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Los apátridas de Mauthausen

Abilio Álvarez, de Olelas, murió gaseado, y Julio Domínguez, de Xacebáns, sobrevivió ocultándose en un montón de cadávares

Llegada de los soldados americanos al campo de concentración de Mauthausen. // Francesc Boix

El empeño de sobrinos y nietos en recuperar la memoria de los prisioneros deportados a los campos nazis durante la II Guerra Mundial y el apoyo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha rescatado del olvido a al menos 45 ourensanos que vivieron aquel horror. La mayoría habían huido a Francia al terminar la Guerra Civil y les sorprendió la contienda. Detenidos por el ejército alemán o la Gestapo acabaron en campos de concentración, declarados apátridas y prácticamente despojados de su identidad.

El 9 de agosto del pasado año, el Boletín Oficial del Estado publicó por primera vez el nombre de 4.427 españoles fallecidos en los campos de exterminio. En el listado figuraban 21 ourensanos pero la ARMH no ha dejado de trabajar en la búsqueda e identificación de deportados. De los 45 confirmados, siete se han unido a la querella argentina contra los crímenes del franquismo.

Las denuncias han sido redactadas por la abogada de la ARMH, Ana Messuti, que defiende que "recordar a esas víctimas, tenerlas bien presentes, es esencial desde la perspectiva jurídica". Por una parte, explica, "porque reafirma la calificación de genocidio al vincularlo a un exterminio cuyo carácter genocida nadie puede poner en duda". Por otra, "porque universaliza la represión franquista, no circunscribiéndola al territorio español".

Los nombres de Abilio Álvarez, de Olelas (Entrimo), y Julio Domínguez, de Xacebáns (Quintela de Leirado), figuran entre esas denuncias, documentadas con papeles, fotografías y testimonios que sus familiares y los investigadores de la ARMH han podido aportar.

El caso de Abilio es duro porque su sobrino, Rafael Aldán, es el único en la familia que ha puesto empeño en recuperar la memoria del tío abuelo que "morreu cos nazis". La investigación empezó hace dos años. Lo único que sabía de aquel pariente es que con poco más de 16 años emigró a Cataluña para labrarse un futuro. Nunca regresó a Olelas pero a su madre le llegaba puntualmente una pensión del Gobierno alemán. En los informes que ha podido recabar figura expresamente que Abilio Álvarez murió gaseado el 30 de enero de 1942. Tenía 25 años.

La información encontrada en internet, en las bases de datos digitalizados de los centros de concentración y los archivos solicitados a organismos de Francia y Alemania han permitido trazar el recorrido de Abilio desde que abandonó su aldea natal. "Suponemos que estuvo por Tarragona o Reus, porque aparece citado en alguna carta del PSUC, el Partido Socialista Unificado de Cataluña, pero no sabemos si era afiliado o simpatizante", relata su sobrino. Lo que sí es seguro es que durante la Guerra Civil entró en el Instituto de Carabineros y formó parte de las Brigadas Mixtas del Ejército Republicano. Al final de la guerra se exilió a Francia y fue capturado durante la ocupación alemana. El 27 de enero de 1941 entró en Mauthausen. Se le asignó el número 5620, la clasificación de 'rotspainer" (rojo español) y la profesión de minero.

El 2 de febrero de 1942 falleció en el castillo de Hartheim, víctima de la llamada Acción 14f13, la selección y matanza por gas venenoso de prisioneros no aptos para trabajar o 'indeseables' por motivos políticos o raciales. Su nombre está incluido en la Sala de los nombres del CC de Mauthausen.

Rafael Adán cree que sumarse a la querella argentina es una manera de "continuar su lucha y que se conozca su historia; de no ser por esto, Abilio sería olvidado".

Hermano contra hermano

Julia Domínguez es sobrina de uno de los supervivientes de Mauthausen, Julio Domínguez, de Xacebáns, Quintela de Leirado. La Guerra Civil lo "agarró" en Madrid, dice, a donde había emigrado con sólo 16 años. Fue teniente de las Milicias Gallegas en el cuarto batallón de la primera Brigada Mixta y como tantos, huyó a Francia en 1939. También su hermano Antonio fue combatiente, reclutado por el bando sublevado, y coincidieron en el frente de Toledo. No llegaron a verse, pero cuenta Julia que ambos estuvieron en la misma casa abandonada. A Julio, que entró primero, se le ocurrió mecanografiar en un folio su nombre y lugar de origen. Más tarde, el bando contrario ocupó las casas y quiso la casualidad que Antonio fuese uno de los que entró en aquella y pudo leer las letras de su hermano. "Pelearon sin saberlo, frente a frente", dice Julia.

Tras la guerra, el destino de los dos hermanos fue muy diferente. Antonio volvió a casa pero Julio escapó a Francia. En 1940 ingresó en la Compañía de Trabajadores Extranjeros y dos años después se casó con una francesa y tuvo una hija. Colaborar con la resistencia saboteando al ejército nazi le pasó factura. Fue detenido en Compiègne y trasladado a Mauthausen en abril de 1944. Ingresó con el número 59854.

Sobrevivió a un año de horror y trabajos forzados. Vivió la liberación del centro por las tropas norteamericanas y fue repatriado a Francia en mayo de 1945. "Cuando llamó a la puerta de su casa, su mujer Silvine huyó aterrorizada, no lo conocía". Julia, que vivió en Ginebra, mantuvo una relación fluida con la familia francesa. "Yo pasaba horas escuchándole, se te ponía la carne de gallina, contaba todo aquello con tranquilidad y entereza". Julio sobrevivió a Mauthausen casi por casualidad. Tres días antes de la liberación, exhausto del trabajo en la cantera, de subir cargado con una piedra la escalera de la muerte y de ver como cada día los mataban a tiros o arrojándolos por el precipicio "decidió que la vida ya no le interesaba". Relata Julia que su amigo, al que correspondía introducir los cadáveres en el horno, le pidió que aguantase porque ya tenían noticias de la posible liberación. "Pero su cuerpo no podía más, se hizo el muerto en el montón de cadáveres y esperó por los americanos; aquel amigo le salvó la vida". No regresó a Xacebáns hasta 1985, por lo que sólo pudo reencontrarse con un hermano y tres sobrinos. "Sus padres se fueron con esa pena, y mi madre murió suspirando por no volver a ver a su hermano", lamenta Julia.

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