El calendario está repleto de ferias y mercados de proximidad que llevan a las villas de Galicia puestos ambulantes que activan la economía local fomentando la presencia de vendedores, clientes y vecinos. La pandemia también había privado a los pueblos de esta actividad tan arraigada. Cea, que celebra sus mercados el 6 y 22 de cada mes, acogió ayer una de las primeras fechas de la desescalada desde que la Xunta anunció la autorización para poder celebrar, a partir del lunes 4 de mayo, estas actividades comerciales al aire libre siempre que se garanticen las medidas de seguridad. Citas limitadas por ahora a productos agroalimentarios, a un 25% de los puestos y a un tercio del aforo normal. A este concello ourensano de 2.137 vecinos solo acudió ayer la pulpeira Mercedes Conde, de O Carballiño, la capital de la comarca, situada a once kilómetros. El 22 de mayo vuelve a ser día de feria y el alcalde de Cea, José Luis Valladares, confía en que más vendedores ambulantes se animen a regresar. "A lo mejor están todavía algo indecisos. A ver qué tal va en Carballiño el día 16, que parece que celebrará", dice el regidor.

En las circunstancias normales, cuando nadie se imaginaba que una crisis sanitaria alteraría todas las esferas de la vida, una veintena de vendedores -la mayoría de la provincia- solía acudir a Cea para ofrecer sus productos en puestos de calzado, textil y alimentación. Muchos vecinos y visitantes aprovechaban para comer el pulpo, el producto estrella de la comarca junto al pan de Cea desde que los monjes de Oseira en la Edad Media introdujeron ese plato tan de mar en el interior. El cefalópodo llegaba desde Marín como parte de los diezmos que el cenobio percibía por sus propiedades en la costa.

Mercedes devolvió ayer parte de la rutina a Cea despachando 45 raciones en la calle Calvo Sotelo, la principal vía del pueblo. "Me sentí un poco rara, porque en esta feria solemos ser tres pulpeiras. Me sorprendió la cantidad de gente que vino a comprar y también cómo respetaron las medidas de seguridad: casi todos llevaban mascarillas y guantes. Estaban deseosos de comer pulpo y de que volviera la feria", dice esta profesional, que lleva tres décadas ejerciendo un oficio que aprendió de sus padres.

"El mercado da vida. Las personas vienen a comprar, al banco, al supermercado, a los bares cuando estaban abiertos. Aprovechan la feria para acercarse a Cea a pasar un día agradable", responde el alcalde sobre la importancia que estos eventos aún representan para la vida social y económica del rural.

Mercedes Conde coincide. "En esos días se ve movimiento porque la gente de los pueblos de alrededor acude por ejemplo a comprar hortalizas y aprovecha para hacer otras cosas como ir al médico, la farmacia o el supermercado".

Desde que paró el 11 de marzo, tres días antes del estado de alarma, esta pulpeira no había podido trabajar hasta ayer, en la tercera jornada de la fase 0, que permite recoger comida para llevar a casa. "Va a costar un poco porque los puestos están pagados y los gastos siguen ahí, pese a que no tuvimos algunos como los de desplazamientos en el coche. Este mes no nos cobrarán el autónomo, creo, pero el pasado sí", recuerda. Mercedes acudirá con seguridad al mercado del día 16 en O Carballiño y aguarda a saber si Verín celebrará el 11 el suyo, aunque sea bajo mínimos y con restricciones. Las costumbres, poco a poco, más cerca.