"Buenos días, ¿el templo budista, por favor?", pregunta un desconocedor de la religión budista a una vecina del pueblo de San Amaro. Ella amablemente explica: "Cogéis todo recto, hasta que veáis una fábrica de madera a vuestra derecha y entonces giráis a la izquierda. Seguís recto atravesando todo el pueblo y al llegar a una fábrica de vacas y ya os pone allí chu chi cha o como se diga. Está a la izquierda". La vecina ourensana se doblaba de risa, mientras acababa de pronunciar algo que le sonaba, pero que no sabía escribir. Las instrucciones eran claras: madera a la izquierda y vacas, de nuevo, a la izquierda. Solo faltaba un cartel que anunciara "Bienvenidos al rural gallego".

Lejos de poner el GPS, las indicaciones humana son perfectas. El templo Chu Tsu Tsang se ve desde la calzada. El aparcamiento delimita con fincas que todavía no han cumplido con el deber del desbroce. La maleza desborda la verja y empuja el cierre metálico hacia el templo.

David acaba de comer y sale del templo. Antes de emprender el camino a la ciudad, indica las principales ubicaciones de un complejo con un colorido que marida con el verde de Galicia. "Ahora mismo están todos haciendo tareas, pero os atenderán encantados". David estudia en la biblioteca budismo y su sonrisa transmite felicidad. Los diferentes dibujos blancos guían hacia la gompa, un espacio abierto donde se ejerce el estudio, la meditación y las clases que imparte el Venerable Lama Guese Tenzing Tamding.

En el punto más alto de la parcela, se halla una edificación típica del rural gallego. Es una casa de dos plantas, levantada con piedra y con adornos budistas por todos lados. En la entrada, los discípulos y participantes del undécimo retiro de enseñanzas barren, friegan y realizan las tareas del hogar después de acabar de comer. Berta, más conocida como Tenzing Ngeyung, organiza el desorden del primer día y se disculpa con sosiego. En la entrada del edificio principal se observa como estaban repartidas los habitáculos en aquel hogar gallego. La cuadra se situaba al fondo; ahora sirve de cocina. A la derecha, un gran salón que funciona de comedor durante las horas de desayuno, comida y cena, pero también de sala de estudio.

Antes de entrar, es obligatorio descalzarse. Para ello, hay dos estanterías. En la de la derecha los no residentes y en la izquierda los residentes. Justo en la entrada se presenta una tienda de collares, pulseras y libros de enseñanzas budistas. El primero se titula 'Un GPS para el camino'. Y justo, en ese momento resuenan las indicaciones de la vecina de San Amaro. Perfectas, sin equivocación.

Cuestión de suerte

José Manuel y Verónica son un matrimonio que llega al retiro espiritual desde Ecuador. Saludan primero y se sientan en el comedor para contar su testimonio. Se conocieron en Madrid, vivieron en Santiago y acabaron en Vigo. Él toma la palabra: "Lo nuestro con el budismo fue cuestión de suerte. Un día cuando estábamos viviendo en Vigo tuve que dejar el coche en el taller y caminar hasta casa. Iba despistado y algo me hizo pararme. Tuve que girar y deshacer el camino. Vi un cartel donde el lama Gueshe Tenzing Tanding daba una conferencia. Me quedé con el lugar y la hora. Al día siguiente estaba leyendo el periódico y vi una página entera con la conferencia del lama en la ONCE. La arranqué y me la guardé".

Verónica pone su mano encima de la de su marido y añade. "Fue una sorpresa muy grande". Ella prosigue: "Íbamos con mis padres a la ponencia y solamente quedaban cuatro sitios libres en primera fila. Eran los únicos sitios, así que nos fuimos para allí adelante y cuando el lama empezó a hablar sentí una vibración especial. Algo que no puedo explicar. Al acabar la charla pedí si podíamos subir a hacernos una foto y hablar con él. Nos dejaron acercarnos a él, y de verdad, no tengo palabras para definir lo que sentí al acercarme. Esa conexión tan fuerte nunca la había sentido". Sus familias son católicas. "Aquella primera toma de contacto sirvió para adentrarnos en el budismo".

José Manuel y Verónica no dudaron ni un momento en ayudar a la rehabilitación y el acondicionamiento del edificio principal durante 2008. "Nosotros fuimos de los primeros con Asun y Tito en llegar para ayudar al lama a renovar este sitio", explica él. Tras perder sus trabajos, Verónica confiesa que "yo tuve una depresión muy grande. Fui a la médica y me recetó pastillas. Hablé con el lama para que me guiara y él me decía que leyera. Pero bueno, yo en aquel momento era bastante pasota. Y un día, decidí hacerle caso. En ese instante, comprendí que me estaba dando la medicina para curarme".

El lama terminó de dormir la siesta. Hay tradiciones que se apoderan de ti. La siesta es una de ellas. El venerable Gueshe Tenzing Tamding saluda con una sonrisa infinita. Su karma se transfiere solo con su presencia. La paz casi se respira. "Llevamos once años consecutivos enseñando el budismo a nuestros discípulos y a todos los que quieren acercarse a nuestros cursos y retiros".

Desde 2008, el templo budista, ubicado en Ventoselo, no ha parado de crecer. Al edificio principal con denominación gallega, hay que sumarle la adquisición de metros de bosque hasta casi llegar a los 4.000, la gompa para meditar y estudiar, diferentes casas bajas alrededor y una infraestructura que se acaba de terminar y tendrá capacidad mayor para dar aposento a más participantes. El plan urbanístico del templo está pasando por diferentes trámites para poder llegar a construir una biblioteca que se situará frente a la zona de meditación.

El lama define todos estos pasos como "proyectos buenos para la religión budista y para el avance de los cursos de enseñanzas. Hemos construido todo esto poco a poco en nueve años y esperamos tener una gran biblioteca". Se quita una parte del hábito, para revelar sus conocimientos: "He aprendido de un buen maestro. Hay que saber controlar la mente negativa para disminuirla y la positiva para aumentarla. Hay que tener fuerza para reponerse a las adversidades y seguir el camino del conocimiento y de la felicidad".

Ante el aprieto de si alguna vez ha pensado algo negativo, es tajante: "No, nunca he tenido un pensamiento negativo, pero sí he sentido tristeza por ver a las personas sufriendo". El maestro tiene claro que "una conciencia tranquila se construye desde un corazón bueno, para tener una mente buena". Conocimientos que recogen los monjes budistas en libros divididos por bloques.

Los anhelos del lama pasan por la construcción de una gran biblioteca y de una estupa.

Antes de la sesión de estudio, Natasha habla con un español descosido. Se le entiende a la perfección. "Tengo 27 años y he venido desde Singapur a Ourense unas diez veces, porque aquí encuentro una paz y una tranquilidad que son únicas. Una asistenta del lama es familia de mi padre y me animó a seguir los consejos del lama". Su caso es genérico en un país donde la religión budista es la principal fe. Aunque las casi veinte horas de viaje dice que "me cansan un poco".

El templo de Ventoselo construye su propia identidad como meca para otros que quieran encontrar paz, tranquilidad, pero sobretodo sabiduría. Con solo entrar ya se respira energía positiva.