Con su hija a su lado, Susana Freitas -41 años- recuerda con veneración y cariño lo que supusieron en su vida las Hijas de la Caridad, la congregación que se va de Ourense tras haber acogido durante más de 30 años a centenares de niños y de jóvenes huérfanos, desamparados o de familias desestructuradas. Susana estuvo en la casa de la Fundación Baoquivi de Mariñamansa, en Ourense, desde los 11 a los 21 años, tras perder a sus padres en un accidente de coche. Ella y sus tres hermanas vivieron la juventud en el hogar de las monjas. "A mí me faltaron mi papá y mi mamá y ellas eran mi familia, eran parte de mí. Tengo una cosa por ellas aquí [dice, posando la mano sobre el pecho]. No encuentro palabras para expresarlo". Ourense despidió ayer, con emoción, elogios e interminables muestras de gratitud, a las últimas religiosas de las Hijas de la Caridad que se volcaron en la acogida y en la tutela de menores en la ciudad. Sor Ramona, Sor Carmen y Sor Sara (la única que seguirá en la ciudad, ayudando pese a su jubilación en el colegio La Purísima) recibieron un aplauso unánime.

"Mis padres murieron en un accidente de coche, nos quedamos cuatro hermanas solas, perdidas. Llegamos a la casa de acogida y vimos la luz porque ellas nos aportaron todo: una educación, aprendí a cómo poder criar a mi hija, a enseñarle a ser persona. El cariño que nos dieron fue lo más grande", relata Susana, quien alaba sobre todo a Sor María Eulalia. "Le llamábamos mamá. Ella te miraba a la cara y sabía si estábamos tristes. Fue nuestra mamá. Te miraba y sabía si necesitabas un achuchón. Te quería, sentías que te amaba. Vino a mi boda, al bautizo de mis hijos, fue a la boda de mis hermanas y a los bautizos de mis sobrinos".

Con la paga que la religiosa iba guardando en un sobre e ingresando poco a poco, Susana tuvo suficiente para el banquete, el vestido y los gastos de su boda, cuando se casó. Que la congregación deje Ourense "me da muchísima pena porque no solo son monjas. No voy a decir que son unos ángeles pero son nuestras mamás y nuestros papás. Yo he vivido esa sensación, ese cariño y esa cercanía".

Saila Expósito, de 33 años, estuvo en el hogar desde los 12 a los 18. Ayer, muy emocionada tras el homenaje, decía de las religiosas lo mismo que Susana: "Ellas fueron los padres que no tuve". El contacto de estas y de otras jóvenes no se perdió cuando se marcharon de la casa, sino que siguió vivo. "Cada una de las personas que pasaron por aquí dejaron su huella. Da mucha alegría cuando vienen a enseñar a sus niños y a hablar contigo", recuerda Sor Carmen. "Que se vayan supone un vacío", asegura Saila con voz quebradiza.

"Hicimos de madres aunque en realidad a una madre nunca se la puede sustituir. Pero hicimos lo que pudimos", explica Sor Sara. "Para mí ellas fueron mis padres, las personas que me han criado, que me han dado una educación y por las que hoy gracias a ellas soy lo que soy", asegura Carla Sofía Esteves -35 años-, que fue una adolescente acogida de los 15 a los 21. Ahora es ella la madre de un hijo de 4. "Me cogieron en la peor época de mi vida, la afrontaron y siguieron adelante. Yo las sigo queriendo". ¿Su mayor virtud? "La bondad". La marcha de la congregación de Ourense también la apena.

Ana Ruth Vaz, de 25 años, estuvo en el hogar de Mariñamansa desde los 6 a los 11. "Son muy cariñosas y amables, aprendí mucho de ellas. Las voy a echar mucho de menos a las tres", expresaba en el adiós, también afectada.

Una "entrega total y directa"

Los fiscales de menores, representantes de la Xunta, educadores y entidades sociales alabaron su contribución a la educación y a la protección de tantos niños y adolescentes. "Son personas que se caracterizan por la entrega directa y total sin ningún tipo de contraprestación. Estamos muy apenados de que ustedes dejen de estar integradas en el sistema de acogida de Ourense", subrayó el fiscal provincial de Menores, José Manuel Ucha. Quiso ver un rayo de esperanza en un día de despedida. "Esperamos que solo sea un punto y aparte y abogamos por que, a través de su congregación religiosa, pongan todos los mecanismos con la Xunta, porque a personas de la calidad humana, personal y profesional de Sor Ramona, Sor Carmen y Sor Sara, Ourense no se puede permitir que las perdamos".

Su compañera en el área de Menores, la fiscal Carmen Eiró alabó su calidad humana, llegando a emocionarse. "No sé de quién es la frase que dice que la gratitud es la memoria del corazón. No sé si el corazón tiene o no memoria, pero ustedes, en nuestro corazón, siempre van a ocupar un lugar privilegiado". El jefe de servicio de Menores en la delegación de la Xunta también hizo elogios. La directora xeral de Familia, Amparo González, dio las gracias "en nombre de los niños, niñas y adolescentes que habéis educado, criado, mimado y comprendido, y a los que habéis transmitido muchísimos valores".

Educadores de la casa así como profesionales de la entidad de ayuda a la discapacidad, ADO, al igual que de Agaceme -la Asociación Galega de Centros de Menores- se sumaron al acto de homenaje, celebrado ayer en la parroquia ourensana de San Pío X, con una misa multitudinaria seguida de un acto con discursos y entrega de recuerdos. El obispo, Leonardo Lemos, no pudo asistir pero remitió una carta que se leyó en la eucaristía. El prelado subraya la "entrega generosa" de las monjas y su "delicada labor" de cuidados, educación y acompañamiento a decenas de niños y adolescentes.

El párroco Luis Rodríguez, compañero durante años de experiencias y tareas junto a las Hijas de la Caridad, agradeció en la homilía que las religiosas hayan sido "huellas de bondad, caridad y entrega en vuestra vida y en esa casa de Baoquivi", así como "escrupulosamente fieles a la legislación". El cura, emocionado, alabó el legado de la congregación y de las monjas, que durante tres décadas se volcaron en el "servicio de menores, débiles y pequeños, de los que tantas veces arrinconamos en nuestra sociedad". Mencionó varias de sus virtudes, como la "grandeza de corazón", la amabilidad y la honestidad. El sacerdote puso a las tres homenajeadas como ejemplo del Evangelio y la bondad cristiana. "He sido testigo de cómo os reinventabais en situaciones duras. Siempre con dulzura y con ternura, atendiendo sin etiquetas a las familias y los menores, fueran hijos de quienes fueran, tuvieran la fe y las creencias que tuvieran, con independencia del color de piel e ideas. Gracias por hacernos descubrir que son felices los que no tienen miedo a ser quienes son, los que viven a corazón abierto. En esa casa he descubierto que son felices los que no conciben la vida sin compromiso y que no saben de postureo. Que van con lo puesto, lo dan todo gratis y no contaminan la vida. Los que aman sin filtros".

Las religiosas, abrumadas, se conmovieron, sin perder la humildad. "Estoy muy emocionada y agradecida, no esperaba tanto", comentó Sor Carmen tras el homenaje. "Intentamos estar siempre muy cerca de personas que necesitaban cariño y atención", expresó la directora Sor Ramona, quien tras dejar en Ourense se encarga en León de la misma ocupación: acoger, educar y querer. "A las personas que pasaron no se las olvida nunca, quedan para toda la vida".