El coronavirus exhibe fábulas a medida que consume capítulos. Cada semana se aprende, aunque no quieras ni lo busques. En la primera línea están ellos. Los sanitarios que ayudan a salvar vidas. Por detrás, realizando un trabajo casi invisible los equipos móviles -y el personal del AutoCovid- que recogen las pruebas de los posibles casos a domicilio tras analizar la sintomatología de cada paciente.

Jesús Rodríguez y Eva López son dos profesionales sanitarios que forman parte de dos equipos diferentes, que con disfraz de astronauta esconden sus rostros para protegerse del coronavirus, pero no de las lecciones de vida. Palabras intangibles que dejan cicatriz o huella. Los dos enfermeros recuerdan historias que no olvidarán.

Jesús fue a una residencia a recoger una prueba: "En las residencias se respiraba tristeza. Casi te dan escalofríos. En concreto en una, nos recibieron llorando de la tensión. De no saber cómo el virus había entrado allí, porque ya llevaban cierto tiempo sin visitas y encerrados. Le hicimos una prueba a un hombre de avanzada edad que ya estaba enfermero. El hombre solo nos dijo gracias y que nos cuidáramos mucho. No se quejó de la prueba para nada, pero nos repitió que nos cuidáramos mucho, que nosotros estábamos en la primera línea contra el virus. Parecía que le importábamos más nosotros que él y a los pocos días conocimos la noticia de que había fallecido. Nos afectó mucho la verdad. Lo recordamos con admiración".

En el rural se esconde la etnografía gallega, la más solidaria. Jesús recuerda otra prueba que deja huella: "Fuimos a hacerle una prueba a un paciente de un pueblo, que a su vez cuidaba de otro compañero. Sorprendentemente, lo que más le preocupaba a este, no era lo que le estaba pasando ni la prueba en si, era que no podía ingresar. Nos lo repitió muchas veces, porque si lo ingresaban el compañero no podía cuidarse solo. Nos dijo que no era capaz de saber qué pastillas tenía que tomar a la mañana o a la noche, que las confundía y que eso era cosa de él, por eso no podía ingresar. Lo encontramos muy nervioso. No le preocupaba estar infectado, si no que alguien se hiciera cargo de su compañero si el ingresaba. Te emociona ver a gente mayor con ese grado de solidaridad".

Un "feliz" cumpleaños

Eva López tiene una prueba especial, una que deja huella: "Recuerdo una en concreto en un domicilio de una paciente de edad avanzada. Ella vivía sola, fuera de la ciudad en un pueblo bastante solitario. Además el día que fuimos a recogerle la muestra era su cumpleaños. Se encontraba en un estado bastante triste, estaba baja de ánimos y tenía miedo por sentirse sola y estar sola. Entonces, le canté el 'Cumpleaños feliz' y le dije que pidiera un deseo, aunque no hubiese tarta. Me dijo que lo único que deseaba era que todos los profesionales sanitarios pudiéramos tener salud. En ese justo momento las dos nos echamos a llorar y fue un momento muy intenso y muy emotivo de esos que no olvidas".

Los menores se convierten en padres: "Me sorprendió un paciente pediátrico, un niño muy pequeño que antes de recogerle la muestra estuviera calmando a sus padres, que estaban muy nerviosos. Me llamó la atención la valentía y el coraje que demostró calmando a sus padres siendo tan pequeño". Jesús también tiene otra anécdota: "Recuerdo que una de las primeras veces nos tocó una niña y nos preguntábamos porque una niña de tan poca edad tenía que pasar por una prueba desagradable y preguntamos si habría otra manera, pero no la había. Entonces nos costó ir hasta el domicilio y salimos con cierta tensión del coche. Hicimos la prueba y salimos. Recuerdo perfectamente óomo los siguientes minutos estábamos mi compañera y yo en silencio por el mal rato que le habíamos hecho pasar a la niña".

Todos arropan y apoyan, pero siempre hay sustos divertidos: "Una vez, estábamos quitándonos los equipos de protección en el rellano y escuchamos bajar a la vecina de arriba. Nos quedaba poco para desvestirnos, pero nos encontró en el rellano. Se quedó parada y solo acertó a gritar '¡Coronavirus!' girándose y volviéndose a su casa corriendo por las escaleras. Mi compañera y yo nos reímos; fue divertido". Ellos también tienen cicatrices y huellas, como todos.