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"Aquí vives más tranquilo pero estás solo"

A Teixeira, que perdió en una década un tercio de su censo, es el municipio de Ourense menos poblado, el segundo de Galicia

Judit y su hijo Breogán, de 3 años, en su aldea de Pedra do Sol, donde viven dos familias. // Brais Lorenzo

Por San Ramón, cada 31 de julio, Celeirós engaña al presente con una fiesta que reúne a decenas de personas bajo una carpa, en una celebración gastronómica y musical en comunidad. La aldea de A Teixeira resurge en el pico vacacional del verano, en ese feliz espejismo que se disipa pronto. "A lo mejor vienen cinco matrimonios, pero jóvenes pocos. Están uno o dos días y después se aburren y se van". Según el Instituto Galego de Estatística (IGE), hay 18 personas empadronadas aunque solo residen 9. Cuatro vecinos conversaban el martes en un camino, cuando la crisis sanitaria del coronavirus aún no había alterado nuestra forma de vida. A Teixeira es el municipio de la provincia de Ourense con menos habitantes, 316 según las cifras oficiales. Solo Negueira de Muñiz, en Lugo, tiene menos población (215). En una década, este concello situado en el corazón de la Ribeira Sacra perdió un tercio de su censo, un 45% desde principios de siglo. La edad media -60,18 años- supera en 10 años el cómputo global de la provincia más longeva de España.

"Habitantes aún hay, eh. Ahí los tienes: 7 u 8 paciendo", dice Bernardino Domínguez -74 años-, apelando a la retranca, mientras señala a una piara de cerdos en una finca. Son de José Enríquez, de 59, que nació aquí, en una vivienda junto a sus padres y su hermana mayor que carecía de luz. Se hacía fuego en el suelo para calentar las estancias y cocinar. En el municipio de A Teixeira hay más vehículos -386- y vacas -324- que habitantes. José es el único ganadero de Celeirós. Es el dueño de 16 cabezas de rubia gallega. Cuando atardece saben volver solas a la cuadra, desde el prado. José cría terneros y los vende a un intermediario para su sacrificio para carne. "Antes venían los tratantes buscando ganado por los pueblos, compraban y recogían una o dos veces a la semana o cada 15 días. Ahora como no llames por teléfono, nada. Da lo justo para vivir, en esto no se quita dinero. Hoy hay muchas mejoras pero es difícil sacar para pagar seguros de maquinaria, el ganado , la casa, la seguridad social o el teléfono".

Las casas vacías

Joven para lo que es frecuente entre la población del rural, José fue ya, hace medio siglo, el único niño de su edad. "Aquí vives más tranquilo pero estás solo. Antes había mucha gente para ayudar si pasaba algo. Ahora, si te arreglas bien y si no, pues...", compara.

María Rosa Domínguez -72 años- y Victorino Rodríguez -82- celebrarán el año que viene las bodas de oro. Él estuvo en la emigración en Holanda cuando todavía era soltero. Salvo esa experiencia en la diáspora, toda su vida se limita a Celeirós. Hoy lamenta el "abandono total" del rural. Cree que debería incentivarse la compra de viviendas vacías, y que la posible declaración de la Ribeira Sacra como Patrimonio de la Humanidad tal vez sirva de oportunidad. "Casas hay bastantes a la venta. Si compraran todas y se volvieran a llenar de gente, pero la mayoría están vacías, están mirando". El octogenario se afanaba el martes en la huerta y aún atiende su viñedo en la ribera del Sil, en la cercana localidad de Cristosende. "Ruido y estrés, poco", asiente sobre las bondades de un territorio con un paisaje hermoso.

"Lo de la Ribeira Sacra podrá ayudar algo", coincide su esposa. El matrimonio crió a dos hijos y tiene dos nietas. La señora echa la vista atrás, al pasado de Celeirós, y recuerda cuando había "muchísima gente, igual más de 40 casas habitadas. Estaba el pueblo lleno de gente. Ahora somos pocos, 9 personas. Da pena. Muchas veces voy por el pueblo y si veo a alguien es al perro de este hombre", ilustra, señalando a José.

Germán regenta Casa Celso, una tienda-bar que parece tener de todo. Él reivindica las potencialidades, disconforme con la imagen que da la estadística sobre la crisis demográfica del municipio. "Prefiero hablar de ventajas que de que queda poco para morir. Es un sitio bonito y tiene mucho turismo, hay que potenciar eso". El trasiego de visitantes hacia la Ribeira Sacra da vida a la zona, aunque sea pasajera. Un viajero en sus cuartas nupcias preguntaba el martes a Germán cómo llegar desde A Teixeira a Coruña.

Las familias con hijos

"Hay mucho más movimiento, baja mucha gente a diario y especialmente los fines de semana hacia la pasarela sobre el Mao", dice Judit Novoa, de 38 años, que reside junto a su pareja, sus hijos Breogán y Dana, de 3 y 8 años, y su suegro octogenario en la aldea de Pedra do Sol, donde habita solo otra familia de mayores. En el municipio hay 17 niños y adolescentes de 0 a 15 años y 151 vecinos superan los 65. Judit es de Castro Caldelas, donde los pequeños van al colegio, a 15 minutos. Ella trabaja en un geriátrico en Montederramo y su pareja, camionero, se desplaza a Ourense a diario. Ella recuerda que, en su etapa escolar, había 500 alumnos en el colegio comarcal. Hoy son 180. Nacieron 2 bebés en 2018, un año con 10 defunciones. Los pequeños son el futuro. La madre es feliz con este modo de vida. "La tranquilidad es lo más importante. Están libres, en la naturaleza, y yo estoy despreocupada". Echa en falta más acción de las administraciones y, en concreto, de los concellos. "Aquí no tiran por nada. Podrían impulsar actividad por medio de cooperativas o fábricas".

Bernardino pasó 12 años emigrado en Suiza. "Fue mi primera patria. Estudié francés, alemán y cocina, trabajaba 16 horas, fregué tantas cacerolas que no cabrían en el pueblo". Después se estableció en Vigo. También él es crítico con los poderes. "Está a diario en la televisión la España vaciada, ¿y quién la vació? Yo no soy el clásico que insiste con que hay que volver a la aldea, pero esta es la tierra donde nací, hay cariño y me gustaría verla próspera". Le molesta que tras haber plantado maíz, el jabalí hiciera estragos y su tiempo y su dinero se echaran a perder. "La administración, que parece que solo se encarga de poner impuestos, debería financiar al menos la siembra. Porque ¿qué voy a hacer este año? ¡Pues no lo siembro!, para que venga el jabalí..."

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