla y anotarla en la aplicación que nos realizaba el seguimiento". Hasta ahí, todo lo inusual que el virus fijó como ordinario.

Su propia curva del coronavirus remitió, pero no antes de atacar a la mente. "Emocionalmente tienes miedo al principio porque no sabes cómo vas a derivar o cómo tu cuerpo va a luchar contra el virus. También te genera ansiedad la situación, pero el punto más reflexivo fue cuando empecé a toser. Ahí sí que la preocupación fue más intensa porque no sabía como iba a evolucionar. Afortunadamente, no fue a más y eso me sosegó".

El coronavirus, además de sus controles sanitarios, incorporó más labores de desinfección, pero también más momentos con los suyos. "No es la situación ideal, pero a mí me sirve para pasar más tiempo con mi familia, cosa que antes no podía". Entre tareas del colegio o juegos infantiles se olvida el aburrimiento del confinamiento. Sin embargo, la inquietud sigue cuando el virus solo perdura en ella: "Es una situación que vives de forma cansada, no solo física, que también, si no mentalmente porque casi llevo dos meses así y la verdad no entiendo por qué, cuando mi marido y mi hija ya lo pasaron. No sé si es por mi sistema inmunológico o si es por otra cosa".

Hace unos días, y conociendo su caso, los profesionales sanitarios fueron a su casa -tras requerirlo ella- para realizarle pruebas con el objetivo de conocer más a fondo su caso. Los resultados "demostraron que estaba bien, dentro de lo que es tener el coronavirus. El médico me dijo que estaba mejor que él".

Y ahora, ¿hasta cuándo?

Es la pregunta que se hace y que a veces encuentra una respuesta sencilla: "Esperemos que cuanto antes se acabe mejor". Pero su preocupación ya viaja al futuro: "En el caso de que me den el alta, cómo sé que no me voy a volver a contagiar, porque es una situación dinámica y cambiante y claro, si me dan el alta y tengo que ir a trabajar, con quién dejo a los pequeños. Con los abuelos no puedo..."

El cansancio se mitiga, pero la febrícula perdura. "Una vez llamé a Medicina Interna para decirle que seguía teniendo décimas de fiebre tras un mes y unos días, y me dijeron que eso en una mujer fértil que estaba ovulando era normal. Y la verdad buscar esa excusa de la menstruación para hablar de síntomas del coronavirus o incluso de cambios de humor, en las mujeres es una situación desagradable y violenta y además por parte de una mujer. "

No es una anécdota más en su vida. Como tampoco lo será el capítulo de su propia pandemia. Tiene una pequeña finca en la que se entretiene, pero vive enfrascada en una realidad que no ha elegido. Agradece el apoyo recibido porque "solo me llegaron muestras de cariño y eso en estos tiempo se agradece". El tiempo con los suyos le lleva a ser feliz aunque la normalidad sea extraña y se pregunte con esperanza: "¿Cuándo seré negativo?".