La profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense, María Victoria Carrera, lleva diez años investigando el acoso escolar, la diversidad sexual y la otredad en los adolescentes. El pasado 28 de enero, la Universidad de Vigo le entregó el premio extraordinario por la tesis doctoral en la que investigó los discursos y prácticas de otredad en relación a las identidades sexuales y culturales del alumnado gallego y portugués de secundaria. Los resultados del trabajo alertan de la "necesidad urgente" de reorientar la educación hacia una pedagogía, dice, "fundamentada en una ética de mínimos morales que cuestione la heterosexualidad normativa". Una escuela que no apueste explícitamente por la igualdad y la promoción de la diversidad, afirma, "estará contribuyendo al prejuicio y a la violencia".

-¿Cuáles son las diferencias más significativas que ha encontrado entre el alumnado de Galicia y Portugal?

-En los resultados se observan discursos significativamente más sexistas y más negativos hacia la diversidad sexual y cultural en el alumnado portugués en comparación con el alumnado gallego. Estas mismas diferencias se observan en función del género: los chicos expresan discursos más sexistas y de mayor rechazo hacia la diversidad tanto sexual como cultural.

-¿En qué medida influye el discurso sexista en el acoso escolar entre adolescentes?

-En este trabajo no se ha analizado específicamente el acoso escolar, sino las actitudes hacia la violencia y las prácticas de discriminación y otredad. Lo que observamos es que el alumnado más sexista, homófobo y racista es el que presenta discursos más favorables a la violencia y participa más activamente en las situaciones de discriminación.

-¿Por qué, siendo cada vez más intensa la defensa de la igualdad, sigue calando ese discurso sexista y homófobo entre los jóvenes?

-Aunque hemos avanzado con respecto a décadas anteriores, hay una falsa sensación de igualdad. Es cierto que existe un discurso explícito que apoya y valora la igualdad, sin embargo, todavía no hay una verdadera apuesta política y educativa para que ésta sea una realidad. La igualdad y la promoción de la diversidad sexual continúan ausentes en las aulas y en la mayoría de las familias. No hay experiencias sistemáticas en este sentido y, cuando se proponen, una parte de la sociedad las rechaza alegando que los hijos son de los padres y que este tipo de contenidos son adoctrinadores.

-El pin parental.

-Exacto, o como sucedió con la materia de Educación para la Ciudadanía incluida en la LOE (2006) que generó gran controversia en ciertos sectores sociales, precisamente por los contenidos relativos a la educación afectivo-sexual, y que fue eliminada en la LOMCE (2013), la actual ley de educación.

-¿Qué papel juega la escuela en la construcción de la identidad sexual?

-La escuela, al igual que otros agentes de socialización, es una tecnología de género. En este sentido contribuye fuertemente a la socialización diferencial y desigual de género, de forma que las niñas son socializadas en la expresividad o la feminidad y los niños en la masculinidad, y ambos complementariamente en la heterosexualidad obligatoria. Esta socialización opera fundamentalmente a través del currículum oculto, con diversas estrategias de acción u omisión, que van desde el silenciamiento de las aportaciones de las mujeres a la ciencia y a la cultura o la no inclusión de las aportaciones del movimiento feminista y homosexual en el currículum escolar, pasando por el uso de un lenguaje sexista o la presencia de imágenes en los libros de texto que reproducen estereotipos y roles de género y excluyen cualquier modelo de familia homoparental. También la no intervención en situaciones sexistas y homotransfóbicas que tienen lugar en la aulas, porque lo que no se dice y no se hace también educa o, como en este caso, deseduca.

-En su tesis habla de la necesidad urgente de transformar la práctica educativa. ¿Por dónde habría que empezar?

-En primer lugar, hay que repensar el objetivo de la educación, asumiendo que debe ir más allá de la instrucción y orientarse especialmente a la humanización del alumnado. En segundo lugar, hay que hacer una apuesta real por esa humanización y esto supone una educación en valores obligatoria en el sistema educativo. Sin embargo, la actual ley de educación incluye la materia de valores éticos como optativa a la materia de religión. La educación en valores de mínimos, aquellos que se anclan en la Declaración Universal de Derechos Humanos, públicos y laicos, y en los que la promoción de la igualdad y de la valoración de la diversidad sexual y cultural es un contenido central, es una tarea urgente de la escuela que no puede ser obviada de forma negligente por más tiempo.