Pepe consulta el móvil con la mano izquierda, la derecha la tiene escayolada. En la pantalla abre la aplicación de la Festa da Istoria, conectado al wifi de un establecimiento hostelero, para ver el programa. Viaja solo, pero con la cita de Ribadavia marcada en el calendario. La capital del Ribeiro viajó al pasado, al medievo, para celebrar una fiesta que sigue siendo atractiva por la expresión de su tradición y por la renovación y adaptación digital.

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Ribadavia, capital del Medievo moderno

La banda de gaitas de O Irixo marca el ritmo de los aplausos y la aparición de los flash por la calle principal de la villa. Una calle más abajo, un saxofonista que pedía dinero se mantenía inmóvil, su música sonaba en silencio, en comparación con el paso del grupo carballiñés. Era la hora del desfile y los turistas buscaban el mejor sitio para colocarse. Huyendo del sol, pidiendo sombra.

La pendiente de la rúa San Martiño invita a pensar si subir hasta la plaza. Campesinos y doncellas arrastran bolsas de plástico que contradicen sus trajes medievales. Cosas de la economía del ahorro. En la intersección con la rúa Xerusalén, se escenifica una jira programada con reggeaton que resuena como un concierto en vivo.

Es mediodía y el Banco Alhondiga no tiene "clientes". Es la puerta invisible al Barrio Judío. Las monedas y los billetes maravedíes sustituyen a los euros. La preocupación emana para cambiar 10 o 20 euros. El banco les invita a cambiar el billete azul para contribuir con la fiesta y dos jóvenes aceptan la proposición.

Los componentes del desfile son aplaudidos por el soplillo y el público asistente. Las diferentes bandas de gaitas, un carro con dos bueyes, los caballeros montados en sus caballos, las doncellas, los reyes de Galicia y hasta el conselleiro de Cultura, Román Rodríguez, acompañado por el alcalde de la villa, César Fernández, caminan por el protocolario pasillo organizado por la fiesta.

La casa del teólogo Tomás de Lemos preside una plaza mayor que va creando campamentos de grupos de personas vestidas de época. La sombra es un diamante y los soportales de la plaza son improvisados tetris. Ante tanta celebración, un cartel pide "Non o peche do xulgado". Está colgado en la Casa dos Condes, que data del S. XVII. En el umbral de la puerta, tres ingleses acomodan sus pertenencias para encontrar sosiego en una villa que se preparaba para bailar. El programa indica en la aplicación que el baile de las doncellas está a punto de empezar.

El altavoz retumba con un pitido estruendoso. Era una prueba. Volumen y a bailar. El espectáculo se concentra a las puertas de la Casa Consistorial donde varios cordones de personas bailan desinhibidamente. Da igual la técnica, es el medievo.

El Barrio Judío cobra vida, el Banco Alhondiga da cambio sin parar. Los garajes son improvisados comedores donde la cubertería, en algunos casos, es de barro. Es el día grande y con las energías no se puede escasear.

El certamen de vestimenta medieval y los personajes fantásticos del medievo continúan con el programa de una fiesta de interés cultural y aceptación universal.

La expectación por el gran torneo medieval crece. Es uno de los eventos esperados y cada edición no falla. La temperatura ambiental va decayendo y los caballeros se preparan para su batalla particular. Solo puede quedar uno a lomos del caballo y salir victorioso. Mientras tanto, el Banco Alhondiga informa que está a punto de cerrar. Hay que hacer cuentas y cambiar los maravedíes para que los euros recobren vida.

La Fiesta de la Istoria apaga su trigésimo primera edición esperando el fin del verano próximo para volver abrir el armario de las vestimentas medievales. El concierto "Son da Istoria" en la Praza San Martiño es el preludio de una celebración que se alarga con el cansancio de la vida del medievo y una resaca de época.