Las buenas noticias nunca vienen solas, siempre hay un halo de solidaridad que las acompaña. La decisión de trasladar a los mayores que dieron positivo en coronavirus, 12 en total, de la Residencia San Carlos de Celanova alivia el trabajo, pero no la situación de incertidumbre que viven jornada tras jornada las anteriores y nuevas trabajadoras que se apañan para atender a 42 residentes.

Toda ayuda es poca para un centro que experimentó 13 contagios de residentes -con una mujer fallecida a causa del coronavirus- y con 15 positivos de trabajadoras que dejó tambaleando la actividad laboral por la excesiva carga de trabajo.

A partir de ahí, Celanova se puso en sus manos. Donaciones de material a la residencia y al Concello para que las repartiese. Los vecinos anónimos, llegados desde la villa o desde la capital, están tendiendo la mano en momentos de dificultad como lo que están viviendo.

Al principio, el estímulo voluntario era impetuoso, pero ahora es organizado. Desde la dirección de la residencia se comunican con una responsable que se encarga de la logística según las necesidades de cada momento y hora.

Un grupo de voluntarios de todas las edades -desde jóvenes hasta adultos- organizan su cuarentena diaria mientras ponen a disposición su tiempo de confinamiento para ir a ayudar a las profesionales de la Residencia San Carlos. Esperan la llamada que sacie sus ganas de ser útiles y no se lo piensan dos veces para colaborar con las tareas más básicas.

Organización

"Cuando llega la directora del centro a la Residencia nos dice la previsión del día y qué carga de trabajo están teniendo o van a tener y según eso, ella me dice cuántas personas le hacen falta", dice la responsable de la logística.

Tiene nombre y apellidos, como el resto de voluntarios, pero quieren que su actividad y apoyo permanezca por encima del reconocimiento social que están llevando a cabo desde días. "

Después de eso, yo llamo a las personas que les hace falta, si son dos pues dos si son tres pues tres si es una pues una", dice la 'encargada'.

Los voluntarios se presentan por la mañana a la hora encomendada o por la tarde, fieles a su cita con la predisposición de no mirar el reloj y sí las tareas encargadas. Lo primero, la protección. Se visten como todas, con los equipos de protección individual y sus tareas se reducen a la limpieza y el planchado de los utensilios básicos para que las trabajadoras no gasten el tiempo en ese tipo de situaciones y puedan asistir y cuidar a los residentes que todavía esperan el resultado de la prueba -al cierre de este periódico.

Es una mejora "lenta", ya que después de conocer los positivos las profesionales tienen que centrarse en la asistencia y control individualizado de todos los pacientes.

"Tienen que ir habitación por habitación dándoles de comer y hacerle las tareas pertinentes a cada uno", explican. No saldrán sus nombres, pero su labor altruista no pasa desapercibida para la villa ni para las trabajadoras, ni siquiera para los residentes del geriátrico de Celanova.