Fernando Da Luz (39 años) fue trabajador social en el estado de Miranda, en Venezuela, durante una década. La crisis del país y el estado de salud de su abuela motivaron el traslado a Ourense, la tierra de origen de la señora y también del padre de Fernando. Llegó y Cruz Roja le abrió la puerta. Él ahora tiende la mano. Pasó de beneficiario a colaborador, de ser ayudado a dar respaldo. Lleva ocho meses como voluntario. Ha pasado por recepción y el servicio de primeras acogidas. "Solo con escuchar das ánimos. Ayudando a que alguien se desahogue haces que se sienta contento. Hasta lloran contigo. Tienes que escuchar. Yo llegué de esa manera y pasar al otro lado ha sido una experiencia espectacular. Animo a la gente a que sea voluntaria".

La oenegé cuenta en la provincia de Ourense con unos 2.500 colaboradores habituales, que prestan su tiempo, capacidades y empatía -esa virtud que a veces escasea y que destacan como la clave- una o varias horas por semana. La mayoría son mujeres, un 57%, con una media de edad de 42 años y una permanencia de más de una década, de promedio. "Muestran un compromiso muy alto. El voluntariado es ágil, flexible y acomodado al compromiso y a los tiempos de cada persona. Preguntamos siempre la disponibilidad y en qué apetece colaborar, para encajar a cada uno en un programa", explica Natalia Fernández, psicóloga de formación y directora provincial de voluntariado de Cruz Roja.

Cuatro de cada diez ciudadanos que ofrecen su ayuda tienen estudios superiores. Nunca son demasiadas las manos. Cruz Roja precisa voluntarios para cubrir las necesidades específicas en el medio rural -con una población más envejecida y un territorio más disperso- y , en concreto, colaboradores del ámbito sanitario, un perfil técnico que escasea entre quienes ayudan. "Siempre necesitamos voluntarios y más en perfiles específicos. Hay puestos que requieren de titulación específica en los que hacemos hincapié en el llamamiento", añade.

Profesionales como Nuria González, enfermera de 30 años que colabora con la entidad desde hace nueve, y sigue implicada con la ONG mientras compagina su trabajo con la preparación de oposiciones. "Se podo aportar un pouco, todo suma. O que me levou a colaborar foi, grazas á educación de meus pais, dar a quen o poida necesitar. Pero facelo porque che gusta e apetece, non para quitar un proveito. Na época na que estamos están desaparecendo a empatía e a xenerosidade, parece que se alguén planta unha árbore e para que lle dea sombra. Aquí coñeces moita xente e moitas historias que te marcan".

Nuria empezó a colaborar en el programa de ayuda a personas sin hogar. "Foi unha experiencia impresionante. Acudiamos a xente que vive na rúa, ou que se adicaba á prostitución. Aquilo marcoume moito".

Con el tiempo fue aportando sus conocimientos sanitarios en los departamentos de socorros y emergencias, formación y salud que imparte la Cruz Roja. "Podo aportar con consellos sobre vida saudable, sobre como actuar en primeiros auxilios ou sobre a importancia de facer exercicio e levar unha dieta sana para mellorar fisicamente e tamén psicoloxicamente".

Alicia Sánchez, estudiante en año sabático, va a cumplir 22 y colabora con la oenegé desde los 16. Ayuda en el programa de juventud, con niños y adolescentes de 6 a 18 años. "Hacemos apoyo escolar, les damos la merienda, los ayudamos si tienen problemas en casa o en cualquier aspecto de su vida. Quiero estudiar trabajo social y esto me aporta a la experiencia y a hacer un camino", señala. "Me siento bien cada vez que los niños dicen que han aprobado un examen para el que tú les has ayudado". Llegó siendo una adolescente que quería ocupar el tiempo libre. Ha madurado invirtiendo parte de su vida en otros. "Me cambió la perspectiva, gané muchísima empatía y he crecido como persona. El tiempo aquí no se pierde, sino que se gana", reivindica Alicia.

Ana Casas, treintañera, está terminando Pedagogía. Lleva año y medio colaborando con Cruz Roja. "Buscaba tener un contacto con la educación y poder palpar los conocimientos teóricos. "En los proyectos de INN y PE [inclusión social y promoción del éxito escolar], trabajamos con niños que están bajo el umbral de la pobreza y que no tienen los suficientes recursos. Ayudamos con apoyo escolar, una merienda saludable y actividades socioeducativas. Estoy viendo cuál es la realidad de la profesión en cuanto a necesidades especiales y comprobando que con las pautas que estudias sí se mejora y se puede llegar al éxito educativo. Es muy enriquecedor", valora Ana.

Paquita Panero -71 años- y Ángela Grande -74 - son profesoras jubiladas que siguen enseñando a personas que lo necesitan en la entidad, desde hace 12 y 10 años. "Quería dedicar parte de mi tiempo y de lo poco o mucho que sé a las personas que más lo necesitaran. Me pareció que aquí encajaba perfectamente en el programa de clases de español para inmigrantes. Mi motivo es devolver algo de mí a la sociedad, que en su momento me preparó y me dio oportunidades. Además, soy sierva de San José y sigo una razón de fe: los más necesitados a todos los niveles son los preferidos de Jesús", destaca Ángela.

"Es importante que la sociedad sepa que en esta época tan mercantilista hay gente que da de lo suyo voluntariamente. La actitud de la gratuidad es necesaria y bonita. Nuestro tiempo es un tiempo que ganan quienes lo reciben. Ves cómo van mejorando y cambiando. Es un tiempo aprovechado y fructífero para las dos partes", subraya.

Paquita Panero vuelca en Cruz Roja una parte de lo que ella recibió, que fue mucho más, afirma. "Cuando me jubilé vine tras probar en la parroquia. Entré en el taller de memoria. Desde el año pasado me añadieron también dar clase a refugiados. Estoy muy contenta. Veo que es recíproca la sintonía, porque eso se nota. Doy algo a la Cruz Roja pero ellos me han dado mucho más. Animo a la gente a que se haga voluntaria. Con un poco de espíritu solidario que tengas ya funciona. No conozco a nadie en todos estos años que haya estado aquí y no esté contenta y no diga que le resulta agradable trabajar".

Ayudar a otros y conocer de cerca las necesidades y las vulnerabilidades supone una inyección de realidad. "Todos sabemos que existen problemas de carencias afectivas o falta de dinero pero cuando llegas aquí te topas de bruces con la realidad, que está al lado de tu casa". En un mundo saturado de malas noticias reivindica la nobleza. "Estoy convencida de que hay mucha gente buena. Pero hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece. El que hace el bien no hace ruido".