Cuando Miguel Sánchez, natural de Venezuela y de 35 años, supo que el destino de su familia en España sería Ourense buscó en internet cómo era Galicia. Esa primera impresión le gustó. Al llegar a la ciudad de As Burgas, el pasado 10 de marzo, ni él, enfrascado junto a su esposa Yeiny en numerosos papeleos, ni los más de cien mil residentes de la capital se imaginaban hasta qué punto cambiaría la vida solo cuatro días más tarde, cuando el Consejo de Ministros declaró el estado de alarma en España y fijó un confinamiento estricto para hacer frente a la emergencia sanitaria del coronavirus. Esta familia de cinco miembros -el matrimonio, que se casó hace 15 años, y tres hijos menores, de 13, 10 y 4- son solicitantes de protección internacional. Reciben la ayuda de la entidad social Provivienda, que les procuró un piso y cubre sus necesidades básicas. "Damos gracias de que nos tocara pasar esta pandemia aquí. Estamos muy contentos, con muchas ganas de conseguir una vida estable y aportar nuestro trabajo", subraya Miguel.

Tanto él como su esposa son licenciados en Educación Física, un título que ahora intentarán homologar en este país, "aunque sabemos que lleva su proceso y a ver qué puede pasar". Además ambos cuentan con experiencia profesional en otros sectores. Miguel era el propietario en Venezuela de una granja con gallinas productoras de huevos, cerdos para cría y vacas de leche. Yeiny era autónoma en una tienda de ropa para bebés y niños. "Debido a la situación en la que se encuentra Venezuela decidimos salir del país y llegamos a Madrid el 14 de febrero. Hicimos la solicitud para recibir protección internacional en territorio español. Nos atendieron en la propia sede de la Policía de Barajas", relata el hombre.

Durante tres días estuvieron esperando una respuesta a ese trámite inicial, alojados en las estancias del propio aeropuerto reservadas para este tipo de casos. "Una vez que validaron la información nos dirigimos a un hotel de Vallecas, donde nos acogió la Cruz Roja conjuntamente con la Oficina de Asilo y Refugio, que nos entregó parte de la documentación. Después estuvimos en A Coruña unos diez días, mientras esperábamos por una plaza, y llegamos a Ourense el 10 de marzo, donde nos asignaron a Provivienda", explica Miguel Sánchez.

Esta familia de Venezuela recaló en España, buscando un mejor porvenir, con la expectativa de que una oenegé "nos asignara un lugar ajustado a nuestro perfil y, la verdad, ha sido una gran bendición que nos hayan mandado para aquí. Apenas me dijeron que nos iríamos a Galicia investigué por internet y, al llegar a Ourense, ya tenía un pequeño conocimiento. En una ciudad de Venezuela, en la cordillera andina, teníamos una vivienda y nos recuerda a aquello, por el tipo de personas, las calles y la topografía. Nos sentimos como en casa y Provivienda cubre todas nuestras necesidades", relata este padre.

En el país de la costa norte de Sudamérica residen los padres de Miguel y Yeiny. Desde la distancia explicaron la situación de confinamiento que, nada más llegar a Ourense, los obligó a quedarse en casa salvo para ir al súper, cercano. "Mis papás y mis suegros viven en diferentes ciudades, a unos 70 kilómetros unos de otros. Estaban preocupados porque las noticias hablaban de que el virus avanzaba con fuerza en España pero nos comunicábamos a diario y los tranquilizábamos, pero sin poder hacer videollamadas porque allí internet es pésimo y hay cortes de electricidad varias horas".

Esta familia numerosa ha tenido que adaptarse a su nueva vida en una situación excepcional, obligados a estar en casa. "Tratamos de llevarlo de la mejor manera posible. Gracias a Dios y a las ayudas de Provivienda, la situación fue más amena. A pesar de que somos cinco la estadía ha sido agradable", destaca Miguel. La vivienda, situada en el centro de Ourense, "está en perfectas condiciones", agradece.

En el inicio del estado de alarma, "había temor" por el alcance de esta grave pandemia, que disparaba los contagios y el número de víctimas. "El miedo más grande que yo tenía era que hubiéramos cogido el virus durante el tiempo que estuvimos en Madrid. Al ser cinco personas en la misma casa hubiera sido muy difícil no contagiarnos todos. Ninguno de nosotros hemos tenido síntomas".

Primeros paseos por Ourense

Durante sus cuatro primeros días en Ourense, cuando antes del estado de alarma todavía reinaba la libertad de movimiento, solo conocieron la ciudad en los trayectos para hacer trámites administrativos. "Llegamos el 10 de marzo por la tarde, el 11 tuvimos una reunión, el 12 fuimos a matricular a los niños en la escuela y a sacar la tarjeta sanitaria. Fue poco lo que pudimos conocer". En la provincia residen 6.931 personas nacidas en Venezuela, según el Instituto Nacional de Estadística.

En esta fase inicial de la desescalada ya han podido pasear y descubrir el casco histórico, próximo a su casa. En una de la salida con los niños, Miguel conoció el Puente Romano, cuyos orígenes en el siglo I ya había aprendido en esa primera consulta en internet sobre su nuevo hogar. "Ahora se siente cierto alivio y lo vamos llevando poco a poco, pero tampoco salimos todos los días y mantenemos las distancias", afirma.

Ayer, antes de esta conversación por teléfono, tuvieron una entrevista para continuar en la procura de un empleo. Con su experiencia en el sector primario, Miguel está abierto a residir en el rural si, con su bagaje de varios años de trabajo en el campo, aparece un empleo en esta provincia de ese tipo. "El virus afecta a la economía pero tengo fe en la capacidad de España de levantarse rápidamente por su potencial humano. Y nosotros queremos aportar nuestro trabajo para ayudar en todo lo que podamos", finaliza.

La entidad social Provivienda, sin ánimo de lucro, se instaló a principios de este 2020 en Ourense -con un equipo multidisciplinar de ocho profesionales- tras más de dos años de experiencia en Vigo y con presencia también en A Coruña, para que solicitantes de asilo o protección internacional dispongan de un lugar donde vivir -la casa es el punto de partida, el espacio de seguridad-, prestándoles además acompañamiento social, jurídico y psicológico, ofreciendo información sobre el padrón, la asistencia sanitaria o cómo realizar trámites. La ONG arrancó en Ourense con 25 plazas en la ciudad y la intención es llegar también al rural. El proceso de integración de los beneficiarios es de 18 a 24 meses.