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Más solos que nunca en los cementerios

Ni flores ni visitas enfrían el entorno de trabajo de los enterradores, pero su empatía en tiempos de coronavirus es aún mayor: "Intentamos siempre minimizar el dolor"

Trabajadores del servicio de Cementerios de Ourense, en el recinto de Santa Mariña. // Iñaki Osorio

El equipo de trabajadores del servicio de Cementerios de la ciudad de Ourense está formado por 18 personas, todos hombres. Por turnos y organizados en brigadas móviles operan, según las necesidades, en Santa Mariña, San Francisco y As Caldas. Si no hay previsto ningún enterramiento dedican la jornada a adecentar los recintos, segar la hierba o retirar las flores secas.

Desde que se declaró el estado de alarma, retiran pero nadie repone. Los cementerios están cerrados y más solos que nunca. Sin visitantes ni flores nuevas, falta color y ruido. "El silencio se palpa más que nunca", dice Alberto Pereira Tamayo, encargado del personal.

Tampoco hay ruido en la ceremonia del enterramiento. El límite de tres personas por féretro ha borrado las voces del cortejo en la última intervención del sacerdote. "Los entierros siempre son fríos, pero ahora más porque falta el grupo nutrido de gente que acompaña, ya no hay ese murmullo en la oración del cura", describe.

Alberto Pereira califica esta nueva situación impuesta por la crisis sanitaria como "antinatural". Y no solo por la soledad y el silencio de los entierros, sino por las condiciones de seguridad y protección a las que se han tenido que adaptar. Empezando por que ya no es necesario esperar 24 horas desde el óbito, por lo que deben estar alerta para preparar un enterramiento en cualquier momento. Cuando esto sucede limpian la sepultura y marcan con una cinta un perímetro de cinco o seis metros desde la unidad de enterramiento. Dentro están ellos y fuera el cura y las tres personas que despiden al muerto. Durante el proceso desinfectan hasta tres veces y repasan también el camino seguido por el pequeño cortejo.

La pena lo envuelve todo. "Los entierros son momentos muy delicados y difíciles para la familia, pero el dolor ahora es doble porque solo hay tres personas y es una situación a la que no estamos acostumbrados". A pesar de que no es fácil para las familias, suelen mantenerse las distancias: "La gente es bastante respetuosa aunque lleva mucho dolor dentro, quieren tocar la caja pero no se puede dentro del perímetro".

Pereira elogia el trabajo de su equipo en estos momentos: "Son muy serios y profesionales, saben qué decir y hacer en cada momento para aliviar el dolor, la tensión y la impotencia". La empatía, dice, es fundamental: "En estos momentos duros, mis compañeros están a lo que se necesita, respetan la intimidad y si pueden minimizar el dolor saben como hacerlo".

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