Una eximente completa de alteración psíquica, por la demencia frontotemporal que padece y afectaba gravemente a sus capacidades ya en el momento del crimen, motivó la absolución de José Alén Lorenzo, que mató a su mujer y cuidadora, Virginia Ferradás, en enero de 2017 en O Carballiño, tras discutir con ella porque no le dejaba las llaves para salir, según concluyó el jurado. La sentencia de la Audiencia Provincial basada en el veredicto del tribunal popular, aun siendo absolutoria, impone una medida de seguridad: su internamiento en un centro psiquiátrico dependiente de la administración penitenciaria -solo hay dos así en España, en Alicante y Sevilla- por un tiempo máximo de 14 años. No podría salir sin autorización del tribunal y en base a los informes médicos. La defensa, que pidió tras conocer el veredicto una medida "menos traumática" para el acusado y la familia, como un geriátrico, recurrirá ante el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) la sentencia, que imponía una indemnización de 120.000 euros para los padres -él ya fallecido- y de 40.000 para la hermana. Pero el letrado solicita además la puesta en libertad de José Alén en este momento del proceso.

Qué hacer con su situación personal tras la sentencia inicial está en manos de la Audiencia Provincial de Ourense. El lunes por la mañana se celebra una comparecencia en la sala de vistas -no es obligatorio que el encausado esté presente- para que el tribunal escuche los argumentos de las partes -Fiscalía, acusación particular y defensa-, y decida si el homicida absuelto por su demencia debe permanecer en la cárcel hasta que recaiga una sentencia firme, o bien puede quedar en libertad provisional, con alguna o ninguna medida.

Fuentes judiciales explican que existe jurisprudencia del Tribunal Constitucional relativa a que si la sentencia es absolutoria, como ha ocurrido con este caso, la medida de seguridad -es decir, el internamiento- no se puede implementar mientras se tramita el recurso, que la defensa todavía no ha formalizado pero tiene intención de hacer.

Desde su paso a disposición judicial tras ser detenido en el domicilio conyugal el día de los hechos, José Alén ha permanecido en situación de prisión preventiva en el centro penitenciario de Pereiro de Aguiar. En el juicio celebrado el pasado mes de julio, uno de los peritos que prestó declaración ante el jurado fue el psiquiatra que lo atiende en la cárcel. "Es una persona que requiere cuidados y seguimiento por una disfunción ejecutiva importante. Su voluntad está muy afectada", señaló. "Con el tiempo se ha aclimatado al centro pero sigue siendo alguien al que hay que orientar. Tiene dificultad para hacer tareas complejas", añadió.

"No estamos ante un delincuente, sino ante un enfermo mental", defendió el fiscal Julián Pardinas en el juicio. "Fue un desgraciado acaecer a consecuencia de una enfermedad mental, nunca tuvo la intención. Un cortocircuito en su mente lo llevó a agredir a su mujer", expuso en su informe final.

José Alén y Virginia Ferradás llevaban 35 años casados. En 2016, la mujer decidió regresar con su marido de la emigración en Suiza, al ver que su estado empeoraba. Eran una pareja avenida, sin episodios de violencia. El homicidio fue el más trágico efecto -inesperado, según su psiquiatra y los forenses- de su dolencia. Tuvo varios ingresos hospitalarios, entre octubre y noviembre de 2016, y durante varios días en 2017. El 18 de enero de 2017, once jornadas antes del crimen, se subió al tejado de la casa y permaneció allí durante horas.

La mañana del 29 de enero, mató a su mujer. Asfixió a su cuidadora utilizando el cable de la lámpara de la mesilla del dormitorio y apretando además el cuello con las manos. Sobre las 20.50 horas del día de los hechos, acudieron al domicilio agentes de la Guardia Civil, de la Policía Local y del cuerpo de bomberos, avisados por los familiares de ambos.

Los profesionales de emergencia accedieron a la vivienda a través de un balcón a la segunda planta, previa rotura del cristal, encontrando el cuerpo de la víctima de rodillas, con la cabeza apoyada en la cama de una habitación y al acusado José Alén en otra habitación del piso inferior, semidesnudo, con la camiseta ensangrentada, con un cuchillo en las manos autolesionándose en el cuello y diciendo únicamente "eu non fixen nada", hasta que fue reducido por los agentes.