Yago Pérez tiene 24 años y trabaja en Reganosa, en Ferrol. Un servicio esencial que le mantiene en su puesto laboral durante la cuarentena, pero que le ha separado todavía más de su familia en Ourense, a la que visita prácticamente todos los fines de semana. En circunstancias normales este Día del Padre y de San José se habría reunido con sus padres y su hermana pequeña, su tía (cuatro más en la mesa) y sus abuelos en la casa de Carfaxino, en Celanova. Una mesa grande que ayer se partió en cuatro. La videollamada acortó la distancia, pero no fue lo mismo. "Echo mucho de menos a mis padres y a mis amigos", reconoce.

También Adrián Martínez, confinado en Santiago, donde trabaja como informático, tuvo que renunciar ayer a un pedazo de la tarta de queso que todos los años por esta fecha prepara su madre, la favorita de su padre. Él es hijo único por lo que el homenajeado, que también celebraba su santo, tuvo que conformarse con una felicitación virtual y un regalo que llegó antes de tiempo. "Se lo compré por Amazon y se lo envié a casa", dice Adrián.

Como ellos, hay muchísimos más hijos que antes de decretarse el estado de alarma planificaban volver a casa por el Día del Padre pero que han tenido que permanecer en su domicilio de estudio o trabajo.

La primera celebración familiar de calado de esta cuarentena se festejó en teléfonos y dispositivos electrónicos a golpe de videollamada. El tráfico de fotografías y vídeos en los grupos de Whatsapp de la familia se disparó haciendo más amena la soledad impuesta.

A Mario Osorio la cuarentena le pilla en Barcelona, donde trabaja y cursa un máster. Suele aprovechar puentes festivos largos para regresar a Ourense pero esta vez ni se lo planteó. En el aire está también la Semana Santa.

También fue un Día del Padre atípico en las pastelerías, acostumbradas a un ritmo frenético de producción y venta de pasteles y tartas. "Una quinta parte o menos que el año pasado", señala Luis Ramos, gerente de la pastelería O Couto. "Mantenemos la tienda abierta y entra gente que se lleva una tarta o algo para celebrar aunque no sea en comidas grandes", apunta. Mascarillas, guantes y la distancia de un metro marcada en el suelo avisa ya de que no es un San José ni un Día del Padre cualquiera. Incluso la tarjeta de felicitación de un encargo pone el contexto: "Aunque estos días todo el mundo te aplauda, nosotros ya sabíamos que eras un superhéroe. Feliz día papá".

Padres e hijos separados por el coronavirus y comiendo tarta en la distancia. Y las madres sin perder protagonismo: "Ella es la que lo lleva peor, aunque no están preocupados porque saben que me cuido bien", dice Adrián desde Santiago. Yago, lo mismo, "encerrado en casa matando las horas", pero sabiendo que su familia, y sobre todo su madre, "tienen la necesidad de que yo esté con ellos".