El homenaje al histórico del sindicalismo ourensano Etelvino Blanco, que sus compañeros de la CIG empezaron a planificar el 12 de julio cuando se reunieron para darle el último adiós, devuelve hoy a la casa sindical del Parque San Lázaro a una figura imprescindible de la lucha obrera y social en el Ourense de los últimos cuarenta años.

Minutos antes de bajar al salón de actos, donde la sociedad está citada a las 20.00 horas, la CIG celebrará en la cuarta planta del edificio un homenaje interno con el descubrimiento en la sala de reuniones de una placa con la fotografía y el nombre del que fue su secretario general durante 23 años. "Poñerlle o seu nome á sala de xuntas é unha forma de mantelo vivo aquí dentro para sempre", explica Anxo Pérez Carballo, que relevó a Etelvino Blanco en 2017 cuando este tomó el camino de la jubilación.

Sentados alrededor de esa mesa, algunos de sus compañeros más próximos reflexionan sobre el papel que Blanco jugó en las principales transformaciones que vivió Ourense a finales del siglo XX y principios del XXI y su entrega en la defensa de los derechos de la clase obrera.

Uno de ellos es Antón Seoane, también jubilado, que ya lideraba el sindicato de la construcción en 1977 cuando Etelvino Blanco empezó a colocarse detrás de las pancartas. Era un año convulso protagonizado por dos grandes huelgas, la de la construcción y la de la madera. "Coñecino nese contexto, no Carballiño, na folga da construcción, e xa daquela facía moitas preguntas", rememora Seoane. 42 años y muchos conflictos laborales después, dice que ahora le cuesta recordarlo como sindicalista: "Penso máis na parte persoal, en todos os momentos que compartimos".

La huelga de la construcción y aquel mismo año la de la madera prendieron la llama del sindicato nacionalista. "Foron o pistoletazao de saída do que hoxe é a CIG, houbo unha explosión de afiliacións; aquelas dúas folgas marcaron a vida deste sindicato e quedaron na memoria colectiva de moitísimos traballadores", afirma Anxo Pérez.

Xosé Rodríguez, miembro de la ejecutiva comarcal, es más joven y no vivió aquellos años pero sí recuerda que cuando en empezó a trabajar en la CIG en Viveiro en 1998 ya se hablaba de un tal Etelvino Blanco. "Xa era un referente e alí falábase do sindicalismo ourensano". Dos años después recaló en la capital de As Burgas: "Descubrín que debaixo dese tipo tan grande e inconmensurable, no físico e no simbólico, había un poeta e moita sensibilidade. Se tiñas boa relación con el, era imposible no ter ese afecto".

Otra de las figuras clave en el entorno de Etelvino Blanco es Carlos Vázquez, que tomó las riendas de la organización en 2004, cuando Etelvino Blanco sufrió una larga convalecencia. "Contei coa colaboración de Virxinia Cortiñas, e de Seoane, que como histórico e coñecedor do sindicato foi fundamental; foron momentos moi difíciles porque internamente estabamos enfrontados", recuerda Vázquez. De Etelvino destaca de su "carácter humanitario" y su capacidad de diálogo. "Tiña enemigos e adversarios, pero se algunha desas persoas chegara a caer, el botaríalle a man". Cuando un conflicto se atascaba y se alargaba demasiado en el tiempo, "era capaz de xuntar ás institucións e de aí sempre saía un acordo".

Carlos Vázquez no participó en conflictos duros como el cierre de Citroën en 1989 pero recuerda momentos intensos en la lucha sindical como la huelga en Bamio que duró 42 días. "Era tremendo porque aínda que foran conflictos que dirixíamos outros, el sempre estaba aí ao lado". Con su tenacidad, recuerda, consiguió que los trabajadores forestales pasasen del régimen agrario al general de la Seguridad Social.

Anxo Pérez reincide en la integridad de Blanco en la defensa de los derechos laborales y las causas justas: "Todos os enemigos o respetaban porque non tiña dobreces, era una persoa entregada e honesta". Y siempre estaba delante, nunca se escondía, añade Seoane.

En su casa, la familiar, su mujer Carmen Rodríguez, y su hija, la parlamentaria socialiasta Noela Blanco, asumían sus ausencias: "Recordo, de pequena, que en momentos como o peche de Citrën houbo que aplazar vacacións, e tamén unha presión tremenda no conflicto con Benigno Moure". Pagaron los daños colaterales, sobre todo en la década de los 80, pero "sempre estivemos orgullosas", señala su hija. El mismo orgullo con el que hoy asegura que el sindicalismo y las luchas sociales de las últimas décadas "non se poden entender nin explicar sen a figura de Etelvino".

Incluso tras la jubilación mantuvo su actividad en plataformas ciudadanas como ProCampus y Procap: "Un nunca se xubila das súas conviccións, e el non o fixo, seguiu na loita ata o final".