La vida puede ser perfecta y, súbitamente, evaporarse en un milisegundo, con todo el tiempo por delante para tratar de recomponer el dolor y buscar los porqués, si es que hay respuestas para todo y siempre. Juan Tallón (Vilardevós, 1975) recurre a los puntos de vista de cinco narradores en su última novela, 'Rewind', publicada por Anagrama. Decía Nieszche que cuando miras mucho a un abismo, también mira dentro de ti. El escritor y periodista ourensano mide el alcance de la onda expansiva de una tragedia en las vidas de los afectados, y cómo un retrato sobre el dolor permite abordar el resto de emociones -complejas, complementarias y contradictorias- que configuran la vida. "A la vuelta de los días, te restableces, y la diabólica velocidad del mundo vuelve a embelesarte. Te olvidas de todo, en especial de la idea de disfrutar de otra manera de la vida. La propia realidad te desposee de la aflicción y del duelo y de tus remordimientos por vivir como vivías", escribe.

- La novela recuerda que la felicidad, si acaso, es breve y anticipa situaciones trágicas, complejas o tristes. ¿Es siempre esa antesala?

- Desconozco incluso si la felicidad existe como tal, o son haces de luz en la oscuridad que no tienes tiempo a apreciar. Es cierto que, a menudo, se produce un cortocircuito y viene lo peor. En ocasiones cuando llegan las peores noticias, lo hacen en esa clase de condiciones inesperables. En la novela se trata de hacer una ruptura entre lo bien que nos sentimos y nos encontramos, hasta que de pronto estamos muertos o lo están nuestros seres queridos.

- ¿Qué otros grandes temas aborda 'Rewind'?

- Trata de cómo las personas se rompen y se rehacen, en el caso de que acaben rehaciéndose del todo. Pero no es solo una novela sobre la manera en la que las personas afrontan las grandes dificultades personales, los grandes dramas de la vida privada, sino que también es una novela sobre la amistad y esa regla aleatoria por la que hoy cualquiera puede ser una víctima. Es una novela sobre lo difícil que es conocer al otro, cómo a veces crees que lo conoces y sin embargo, de pronto, es un perfecto desconocido.

- Este libro nos advierte de que un segundo afecta a los años siguientes, cambia una vida, o la trunca.

- En mitad de un día perfecto todo cambia, pero no cambia durante unos segundos sino para siempre. Hay cambios que llegan para transformar al individuo de por vida.

- ¿Hasta dónde llega la onda expansiva de esa explosión inicial que marca el devenir de la novela?

- Es una onda expansiva que no encuentra fin. De un modo u otro, toda la vida de los personajes va a estar mediatizada por lo que ocurrió en ese momento. Hay ciertos acontecimientos que nunca dejan de producirse. Tienen lugar en un segundo, en un minuto o en una hora concretos, y después duran mientras el individuo sobreviva a ese acontecimiento.

- ¿Es preciso recabar distintos puntos de vista para poder aproximarse a la realidad desde la literatura? ¿'Rewind' fue una idea de improviso, como la propia explosión?

- El autor debería ser capaz de recrear los escenarios que simplemente ha imaginado y que no ha necesitado vivir. Los puntos de vista en 'Rewind' son tan absolutamente necesarios que fueron lo primero que existió. A menudo, las novelas vienen de un sitio donde no hay nada, donde todo es liviano y tenue y a lo mejor no tienes personajes o historia. Pero, además de la fuerza que se necesita para escribirlas, cuentas con un orden, una idea de cómo te gustaría que algo fuese contado.

'Rewind' nace del interés de escribir una novela en multiperspectiva, en la que cinco personajes cuentan un mismo hecho, pero todos de un modo estrictamente subjetivo. Se genera una especie de Efecto Rashomon y cada uno de los narradores da cuenta de un hecho de un modo muy personal, y en todos los casos razonable. Puede haber contradicciones, pero en general todos aportan algo a la historia que tiene sentido. La idea es contar con esa estructura. Necesitas una historia, unos personajes, unos narradores, un espacio y un tiempo, pero todo eso vino después.

Era una ambición escribir una novela con cinco narradores, todos utilizando la primera persona y narrando un mismo hecho, aunque obviamente variando los efectos que ese acontecimiento produce en cada una de sus vidas. Lo siguiente que se sumó a la cadena, tras tener claro que quería narrar de esta manera, fue qué contar. Pensé en una explosión y en que tenía una serie de efectos distintos para una serie de personajes.

- ¿Existió la tentación de que algún narrador refutase a otro, o reescribiese su versión? En el final el primer narrador, que cierra la novela, cuenta toda la verdad del personaje que relata el segundo capítulo.

-Ese final, en realidad, ya se va insinuando desde el principio aunque quizá no te lo esperes. Había desde el inicio el propósito de que cada personaje que iba sumando su versión a los hechos debía, a su vez, ir aportando a la historia general que todos comparten una dosis medida de información que permitiese al lector comprenderlo todo. Desde el primer capítulo al último se desgrana la idea de completar el telón de fondo. El relato de cada personaje permite completar el cuadro, y no es hasta el último episodio en el que entiendes qué pasó realmente. Porque al principio sabes que hay una explosión pero no sabes a qué se debe, quién puede estar detrás, desconoces sus efectos en el sentido amplio.

-¿Qué emoción une más a los distintos personajes, hasta el punto de que se relacionen y todos rebobinen hasta ese hecho inicial?

-Alguien escribió que 'Rewind' no es una novela triste sino viva, y esa era la frase que llevaba meses buscando para tratar de explicarla. A pesar de que aborda los efectos de una gran catástrofe y es el relato de una gran tristeza porque un desastre produce víctimas, no la escribí con ese propósito. No quería una novela triste.

La gran emoción que domina la novela es la emoción que produce vivir. El hecho de la vida es una suma, a su vez, de muchas emociones. 'Rewind' empieza en mitad de una gran fiesta, de un día perfecto para unos chavales que están cursando estudios universitarios, y de pronto todo se tuerce. Después, toca labrar la reconstrucción. Todos los personajes experimentan en un momento dolor, y eso los vincula, pero experimentan muchas más cosas. Los une el hecho mismo de vivir, que es un acontecimiento complejo.

- Se aprecia un gran trabajo de situación. La ciudad fundamental de este libro es Lyon (Francia), y abundan las referencias a su callejero.

- Viajé a Lyon como Cunqueiro viajó en su día a la Bretaña, para confirmar a posteriori que había acertado cuando escribió 'Las crónicas del sochantre'. Hice el primer borrador de una novela que transcurría fundamentalmente en Lyon sin haber estado en Lyon nunca, salvo por el Street View de Google, aunque con la cabeza puesta en que efectivamente iría. Tras terminar el primer borrador viajé a Lyon, no tanto para comprobar si había acertado sino para mejorar las cosas. Y realmente resultó un viaje muy útil para rehacer, complementar o corregir descripciones que no se ajustaban a la realidad. Ese viaje cambió mi forma de hablar de los espacios.

- El pasado es casi el presente de la novela. ¿Qué sentido le das?

-La novela es un reflejo de la idea de que el pasado está siempre por venir. La vida se permite que las cosas no sean demasiado estrictas y el pasado nos viene a menudo por delante. Cada vez que tenemos que afrontar lo que significó algo en el pasado, lo afrontamos de cara. El pasado está por llegar. En esta novela también.

- ¿Publicar en Anagrama supone cumplir un sueño como escritor?

- Es la sensación de haber llegado a algún sitio, a un punto en el que las cosas cobran sentido. Como lector y escritor me he educado en Anagrama desde los 18 años y hay algo de irreal y de fascinante, sea a los 45 años o aunque hubiera sido a los 70, en acabar publicando en Anagrama. Es como conocer a tu verdadero padre.